5 de octubre de 2024

Ecos de Sitges '11

Llegábamos a Sitges con ganas de descubrir joyas escondidas y disfrutar como nunca. Y aunque quizá no se presagiaba esta edición como una de las más potentes de los últimos años, pues el nivel, no sólo en apartado de grandes directores (cuando otras ediciones había ido desde los orientales -Kitano, Miike, To, Ji-Woon, Chan-Wook…- hasta los de género -Romero, Carpenter, Natali, Balagueró…-, pasando por esas apuestas personales del festival tipo Weerasethakul, Noé, Ritchie, Ratanaruang, etc… que no se sabe exactamente donde encajan, y en esta edición se había quedado con una lista de nombres ciertamente sugestiva, pero de lo más escueta en algunos casos, o no demasiado prometedora en otros) donde, como decía, la cosa parecía no llegar tan lejos como otros años, sino también en el de debuts y posibles sorpresas, o Sitges Clàssics, que este año habían disminuido de una forma alarmante (de proyectar Donnie Darko, El exorcista y Metrópolis en 2010, a quedarse éste en I.A. o títulos, aunque para nada desdeñables, no tan representativos como Westworld o War games). Sin embargo, y lejos de lo que se pudiese imaginar, la selección realizada nos ha dejado tanto óperas primas de lo más valiosas, como grandes joyas de directores ya consagrados, o que precisamente ahora entran en una etapa de madurez.


Empezando con la SO -Secció Oficial- (de la que ya haremos un amplio resumen en breves, comentándola y hablando sobre el premio concedido a Kevin Smith), cabría destacar la inclusión de filmes como Hara-Kiri: Death of a Samurai, The Yellow Sea o Guilty of Romance, que comparten la peculiaridad de ser autores orientales en auge (desde la prolongada carrera de Miike, que ahora alcanza su faceta más sobria, el éxito de Na Hong-jin o el periplo del ya director de culto Sion Sono) y de compartir un espacio en el que, edición tras edición, este festival parece implicado y comprometido como el que más. Por otro lado, nos topamos con algunos de esos cineastas que son capaces de hacer las maravillas (o no) de un público entregado: con Xavier Gens a la cabeza (que ya causó polémica con su Frontière(s), y nos traía la tan celebrada como odiada -no podría ser de otro modo- The Divide), Lucky McKee (que propició, con The Woman, una de las bizarradas del festival) o Bustillo y Maury (tras su amada y detestada a partes iguales A l’interieur, traían bajo el brazo Livide). Tampoco se ha olvidado el Staff de incorporar alguno de esos míticos directores que, o bien volvían al género que les dio la fama (Dick Maas con Saint), o se dirigían a otro ante la escasez de ideas de los últimos años (el ganador, Kevin Smith, que ha pasado de la comedia al terror con Red State), ni de traer esos ansiados debuts que cada año producen más urticarias o proyectan más aplausos. De esta edición, cabe destacar fantásticos trabajos como la pseudo-distopia Carré blanc, una terrible y angosta película donde la más cruda competencia está a la orden del día, o la lisérgica Bellflower, en la que se demuestra que una mixtura de géneros puede ser tan intensa y sugestiva como desee. Punto aparte para esos pequeños ramalazos de género que siempre se saca Sitges de la manga (este año, destacaron Juan de los Muertos, Emergo y Lobos de Arga), esas inclusiones tan curiosas que realiza en ocasiones (Ocelot con su Les contes de la nuit) o esos productos del hype vía internet (la gran triunfadora a nivel de público y Premio especial del jurado, Attack the Block, o la noruega The Troll Hunter).

 

Siguiendo con el balance, y entrando en la SOFP (Secció Oficial Fantàstic Panorama) hay que destacar el enorme esfuerzo por conferir tanto la calidad como la disparidad necesarias para contentar al mayor espectro de público posible. Y es que, sólo dirigiéndome a las películas que servidor ha tenido ocasión de disfrutar, nos encontramos con un destacable thriller de tintes políticos sobre la psicosis y la paranoia ante un posible virus (Contagio), un notable drama -que, a ratos, incluso se siente algo intimista- con aroma de thriller y secuencias de acción tan impresionantes como contundentes (Drive), un retrato crudo y complejo en el ámbito de la animación, con pasajes que te encogen el alma (Tatsumi), una suerte de relato gótico-vampírico con un humor tan particular como finalmente purificador para el propio film (Twixt) o un trabajo denso, desolador e hipnótico -como suele ser el cine de Béla Tarr- sobre el fin del mundo (The Turin Horse). Hablando sobre el fin del mundo (una de las temáticas del festival, junto con la inteligencia artificial), también nos topamos con ese peculiar drama que Von Trier compone a dos bandas en Melancholia, y culmina de modo atronador. En otro ámbito, también encontramos talentos patrios, con nombres que van desde auténticas revelaciones de los últimos años -ya sea en campo de largo o cortometraje- como Nacho Vigalondo (Extraterrestre) o Chapero-Jackson (Verbo), o autores cada vez con más peso, como Balagueró que presentó la, a ratos, negrísima y casi todo el tiempo disfrutable Mientras duermes, o López-Gallego, que hizo lo propio con la desequilibrada, pero realmente interesante a nivel conceptual Apollo 18. Eso, claro está, sin olvidar nombres míticos como el de John Landis (Burke and Hare).

 

Continuando con una de las secciones que, como bien comentaba al principio, cada vez ha ido cobrando más importancia (pese a los cambios), nos topamos con la SOFPCA (Secció Oficial Fantàstic Panorama Casa Àsia), donde destaca la inclusión de los habituales thrillers coreanos (The Unjust, Haunters..), la que se suponía podía ser la Monster movie del año, Sector 7, que aconteció en un criminal amontonamiento de tópicos y personajes tan mal trazados como presentados, culminando con un estéril espectáculo de FX mal integrados y secuencias peor resueltas, y el pequeño grano de arena que Shimizu (el director de Ju-on), va aportando año tras año, éste con Tormented. De todos modos, nada sería igual sin mencionar una de las auténticas sorpresas del festival, y es que la indonesia (sí, como lo oyen, indionesia) The Raid proporciona un espectáculo convincente, brutal y directo de acción a la oriental, donde el director no se pierde intentando atar cabos o conferir burdos giros, y su film emerge como una de las auténticas revelaciones del año.

 

Con Noves Visions (NV) nos topamos, como cada año, ante un buen puñado de propuestas decididas a remover al espectador en su butaca y no conformarse con la simple indiferencia. Partiendo de la subsección Ficció, probablemente lo más esperado de ésta, ha terminado siendo del todo decepcionante. En primer lugar, del azuzador Koen Mortier (Ex-drummer), nos llegaba desde Bélgica 22nd May, su nuevo film, dispuesto a realizar una radiografía sobre los atentados, revirtiendo algunas de sus claves, pero haciendo demorar en exceso unas reflexiones y conclusiones que, por mucho interés que puedan tener (más a nivel narrativo-experimental que temático), se empeñan en retorcerse excesivamente. El otro desencanto llegó con Night Fishing, una auténtica paranoia donde, amén de sacar partido a unas texturas de lo más interesantes partiendo de la base que fue rodado con un iPhone, Park Chan-Wook se queda en la más absoluta nada. Pese a ello, y continuando con esta subsección, Ferrara logró alzar el vuelo tras unas cuantas cintas consideradas fiascos y componer un mosaico intimista y de un dramatismo tan contenido como particular con su 4:44 Last day on Earth, mientras Boe despertaba su faceta más singular con Beast, con un trabajo de sentimientos viscerales. Del continente asiático, Hong Sang-Soo seguía en su línea de comedias más ligeras -por así decirlo- con The Day He Arrives, que nos acerca a una reflexión en torno a un autor cuya autoría se pone en entredicho (todo, claro está, explicado a través de relaciones, alcohol y demás filias del cineasta coreano), Tsukamoto lanzaba otra auténtica paranoia a través de su Kotoko, y Shunji Iwai se perdía en licencias pseudo-poéticas con su desaprovechada Vampire. A destacar, quizá, el debut de Michael P. Roskam (Bullhead) que, aun y faltándole un contrapunto más explosivo, explora las miserias de un personaje de pasado trágico e inexorable existencia.

 

De la siguiente subsección (Dark Ficció), hay que destacar la enorme cantidad de películas por episodios (Kaidan Horror Classics, con algunos de los autores orientales de más renombre, como Koreeda o Tsukamoto, Little Deaths, un collage compuesto por tres promesas del cine británico o The Theatre Bizarre, donde destacan nombres como Tom Savini, Richard Stanley o Doulgas Buck, en un film de género con la inestimable presencia de Udo Kier entre episodio y episodio). Dejando a un lado la enorme cantidad de talentos presentes en ellas, la divertida, peculiar y discursiva Kill Me Please tampoco se quedó atrás, y quizá se lamentó en cierto modo que Midnight Son (producida por Eduardo Sánchez, de El proyecto de la Bruja de Blair) dejase una tan interesantísima idea  al margen de una presentación y desarrollo tan burdos. Del siguiente apartado, Discovery (también perteneciente a NV), se puede destacar una de las joyas del festival, Beyond the Black Rainbow de Panos Cosmatos (hijo del director George P. Cosmatos –Rambo II, Cobra-) que, lejos del camino paterno, sorprende con una película absolutamente ambiental y atmosférica, en la que los juegos de texturas también se dan cita, y la disección de un mundo artificial y, supuestamente, distópico da con las claves de uno de los grandes descubrimientos de género (en este caso, sci-fi) de los últimos años. Ah, y ojito al papel de malo con que se destapa Michael Rogers. De entre el resto de la selección, Hellacious Acres destacó entre los que se enfrentaron a ella como una de las marcianadas del festival, sin apenas diálogos y con una buena dosis de paciencia por parte del espectador, e Invasion of Alien Bikini como otra de tantas bizarradas a las que nos tienen ya acostumbrados los orientales. Culminando con NV (No ficció), a destacar la intencionalidad en la ruptura del discurso de Kim-Ki Duk en Arirang, pese a unos minutos finales que hacen pensar que el coreano haya podido ver demasiadas películas de ese Kitano lisérgico pre-Outrage, el buen hacer del segundo largo documental de James Marsh, Project Nim, que constituye una buena pieza de reflexión, pese a la ligera decepción que puede suponer tras la excepcional Man on Wire, y la inclasificable Resurrect Dead: The Mystery of the Toynbee Files, que a través de una mera anécdota, realiza un más que interesante y potente análisis sobre la influencia de los medios y la ruptura de esa influencia con la intención de dar a conocer un mensaje, sea el que sea.

 

Para culminar con este cuasi exhaustivo análisis, la sección Anima’t trajo consigo muchísimo anime (entre los que se encuentran nuevas entregas de Fullmetal Alchemist o Trigun), y Ronal The Barbarian, de un trío danés con ya cierta experiencia en el mundo de la animación. En cuanto al Midnight X-Treme, destacaría de entre lo poco que pude ver Dark Souls, un nuevo y extraño acercamiento al género con ganas de contar una historia que podría haber sido la misma de siempre, acogiéndose a otras claves, y, cómo no, The Victim, en la que la víctima termina aconteciendo el pobre espectador debido a unas pobrísimas interpretaciones, diálogos y dirección de un agradecido Biehn que recibió el premio La màquina del temps, pero debió tomarse más a la ligera un film en el que ni siquiera hay tres frases dignas de mención.
No nos olvidemos, sin embargo, de esa Eva que inauguró el festival con buena nota, y de esa Sesión especial donde se enmarcó una de las mejores películas del festival, The Artist, un film mudo realizado con imaginación, mimo y muchísimo talento (en especial, el de sus dos protagonistas con un maravilloso Jean Dujardin), así como de una Sesión sorpresa (Killer Joe) que nos deparó, en efecto, una de las auténticas sorpresas de la jornada con un thriller rural dirigido por un Friedkin en estado de gracia y un final completamente lisérgico y desbocado, o una clausura con The Thing, que más que decepcionar, sorprendió por las tablas y la sobriedad con que está dirigida, pese a beber tantísimo de su predecesora y atar esta precuela (que realmente lo es) con la peli de Carpenter de modo tan dudoso, aunque se agradezca la intención. En definitiva, una clausura que quizá podría definir a grosso modo el festival: arrancó con interés, sorprendió como pocos pensaban que lo haría, y culminó con un arreón bien calculado entre créditos, aunque el fundido a negro nos dejase tan fríos como lo estuvimos al despedirnos, pensando que nos habíamos enfrentado a una de las mejores ediciones desde que servidor tiene el placer de asistir, pero a sabiendas que hasta el año próximo, nada volverá a ser lo mismo. No sin Sitges.

3 comentario en “Ecos de Sitges '11

  1. Al próximo que me acuse de parrafero viendo lo que hace Grandi, lo mando a hacer puñetas XDD

    PD. Te ha quedado muy bonito el artículo. Luego lo leo con más calma :_

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