29 de marzo de 2024

Críticas: Los juegos del hambre

El éxito de la taquilla norteamericana y auténtico fenómeno del arranque del 2012 llega a nuestra cartelera.

¿Por qué? ¿Por qué Los juegos del hambre? ¿Por qué esta película ha alcanzado el Olimpo del triunfo desde una exitosa apertura del box office hasta un dominio durante cuatro semanas consecutivas? ¿Por qué Los juegos del hambre ha quitado el hambre cinematográfica al gran público en el inicio de 2012? Es cierto que en el arranque del presente año la adaptación de la primera parte de la trilogía de Suzanne Collins tenía opciones de ser una de las películas destacadas en la taquilla norteamericana e incluso internacional. Pero nos encontramos en el año del fin del mundo y de estrenos sonados como Prometheus, Skyfall, El legado de Bourne, Hombres de negro 3, Desafío total, El Caballero Oscuro: La leyenda renace, Dark Shadows, The Amazing Spider-Man, Los Vengadores, La Saga Crepúsculo: Amanecer – Parte 2 o El Hobbit: Un viaje inesperado, que parecían completar el concurrido top 10 del taquillero mainstream. Como siempre, las apariencias engañan.

Pero nuevamente en este punto se repiten las preguntas iniciales. ¿Por qué Los juegos del hambre ha marcado el listón que deberán superar las anteriores rivales? Es cierto que el contexto marca el camino del éxito. Aquellos adolescentes que han pasado por los colmillos y pelos de ‘La Saga Crepúsculo’ y seguido a la varita de Harry Potter querían algo más. Se han encontrado con una serie de novelas más adultas y que no les tratan como idiotas, con motivaciones de sus protagonistas más viscerales, básicas y directas. Los movimientos sociales, la crisis global, el tercer mundo muriéndose de hambre frente a la ostentación de los países más ricos, el ambiente gubernamental y corporativo reinante, la cultura de los videojuegos y survival-horrors, el poder mediático de la televisión, la invasión de realitys cada vez más radicales, los conflictos actuales y las imágenes subliminales de niños armados, Battle Royale y el manga por bandera… han generado conexiones y paralelismos culturales entre la ficción y la realidad. Incluso la historia de amor (de rigor) está incrustada inteligentemente como arma y herramienta de supervivencia para ‘manipular’ a la audiencia. Tal vez sea el motivo por el que Gary Ross (Pleasantville o Seabiscuit, más allá de la leyenda), también guionista de títulos tan dispersos como Dave, presidente por un día, El regreso de Lassie o Big le dé ese contrapunto de versatilidad.

Realmente Los juegos del hambre tiene truco: es una cinta mainstream que reniega, ya sea por el material original con el que trabaja o por su propia concepción, de ser un producto mainstream. Lo hace desde una mirada indie (desde su tratamiento visual a banda sonora, que incluye temas de Arcade Fire o The Decemberists) y un contexto (y subtexto) claramente político y revelador. La cinta de Gary Ross claramente enlaza con los movimientos Occupy Wall Street o 15M pero utilizando al propio sistema como arma de de rebeldía y cambios. El argumento y personajes dejan claro que esos ‘Juegos del hambre’ son un tributo de una pareja de jóvenes de cada distrito para que sean sacrificados como purgación de un gran pecado mayor y pasado llamado Guerra Civil. Tal y como indica el Presidente Snow lo normal sería ejecutarles delante de las cámaras, pero el juego y truco están en dotar de esperanza la perdición y la tragedia. Esa esperanza que utiliza diariamente el sistema que rige nuestras vidas para ofrecernos una perspectiva de futuro. Me parece curioso que en ese universo distópico que propone Suzanne Collins no exista lugar para la fe y la religión. La televisión y el cátodo se ha convertido en el autentico motor existencial, anímico y espiritual del pueblo. Algo que comparte y coincide el segundo episodio de Black Mirror de de la miniserie de Charlie Brooker, 15 Million Merits, donde se presentaba una sátira sobre los programas de entretenimiento en mundos virtuales que domestican a la sociedad.

Los juegos del hambre plantea una rebelión del condenado a muerte utilizando las escasas armas que tiene a su alcance. Una rebelión que no consiste en traspasar los decorados y huir del encierro y la mentira, como sucedía en El show de Truman, para finalizar y dinamitar el show. No, la película de  Gary Ross  habla de que el sistema debe ser cambiado desde sus entrañas utilizando en su contra las herramientas de las que se sirve. Me parece una película muy inteligente, utilizando primeros planos e incluso el desenfoque y la desestatización de la imagen como arma dramática, narrativa y de manera auto-censuradora. La violencia nos es parcialmente ensombrecida y mostrada de un modo borroso, como contrapunto al morbo que podría generar sus imágenes e historia. El director no quiere que nos fijemos en la violencia (aunque posiblemente al otro lado de la pantalla se pida a raudales) sino en lo que la crea y genera. Es cierto que su espada más afilada en contra se llama Battle Royale y por mucho que la autora de los best-sellers quiera vendernos ese cruce de reality con el mito griego de Teseo y el envío de jóvenes y mujeres para ser despedazados por el Minotauro sinceramente, y en mi particular y personal caso, no cuela. No me lo creo, lo siento. De hecho, el filme perfecto en mi opinión contaría con el prólogo que nos propone Ross y el espectáculo de violencia de Kinji Fukasaku. No obstante, Los juegos del hambre se parece, para bien, a una versión distópica de Winter’s Bone que a una recreación rural y picnic-gore de The Running Man con Arnold Schwarzenegger. Debo añadir, que personalmente, no me ha emocionado y me cae mal. Lo siento, pero me cae mal Los juegos del hambre. Muy, pero que muy mal. Cada vez que voy a meter en el buscador de Imdb ‘Game of… Thrones’ aparece como primera opción The Hunger Games. Lo siento, pero a mi Tyrion Lannister no me lo toca nadie… y menos una Barbie Campera con arco.

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