29 de marzo de 2024

Críticas: 30 años de oscuridad

Nuestro amigo Caith Sith (Pablo González) ha visto un documental de animación nominado para obtener el Goya y quería recomendároslo, os dejamos pues con su crítica.

Resulta irónico que el año pasado fuese el cine más pequeño, incluso aquel que pasa desapercibido por concesiones simplemente genéricas, el que más haya aportado a la escena española. Y es que aunque 2011 fue un buen año para el cine patrio gracias al regreso de nombres propios como Almodóvar, Urbizu o Cabezudo (con su gran miniserie Crematorio), se confirmó por otra parte que algunos temas, tratados por los mismos de siempre, no cuajan. La voz dormida es un ejemplo de cómo un realizador sólido es incapaz de sobrevivir a un material nacido muerto. La otra cara de la moneda es 30 años de oscuridad, un documental con segmentos animados (de ahí su condición de invisible) que trata sobre una situación que se dio en la posguerra (civil, claro) con habilidad y talento, sin sentirse pesada, ni reiterativa, trascendiendo más allá de su idea para posicionarse como un ejercicio cinematográfico de rigor. Valiente y valioso.

Lo que más sorprende del primer trabajo como realizador de Manuel H. Martín es su capacidad para contarnos la historia en un lapso de tiempo tan amplio, sin que dé la sensación de ser un resumen ni extralimitarse con los detalles. Mediante la combinación de distintos formatos (animación, imágenes de archivo, entrevistas) conocemos la historia de varios hombres (aunque se centra en concreto en el caso de Manuel Cortés) que tras la Guerra Civil debieron esconderse por un periodo de hasta treinta años para evitar ser asesinados o separados de sus familias. Son las historias de los llamados «topos», escondidos en vida, que debieron salir adelante como buenamente pudieron y superar mil y un problemas (desde los propios de la convivencia familiar hasta otro tipo de problemas por el prolongado tiempo de encierro).

Lo que logra Martín es que su narración sea clara y concisa, sin irse por las ramas. Las aportaciones en forma de entrevistas son valiosas (porque ponen en contexto y educan) aunque el verdadero motor del documental es esta historia contada con animación limitada pero sumamente expresiva y que hace parada en la personalidad, y el caso, del mencionado Cortés, un hombre que debió abandonar su vida (era alcalde de su localidad) para salvarse a si mismo y a su familia, formada por su mujer e hija. Hay ciertos instantes como el episodio en el que se explica cómo vivía tras una pared sin que su hija fuese consciente de su existencia, o aquel en el que explican una huida nocturna, que dan entidad y fuerza a un relato que por lo general mantiene el interés en todo momento.

El drama está bien diseminado y no cae en el trazo grueso, consiguiéndose esquivar momentos en los que se busque manipular al respetable (al contrario de lo que ocurría en la citada película de Benito Zambrano). Es así un trabajo ejemplar, que en su condición de pequeña película trasciende y llega más lejos tanto por la forma en que aborda su temática (las imágenes de archivo complementan al resto y no son simples pegotes) como a la hora de explicar (y explicarse) de cara al espectador. Notable trabajo, pues, que junto a Arrugas conforma un pack perfecto para entender el ‘nuevo cine español’ de animación (aunque en este caso, sólo de forma parcial) más enfocado a un público adulto y decididamente no infantil, utilizando esta técnica como medio y no como fin.

Hace unos años surgió un documental llamado Waltz with Bashir que denunciaba un hecho histórico en Israel y que, de algún modo, parece haber servido de inspiración a la película de Manuel H. Martín. Su trabajo no es tan sobresaliente pero desde luego abre la puerta a otro tipo de producciones en España. Nominada al Goya al mejor documental… difícilmente puedo pensar en otra opción para ganar la estatuilla, al menos en términos de calidad. Si lo ganará o se quedará a las puertas lo sabremos bien pronto, pero la evidencia es la siguiente: que 30 años de oscuridad está destinada a perdurar, a pesar de que le juegue en contra el formato elegido (documental parcialmente animado), porque ya se sabe, «los dibujitos son para niños». Si fuese una película francesa o de una cinematografía más madura en términos cinematográficos, habría sido estrenada en multitud de salas, se habría paseado por festivales y sería un título de referencia, al menos en su año de producción. Pero esto es España… y, entre todos, tendremos que intentar que 30 años de oscuridad no se convierta en otro ‘topo’ añadido a su historia. Un trabajo muy sólido y reivindicable.

Escrita por Caith Sith

4 comentario en “Críticas: 30 años de oscuridad

  1. Con críticas tan chulas como esta, al tito Sith se le perdona incluso que escriba en Meri. Me han entrado unas ganas locas de ir a ver la peli.

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