19 de abril de 2024

Border Incident (Anthony Mann, 1949)

«Además de asfalto y acera, el underworld también puede estar lleno del polvo de la frontera»

 

Antes de grabar su nombre con letras de oro en la enciclopedia del western, Anthony Mann, el que se llevo debajo del brazo a Sarita, dejó durante tres años, entre 1947 y 1949, una serie de películas que marcaron claramente el devenir del género negro, sobre todo en  su vertiente b. Unas cuantas de estas obras –T-Men, de 1947, Raw Deal, de 1948 o este Border Incident, de 1949- contaron con la colaboración del excepcional fotógrafo de origen húngaro John Alton. Ambos dieron forma al film noir más realista, al del tono documental más marcado y que lanzó definitivamente al género tras la guerra mundial. Decía Alton, que venía de hacer cine en Argentina y, mucho antes, de ser el director de fotografía para Lubistch en El Príncipe Estudiante, de 1927, que le gustaba trabajar con Mann porque no ponía trabas a su trabajo y que, por el contrario, le exigía siempre su particular estilo, sin vacilaciones.

 

«Éste es el Canal. Recorre kilómetros del desierto a lo largo de la frontera California-México. Un monumento para la vista, el canal es una arteria acuífera que da vida y alimenta el imperio granjero del Valle Imperial de California del Sur. De este páramo desierto, la industria humana hizo un jardín floreciente. La industria granjera del Valle Imperial es estupenda. Aquí, un simple campo de zanahorias, lechugas, lino o melones puede valer medio millón de dólares. Este grandioso imperio agricultor es importante para todo E.E.U.U. La naturaleza nunca espera. Cuando la cosecha está lista, hay que recogerla. Se necesita mano de obra. Un ejército de peones de granja debe estar a disposición. Y este ejército de peones proviene de nuestro vecino del sur, México. Porque el Valle Imperial de California, como muchas otras áreas granjeras del gran sudoeste, depende casi en su totalidad de la mano de obra mexicana. Estos obreros preparan la tierra y cosechan lo que será nuestra comida. Y así, a lo largo de toda la frontera desde Texas hasta California los peones granjeros mexicanos, braceros los llaman lo que significa «los que trabajan con sus manos y sus brazos”,  esperan del lado mexicano a ser autorizados a recibir los codiciados permisos americanos, o tarjetas de cruce. La mayoría de estos braceros obedecen leyes de ambos países y esperan en la frontera para ingresar a E.E.U.U. legalmente, bajo el tratado firmado entre los gobiernos de ambos países. Pero hay otros braceros que entran y salen ilegalmente, que saltan el cerco. Estos ilegales trabajan en E.E.U.U. por un tiempo y al regresar a México son asaltados por ladrones que infestan ambos lados de la frontera. Es este un problema de sufrimiento e injusticia del que ustedes deberían saber. El siguiente caso se basa en información factual suministrada por el Servicio de Inmigración y Naturalización del Departamento de Justicia»

 

Con este planteamiento inicial, la historia nos presenta a Pablo Rodríguez  (Ricardo Montalbán) y Jack Bearnes (George Murphy), dos agentes, cada uno de un lado de la frontera, que se disponen a iniciar una operación que debe acabar con la mafia que se dedica al tráfico de trabajadores mexicanos hacia los Estados Unidos. Pablo Rodríguez se hará pasar por un  trabajador ilegal para seguir desde dentro, como infiltrado, todo el mecanismo que rige el funcionamiento del tráfico de personas entre los dos países. Mientras, Bearnes, estará cerca de los pasos de su compañero, actuando además de enlace con los mandos superiores. Ambos ya habían colaborado anteriormente en la frontera entre Texas y México, con lo que conocen a la perfección los métodos y códigos de estas bandas. El plan, acordado por ambos gobiernos, empieza pronto a dar sus frutos.

 

Pablo descubre pronto la vertiente mexicana de la banda, dos desalmados personajes, Zopilote y Cuchillo, que reciben el dinero de los ilegales y se encargan de transportarlos a través de la frontera para dejarlos en manos del otro entramado, el que coloca a los espaldas mojadas en las diferentes plantaciones dispuestas a usar mano de obra a precio de costo, sea cual sea su origen. Bearnes por su parte, y haciéndose pasar por un falsificador, contacta con el verdadera cabeza visible del entramado criminal: Owen Parkson (Howard Da Silva). Parkson, desde el lado de los States, dirige con mano firme la organización. Bearnes le ofrece a Parkson la posibilidad de hacerse con unos permisos falsificados y que acabarían con el problema de escasez al que se enfrenta la organización. Mientras, Pablo ya ha llegado al rancho en el que Da Silva lanza a sus ilegales, ya en territorio de los Estados Unidos. La falta de papeles retiene a Pablo y el resto de mercancía en el rancho, aprovechando éste para recoger pruebas de la brutalidad a la que son sometidos los trabajadores mexicanos. La mano ejecutora con la que Parkson lleva su negocio es el implacable Jeff Amboy (Charles McGraw).

 

El doble juego de Bearnes es descubierto por Parkson quien acaba con el agente ante los ojos de su compañero quien, impotente, sigue esperando en el rancho el momento de poder llamar a la caballería, acabar con Parkson y liberar a sus compañeros ilegales, con los que la empatía comienza a ser cada vez mayor. El sadismo con el que Parkson ejecuta al agente americano deja muy a las claras que este underworld, aunque no se mueva entre rascacielos y mobiliario urbano, puede ser tan negro y oscuro como cualquier otro. Con la llegada de los federales, Parkson, Amboy y los suyos, junto con los braceros que escondían en su rancho, huyen rumbo a México. Con la muerte en los talones, Amboy traiciona a Parkson a quien además ejecuta en medio de una emboscada que, de nuevo, tenía preparada el capo junto con su conexión mexicana en el desfiladero en el que asaltaban una y otra vez a los ilegales que volvían, con sus bolsillos llenos, de la tierra prometida. Los malos han caido y los cebos han funcionado, aunque uno de ellos terminara en el estómago del tiburón.

 

Si bien las soluciones planteadas por el estrecho guión de Higgins, junto con el afán propagandístico que evidentemente rezuma la producción, pueden resultar poco creibles hoy en día, no es menos cierto que los problemas planteados siguen teniendo una actualidad cuanto menos sorprendente. Los espaldas mojadas siguen existiendo, existieron y, por lo que parece y desgraciadamente, existirán. El argumento nos expone con claridad meridiana que esto es un problema que se extiende a ambos lados de la frontera y que solo con la colaboración se pueden conseguir resultados. Esto lo sabemos también aquí, aunque haya unos kilómetros de agua salada en medio. La obsesión que atrapa a Mann por reflejar con el verismo más absoluto esta historia lleva al espectador a conocer perfectamente todos los cabos que unen el entramado mafioso y los métodos que la sociedad impone para intentar acabar con ellos. Analizado fríamente es un realismo bastante adoctrinador, que no se preocupa por el «que pueda parecer» sino por el problema en sí y por su solución. Pero también es un realismo gratificante en el sentido de que muestra a unos personajes con comportamientos atormentados y que no vacilan en hacer uso de una violencia extrema. El paradigma de este caso es el personaje de Charles McGraw, cuyo rifle amenazante no entiende de autoridades ni de jefes.

 

Es evidente, por otra parte, que la fotografía de Alton eleva las películas de Mann y, vistas hoy en día, dan explicación clara a lo que supuso esta serie negra para el género. La iluminación de Alton no es simplemente algo visual, un elemento más para la puesta en escena. Los ambientes creados son personajes intangibles que hablan por sí mismos y que hunden a los demás entre unas luces y sombras que se mezclan maravillosamente. Objetos fantasmales que se desplazan, figuras que se funden en escenarios opresivos y blancos que se confunden con grises para ahogar al espectador de la misma manera que hunde a los personajes. Hay escenas magníficas, conseguidas por la cámara pero también por la fotografía. La muerte de Bearnes bajo una cosechadora conducida por Parkson, la lucha final de Pablo Rodríguez por no morir arrastrado en las arenas movedizas o las apariciones siniestras de los bandidos mexicanos son una excelente muestra de las poderosas imágenes que se extraen de este film de Mann. La fotografía de Alton, como he leído por ahí, está simplemente dibujada con luz y ponen un broche de oro a una película que completa la serie de Mann en el cine negro dejando un legado que sirvió de base al noir de serie b que se desarrollaría brillantemente durante la siguiente década.

 

Los protagonistas:

El bueno: Pablo Rodríguez (Ricardo Montalbán)

El compinche:  Jack Bearnes (George Murphy)

La mafioso: Howard da Silva (Owen Parkson)

El criminal: Charles McGraw(Jeff Amboy )

 

Frases para la historia:

Pablo Rodríguez: «Todo es simple si uno tiene valentía y sabiduría»

 

Ficha en FA: http://www.filmaffinity.com/es/film800582.html

Ficha en IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0041198/

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