20 de abril de 2024

Críticas: La profesora de Historia

La profesora de historia

Collage con nota

Oficinas del instituto. Interior/Día

Una alumna de origen árabe acude allí para solicitar su certificado de estudios. Los docentes y el director de la escuela se niegan a dárselo porque lleva puesto un velo que cubre sus cabellos. Ella se opone a quitárselo después de haber estudiado allí durante años sin vestirlo entonces. Esta secuencia abre La profesora de Historia, quizás más conocida en mercados internacionales por su título original, más adecuado: Los herederos –Les Héritiers-. Se estrena en salas de cine la tercera película dirigida por Marie-Castille Mention-Schaar, un film de tono amable y conciliador acerca de la educación, un tema que los cineastas galos suelen dominar, desde los más pioneros como Jean Vigo y su mítico mediometraje Cero en conducta. En esta ocasión nos encontramos con una obra que no comparte la misma libertad y alegría que respiraba la citada obra maestra de Vigo. Tal vez lo más libre sea esta secuencia de inicio ya comentada, que supone casi un cortometraje independiente respecto al resto de la película. En la actual La profesora de Historia sucede algo similar a lo visto en otro largometraje de 2012, En la casa de François Ozon, que comenzaba con una secuencia sin relación posterior con el argumento principal. Aunque en el fondo estamos tratando con un material que se asemeja mucho a un trabajo de composición o collage, construido a partir de trabajos de procedencia diversa.

La profesora de historia 3

Aula. Interior/Día

Unos treinta minutos se prolonga la presentación de los alumnos y su tutora. Ella está interpretada por la convincente Ariane Ascaride, en un papel al que aporta más de lo que le ofrece su parte del guión. Entre el reparto coral de los alumnos destacan Noémie Merlant (Yvette) Ahmed Dramé (Malik) Adrien Hurdubae (Théo) y Wendy Nieto (Jamila) Son cuatro personajes que representan etnias diferentes de Francia y además manifiestan una evolución más real e interesante que los comportamientos del resto del reparto coral del alumnado. Las acciones se desarrollan casi siempre dentro de la clase, exceptuando algunas salidas al exterior como las visitas al Museo del Holocausto y a una iglesia católica, quizás la secuencia más cómica de toda la película por el desconocimiento que tienen los jóvenes de otras religiones acerca de las costumbres de la religión católica. También hay incursiones en las vidas privadas de Malik e Yvette, que aportan datos interesantes sobre cómo influyen sus familias y entornos en sus personalidades. Aunque la secuencia con más fuerza es aquella en la que Jamila, de confesión musulmana, es acosada sexualmente por unos chicos de otro curso, una escena con una fuerza y tratamiento sutil que resulta muy inquietante.

Anne, la tutora, encarga un trabajo para que sus alumnos investiguen cómo afectó el holocausto a los más jóvenes que lo sufrieron en persona, Así la clase protagonista conoce a Léon Zyguel, un superviviente, humanista y agnóstico al genocidio ejecutado por los nazis, que se entrega con generosidad para contar su experiencia a los alumnos del instituto. Este encuentro da como resultado una secuencia documental y casi verídica, dentro del conjunto ecléctico que supone este largometraje.

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Ministerio de Educación en París. Int/Día

Uno de los requisitos del proyecto encomendado a los jóvenes del segundo curso de bachillerato es la presentación del trabajo ante las autoridades relacionadas con la educación en Francia. Una situación tan comprensible allí, como fantástica en España porque ¿alguien es capaz de imaginar a los delegados de educación de alguna comunidad autónoma o -por pedir que no quede- al mismísimo ministro José Ignacio Wert interpretándose a sí mismo, en una película española que trata la educación pública? En efecto, eso sería ciencia ficción o quizás solo pueda suceder en el cine francés.

Descartes varios

Como conclusión, La profesora de Historia es un producto que resulta entretenido pero recuerda a varios films anteriores, que cada espectador puede haber visto antes. Se le podría pedir una dirección más arriesgada formalmente, sin planos ralentizados que restan eficacia emotiva. O sin esos contraplanos de la profesora con gesto de aprobación y ternura al mirar a su alumnado. Con una realización menos parecida a la de los reportajes de cualquier comando informativo que pulula por los canales de televisión. Sumada a una puesta en escena que confíe tanto en sus intérpretes como nosotros, los espectadores. Tampoco ayuda el supuesto sello de calidad que indica que la historia está basada en hechos reales, algo cada vez más increíble cuando aparece al principio de un film. Y quizás fuera mejor un lenguaje más directo por parte de los chicos y chicas de la clase que, vistos en pantalla, en ocasiones resultan poco creíbles por su dominio de la retórica. Sin olvidar las opiniones dispersas en el guión acerca del crecimiento de la religión islamista y sus imposiciones, algo que se menciona varias veces y que después de los atentados en Francia en 2015, seguramente habría sido tratado con más enemistad si se volviese a rodar la película.

Lo fundamental es que siempre se agradece una propuesta dirigida al público adolescente y joven que los trate como seres inteligentes. Y no como si fueran fanáticos abducidos por los actores o cantantes que triunfan esta semana.

Por cierto, los títulos de crédito finales son muy buenos.

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