26 de abril de 2024

Críticas: El invisible Harvey

CAH / El invisible Harvey 1

Elwood, un amigo que os quiere.

En un momento de El invisible Harvey, el tosco celador del psiquiátrico donde transcurre gran parte del metraje lee en un diccionario la definición de pooka: «en la antigua mitología de los celtas, espíritu fantástico en forma de animal siempre de gran tamaño que aparece aquí y allá en cualquier instante tanto a unos como a otros. Es benigno y amigo de borrachos y chiflados». Es uno de estos seres (en forma de conejo de dos metros, concretamente) el que da título a la película y el que acompaña continuamente al protagonista, Elwood P. Dowd (encarnado por James Stewart), un hombre de mediana edad excéntrico y con un corazón de oro. En principio, aunque esto no queda claro y no es lo importante, realmente se trata de un esquizofrénico que trae de cabeza a su hermana y su sobrina, dos mujeres ávidas por conseguir un marido para la segunda, tarea casi imposible a causa del escándalo que provoca Elwood cuando les presenta a todas las visitas a su encantador amigo Harvey. Y es que Elwood y Harvey no quieren perderse ningún evento social de la casa, como mínimo, por educación y cordialidad. El resto del tiempo, los dos amigos, el visible y el invisible, andan recorriendo los bares, repartiendo alegría y entusiasmo, como si se tratara de un trabajo que hicieran encantados.

Basada en una obra de teatro de la ganadora del Pullitzer Mary Chase, El invisible Harvey es una fábula sencilla que guarda en su interior una crítica social muy particular y un tanto ingenua, aunque en ocasiones incisiva, en especial en el arranque, próxima al humor de Billy Wilder, si bien mucho menos corrosivo. En los primeros minutos el personaje de la hermana (con una genial interpretación de Josephine Hull que le valió un Oscar) lleva la batuta y nos ofrece unos minutos desternillantes propios de una comedia de enredos sofisticada con alguna pincelada slapstick. Transcurrido el tramo de presentación, la cinta se transforma en una comedia más reposada y tierna, emparentada con esas películas de Capra que buscaban con tanta lucidez el triunfo de la moral.

CAH / El invisible Harvey 2

En algún subrayado innecesario y en la dirección poco depurada de Henry Koster se encuentran los puntos débiles de la película. Sin embargo, la función se sostiene, aunque sin alcanzar la excelencia, si bien en cierto modo se aproxima a ella gracias a un humanismo entrañable y útil para la salud mental de la sociedad. Y es que el mundo ficcional de la cinta, de mirada cándida y un sentido limpio, (aunque en bruto) de la tolerancia y la relatividad de las convenciones, muestra un extremo cambio de roles sociales en el que en realidad los cuerdos están más locos que los propios locos.

Leído de un modo menos radical y más adecuado al tono del film, el subtexto de El invisible Harvey evidencia que todos estamos algo neuróticos, algo ansiosos, algo paranoicos, y que somos más ingratos, más problemáticos y más indeseables que un loco bondadoso e inofensivo, porque lo más importante, lo imprescindible, debería ser la empatía, la amabilidad sincera, la bondad, hacer el bien, prestar atención a quienes nos rodean. Si observamos al personaje de Elwood desde una perspectiva esencial, representa él mismo al pooka, o a otro pooka, en fin, a una idea, a un concepto invisible que, sin embargo, existe: es alto, benigno y busca la amistad y el beneficio de todos los chiflados que poblamos el mundo, aunque a nosotros a menudo sólo nos parezca una excéntrica inconveniencia.

CAH / El invisible Harvey 3

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