Ésta es una crónica-crítica del advenimiento de zombis cubanos que invadieron parte de la capital madrileña el pasado 4 de enero con la premiere-exclusiva-de-la-muerte de Juan de los Muertos.
Después de su paso por los Festivales de Toronto, Sitges, Austin, San Sebastián, Mar de Plata, Leeds, La Habanay el Fantastic Fest (puede que me haya comido a bocados alguno) Juan de los Muertos llegó a la capital española bajo una acechante y eficaz campaña previa viral. Un día antes de la Cabalgata de los Reyes Magos tenía lugar un Zombi Walk por las gélidas y víricas calles de Madrid (un alto porcentaje de la población hemos padecido un híper-contagioso-virus-griposo en cualquier tipo de amplitud durante la presente semana). Después, y ya entrada la atemorizante noche, el preestreno con Nacho Vigalondo como maestro de ceremonias y ‘apadrinador’ oficial de la nueva criatura mutante-cubana. Sí, el ‘padrino’ mencionó tres palabras claves asociadas a su celebridad: Austin, Twitter y Holocausto. Nadie pidió su cabeza porque había otro problema menos virtual: la pésima organización (coladero de zombis, amiguitos de los zombis, amiguitos de los amiguitos de los zombis y, por supuesto, marujas fans de Antonio Dechent) causó que hubiera más personas que asientos. El ‘excedente humano’ tuvo que abandonar la sala, no sin unas disculpas y entradas para el estreno comercial. Yo pensaba que en ese momento de clímax de indignación y tensión se produciría el inicio de una Apocalipsis Zombi o una revisión actual de Demons de Lamberto Bava. Es decir, un breve pero intenso amotinamiento con destripamiento de organizadores, responsables de la sala y aledaños humanos con algún pezón de famosa-de-photocall en el menú… Lamentablemente, al igual que la película de Alejandro Brugués, me quedé con las ganas.
A nadie le amarga devorar un cerebro y lamerlo brevemente entre succión y succión porque, seamos sinceros, es beber y alimentarse de cultura… aunque sea de otro. Es la filosofía zombi, un movimiento global en toda su amplitud. Ríete del 15-M y de los indignados de Wall Street. Bueno, mejor cómetelos vivos y luego ríete de ellos. Lo único que puede acabar con el reparto indígnate de la riqueza, de regenerar una democracia real y que se acabe de una vez el Gran Hermano en España es una Apocalipsis Zombi. Sí, los zombis son la única población en la que no hay clases sociales, ni un degradante reparto de los bienes, donde la economía está centralizada y uno puede acceder libremente a cualquier propiedad privada para comerse a sus inquilinos capito-imperialistas. Bueno, los zombis y los cubanos… y con esa premisa Alejandro Brugués se ha atrevido a dirigir la primera película de zombis rodada en Cuba.
No se puede decir que sea la primera cubana de zombis porque aparecen en los créditos ‘demasiados’ logotipos vinculados al capitalismo español que tampoco desacreditan la propuesta pero sí la empañan. Esto es más serio y con más medios y presupuesto que Mallorca Zombie, vamos. Para que me entiendan: «la primera película de zombis rodada en Cuba» ha costado 2,1 millones de euros al cambio (¿escribir el presupuesto en dólares para una película cubana no es de mal gusto?) y «la primera película de zombis en Mallorca» 1.500 eurillos… Los resultados y la repercusión, como entenderán, no son los mismos. Pero precisamente es el ‘titular’ que acompaña a Juan de los Muertos su mayor virtud pero también su más notable herida mortal. ¡Vampiros en La Habana! de Juan Padrón cumple este año 27 años. La secuela que hizo en el 2003 ya va a tener 9 añitos… Pese a que su publicidad reza «50 años después del triunfo de la Revolución otra revolución está por comenzar… ¡La revolución de los zombis!» la ‘revolución’ iniciada por George A. Romero cumple ya 42 años… No es cuestión de edad sino de (llegar a) tiempo. El filme de Brugués llega para mordernos con una buena dentada pero tarde. Únicamente ofrece esa virtud respecto origen de filmación de la obra ante antecedentes muy superiores, en los que parece basarse para crear sus resortes cómico-cachondos. Shaun of the Dead, Zombieland, Fido o Planet Terror habían alimentado las entrañas del subgénero zombi bajo la comedia de terror y su mirada icónica a la Serie B. Juan de los Muertos también parece vivir sin saberlo de los momentos más exploitation de la saga Feast, de Dead Snow, de Arrástrame al infierno e incluso hasta llegar al descontrol de Poultrygeist: Night of the Chicken Dead. Vamos a ver, no es tan mala como Una de zombis o Zombie Driftwood, producción amateur del 2010 que se desarrolla en las Islas Caimán, pero pierde mucho fuelle cuando se intenta poner (melo-baboso)dramática y, por lo tanto, seria. Si la cinta se desarrollara en Miami en vez de Cuba hubiera causado absoluta indiferencia, para que me entiendan.
Me interesa la capa crítica-ácido-social de una realidad cubana que toma forma en el cuerpo de ese sobreviviente a cualquier tipo de revolución muerta que tome su país. Pero, sobre todo, en unos protagonistas que son incapaces de identificar a esas criaturas que se han hecho con el control de Cuba: «No son vampiros, no están poseídos, pero definitivamente no son disidentes». Puede que una vez mostrado el mensaje tan sólo quede una cinta de chistes gorrino-cachondos y extorsionadores profesionales que matan a los seres queridos por un módico precio. Todo queda enfundado en un calzador siguiendo las pautas del subgénero de zombis (supervivencia y huida con préstamos del Zombie Revenge de Sega) y me hace pensar en un aliciente mayor para incluirla en cintas que han sido aupadas internacionalmente como 28 días después o [•REC] por sus novedades estilísticas. Juan de los Muertos, por desgracia, no parece una respuesta a las anteriores ni pretende serlo sino simplemente su vocación es ser un entretenimiento-popurrí de Tokyo Zombie con una revisión cubana y sin centro comercial capitalista de Snyder de Amanecer de los muertos. Realmente no hay mucha carne donde hincar el diente una vez se le despoja de su ‘denominación de origen’. Con el tiempo, quedará apilada junto a los descartes del subgénero como esa colección de botellas de ron que están hechas, al fin y al cabo, del mismo cristal. Pero si ustedes son de los que se fijan en la nacionalidad que pone en la etiqueta… bienvenidos a la revolución zombi-cubana.
Escrita por Maldito Bastardo