16 de abril de 2024

Críticas: Cocodrilo, un asesino en serie

Como no todo son joyas y clásicos, nuestro lado cachondo sale a flote para hablar de una de esas pelis con bicho. Esta vez, nos ataca un cocodrilo gigante asesino. La pena es que una idea tan socorrida (la del/los animales que se dedican a atacar personas) como generosa en diversión (véase Ovejas asesinas o Piraña 3D) y tensión (véase Tiburón o El territorio de la bestia), no dé sus frutos en una película que se dedica demasiado a enredar con otros asuntos que no sean cocodrilos asesinos. Y eso no es lo que queremos ver.

Comenzando, además, por un título (Primeval, que será el que usaré a partir de este momento en lugar del bochornoso Cocodrilo, un asesino en serie) que alude directamente a los seres más primitivos de nuestro Planeta Tierra y no da margen de error a pensar que vaya a ser una película donde el humor sobresalga con frecuencia premeditadamente, el film de Katleman se embarca en una tarea de lo más complicada: presentarnos un gazpacho en el que los protagonistas, además de enfrentarse a un cocodrilo de considerables dimensiones, deberán lidiar con la situación actual del país -Burundi-, que no es exactamente la más propicia para ir a hacer un publi-reportaje sobre el animalico y su caza. El principal handicap que se le presenta aquí al director es el hecho de no saber decantar su película hacía ninguno de las dos vertientes propuestas, pues tan pronto les ataca el bicho en cuestión como aparecen guerrilleros de la nada para que Dominic Purcell pueda lucir su pecho-palomo rasurado (aunque, a decir verdad, esto sucede durante todo el metraje) y plantarles cara como es debido. El resultado global a nivel narrativo y de ritmo es, en definitiva, bastante torpe, y al final uno no sabe si el cocodrilo se carga a los guerrilleros porque le están jorobando el papel de main star de la película, o porque realmente tiene que haber un cocodrilo asesino que se los cepille puesto que así lo indicaban título, cartel y sinopsis.

Además de ello, también hay que indicar que es realmente difícil tomársela en serio durante cierto momentos (más allá de ciertas bocanadas de humor con cierta mala leche -como lo relacionado con el jefe, o algunas pinceladas sobre la situación del país-), más cuando su primera secuencia es la de una rubia investigando unas fosas comunes a la que el cocodrilo arrastra hacía el agua, y los soldados de la ONU empiezan a disparar sin ton ni son. Vamos, que si no la mata el animalejo en cuestión, ya la matarán ellos. A un arranque que ya desvela sus intenciones (las de ser algo más que peli con bicho) presentándonos esas tumbas, le sigue la introducción de unos personajes que no están mal dibujados del todo, pero que pierden enteros con unos diálogos que en ocasiones superan la estupidez latente en este tipo de films (el «Es una zona en guerra, la gente se dispara» ya es el cúlmen) y que en otras resultan una caricatura excesiva del arquetipo al que representan.

Hablando de esas caricaturas, tenemos en cabeza al ya mentado Dominic Purcell, cuya pose no queda sólo en esos tres botones desabrochados de la camiseta, y se extiende a la interpretación palera por antonomasia, que acompañado por un Orlando Jones (cuanto tiempo sin verle, desde Evolution diría), que es el prototipo perfecto de niggah con una coletilla siempre en la boca y su rincón más humano, completan un tándem de lo más justito que en pocas ocasiones da verdadero juego. Mención aparte para el mítico Jürgen Prochnow, cuyo rol tampoco da para demasiado y recuerda a tantos otros, en especial por su caracterización. Quizá la nota positiva es Brooke Langton, a la que Katleman le pone un pijama bien ajustado de buenas a primeras para que marque ese trasero del que tanto habla Orlando Jones, y que por lo menos nos deleita con su belleza, dejando incluso algunas de las secuencias más destacables (y sanguinolentas) en su haber como el encontronazo con el soldado en el campamento.

Probablemente, la cosa mejore bastante con la aparición del cocodrilo, cuyos efectos especiales resultan de lo más apañados y dan pie a momentos que deleitan por lo espectacular de las mismas y por, está claro, mancharlo todo de cuanto más plasma sanguíneo, mejor. Por suerte, no parece ser esta la máxima con la que juega Katleman (aunque alguna muerte no cocodrilesca innecesaria en primer plano si nos comemos, nunca mejor dicho) y cada vez que el bicho de marras aparece en escena es para ofrecernos algo más que sangre, pues el aspecto visual acompaña y las flipadas (como un cocodrilo corriendo por la sabana) que sólo podrían salir de la cabeza de alguien que haga una peli con bichos, están ahí, para demostrar que el talento no se hace, se nace. También termina resultando un acierto el hecho de meter a unos malos malotes para que haya más carnaza y más deleite, así como los típicos encontronazos que se resuelven sin sorpresas.

En definitiva, puede que Primeval no sea todo lo entretenida que pudiera debido a los saraos que se monta Katleman con ese trasfondo que intenta tocar y en muy pocas ocasiones lo hace con fortuna, pero el hecho de que cuando tiene que llegar la hora de la merienda, lo haga y sin concesiones, le otorga un plus que aunque no la salve definitivamente, sí hace una de esas cintas con las que desconectar durante horita y media, y que sea lo que Dios quiera, aunque ese Dios no sea alemán ni maneje el tiempo bala como nadie.

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