Documentales que parecen dramas de ficción, documentales sobre familias disfuncionales y países en transición. Día de documentales en el FICXixón… y un gran día, por cierto.
Sin una sola voz en off ni tampoco una entrevista a lo largo de su metraje, se podría pensar que Vol Special es la dramatización filmada de unos hechos reales, una especie de puente entre el drama con critica social y el documental puro y duro. Precedida de bastante polémica, puesto que en el pasado Festival de Locarno, el presidente del Jurado la tachó de «fascista» (debía haberse tomado unas copas de orujo la noche anterior, si no no se explica) pese a lo cual obtuvo el premio del Jurado Ecuménico. Y es que Vol special, sin cargar las tintas ni alzar el tono en ningún momento, nos muestra la realidad de la política migratoria de un país como Suiza, en el que los extranjeros considerados como ilegales son llevados a centros de detención especiales en donde son retenidos hasta dos años (sin haber cometido un delito, entiéndase) a la espera de ser expulsados de vuelta a sus países, retorno que, en algunos casos, supone una sentencia de muerte. Lo que acojona de la película es la suiza corrección con la que se hace todo, partidos de fútbol, canciones, charlas, palmaditas en la espalda, incluso el centro (no lo llamen cárcel) se llama Frambuesa (?) en el intento de dulcificar lo amargo, en definitiva, amables funcionarios suizos que te dan un abrazo y luego te envían a la muerte en unos vuelos en condiciones infrahumanas a países donde abundan los hijoputas con AK-47 o machete, elijan ustedes, acojona y mucho.
Por no perder el tono, Michael, del director austriaco Markus Schleinzer tampoco intenta adoctrinar en el espinoso tema que toca y es que Michael es ese tipo que seguramente conocen, de los que no hablan demasiado porque no tienen mucho que decir, de los que no son precisamente el alma de la fiesta, de los que cumplen en su rutinario trabajo, de los que a veces olvidamos el nombre, ya saben, un tipo de esos, gris, vulgar. De todas maneras Michael tiene un secreto que le aleja de la normalidad, un secreto que tiene 10 años y vive encerrado en el sótano de su casa. La película siempre es narrada desde el punto de vista del pedófilo, obviando la mirada de la víctima, suponemos que eso hará que bastantes espectadores no se involucren emocionalmente con ella. La intención del director al hacerlo así suponemos que es mostrar que el monstruo puede ser cualquiera, tal vez su compañero del cubículo de al lado y que siempre se sienta solo a tomar el almuerzo, el terror no tiene forma o puede ser la que menos se esperan, los monstruos no siempre son tan fáciles de identificar.
Documental de los de tirar de material de archivo es The blackpower mixtape 1967-1975, material que nos muestra diversos reportajes filmados por reporteros suecos que ilustran el movimiento de liberación afroamericano en los EEUU en ese convulso periodo. Así podemos observar la formación y crecimiento de las diversas corrientes dentro de la toma de conciencia de la comunidad negra, las más revolucionarias como los Panteras Negras o la nación del Islam, o las partidarias de la no-violencia cercanas a Martin Luther King, las reacciones ante el asesinato de este último, entrevistas a personajes destacados como Angela Davis, las protestas en contra de la Guerra de Vietnam o el impacto de las drogas en barrios tan significados como Harlem, siempre a través de esos reporteros suecos que, al no ser naturales del país, pueden observar las cosas desde su personal idiosincrasia. Sin duda resulta de lo más interesante observar la gestación de dicho movimiento que, en cierta forma, ha conseguido llevar a la Casa Blanca a un presidente de su raza, lo que en pasado el tiempo se ve bastante impresionante, vistos los hechos en perspectiva.
Whore’s glory es un acercamiento a la prostitución en tres lugares del mundo, obra del director austriaco Michael Glawogger, que, como ya pudimos observar con Contact high, se aleja del tópico del cine centroeuropeo pulcro y gélido narrativamente. Whore’s glory se divide en tres partes, en tres lugares del mundo, en tres formas de entender la prostitución, Thailandia donde la cámara bulle al vibrante ritmo de las ciudades orientales, una pecera de cristal sobre la calle, lásers para llamar la atención, escaparates con chicas numeradas que entienden el negocio de una manera desenfadada, natural incluso socialmente aceptada. En Bangladesh en cambio meterse a puta es una mera cuestión de supervivencia, se percibe el hambre amenazante como un fantasma cercano, la cámara de Glawogger se introduce en un ruinoso edificio, llamado (suena irónico viéndolo) La ciudad de la alegría, todo el alegre desenfado sexual thailandés se diluye aquí en una triste competencia, forjada en gritos y empujones, para conseguir los clientes necesarios para poder vivir un día más, es curioso observar también los tabúes sexuales en un país de religión islámica como Bangladesh, incluso en aquellas que hacen del sexo su negocio. En último lugar nos detenemos en Méjico, aquí tenemos otros matices del tema no observados en los otros burdeles como la desasosegante presencia de la droga, coches con hombres solitarios y mujeres que se ofrecen en calles desconchadas y sin iluminar, ellos y ellas rindiendo culto a la santa muerte. En resumen, Whore’s glory no resulta sólo brillante por lo que cuenta sino por como lo cuenta, una obra donde los lugares en que se desarrolla cobran protagonismo hasta ser un personaje más, un triste ámbito en una película que sin emitir juicios muestra todo lo que debe ser mostrado.
Jonathan Caouette ya tuvo una vibrante acogida en el 2004 en el FICXixón con Tarnation en la que narraba su peculiar relación con su aún más peculiar familia. Ahora en el 2011 Caouette volvía a Gijón con Walk away Renee que es, en cierto sentido, la segunda parte de aquella obra. Caouette se libra de cualquier pudor personal para contar un viaje, el suyo propio y el de su madre Renee (enferma de esquizofrenia), desde la casa común para enfermos mentales en Houston en la que ella vive, hasta Nueva York. La obra supone una suerte de exorcismo, de liberación de fantasmas personales, con una sinceridad brutalmente aterradora. El director tejano, obsesionado por registrar toda su vida con una cámara, hace gala de un vibrante y musical montaje para contarnos sus esfuerzos por otorgar a Renee una vida digna de ser considerada como tal, una mirada, en definitiva, a los enfermos mentales y su problemática que resulta imposible no devolver.
Aunque la principal baza de Walk away Renee sea su desgarradora sinceridad, ciertos momentos me parecieron demasiado íntimos para ser mostrados (se me ocurre una discusión entre su madre y su abuelo, antes de acostarse). Aún así, es necesario por ser el pilar de la obra. Una de las películas que más disfruté (a pesar del momento cósmico).
Sí, me recuerda a El desencanto en ese sentido, no en el formal obviamente si no en el de exponer las ruinas familiares sin tapujos.