Nueva crítica de la Sección Oficial de Atlántida Film Fest. Con el Do-Re-Mi afinado, una furgoneta y toneladas de cerveza se puede buscar el camino del éxito.
Otras cosa es que lo encuentres. El éxito, claro. En este documental nos presentan a Harris Haare (traducido sería «el pelo de Harri»). Un grupo de cinco amigos que viven juntos, beben juntos y tocan juntos en Vorarbelg, un pedacito de Austria.
Lo cierto es que su música suena muy bien, tienen buen ritmo y un líder carismático, esas típicas claves del éxito, sólo les faltaba promoción, y qué mejor para darse a conocer y pasarlo bien que una gira por Europa. Pero no una de esas giras programadas que prometen horarios que cumplir y contratos que cobrar al terminar, ellos sólo se llevaron las ganas, los instrumentos y la mastodóntica furgoneta tuneada para la ocasión que consiguieron en una subasta de E-bay, su nuevo hogar.
Durante el documental se alternan dos tiempos: el actual, en el que nos hablan los miembros de la banda sobre cómo se conocieron, sus motivaciones para el futuro y sus papeles en el grupo a todo color y dos años antes, durante la gira, más concretamente su paso por Barcelona, en un riguroso blanco y negro que nos recuerde que eso fue el pasado. Es el modo de mostrar por parte de Javier Córcoles y Miguel Ángel Tavera con ligereza la evolución en la actitud de todos, más por lo que cuentan que por lo que se les ve hacer en el seguimiento.
Todo está narrado desde un punto tremendamente optimista, que imposibilita en cierto modo ver que realmente los malos momentos son malos, y cuando comparten sus desastres como banda y la inexistencia de disciplina, lo ves como algo divertido y no como un problema a solucionar. Tal vez sea el problema que debería solucionarse en el documental, porque cuentan como algo pasajero el bache del grupo, que suscita un renacimiento, pero no nos lo muestran, es una simple mención que desvirtúa la evolución de estos chicos. Ese exceso de optimismo según para qué puede resultar aterrador, siempre ocurre, pero si nos desaparece la vena quisquillosa, aquí le da un aspecto liviano y pasajero al documental, captando en realidad la forma de ser del grupo.
Porque su carisma radica ahí, en el buen rollo que desprenden, su energía y ese estilo un poco caótico pero siempre festivo, el perfecto refugio para su narración. Una familia grande que disfruta de sus momentos musicales, alabando la vida de músico y admirando a cualquiera que se atreva con el mundillo. Ellos han madurado como grupo, pero el carisma es algo que permanece.
Es un documental imprescindible para aquellos músicos que busquen una guía en la que se explique qué podría pasar si convierten sus sueños realidad, sin ninguna noción de cómo hacerlo, con un vehículo grande donde meter instrumentos y personas apiñadas, y muchas ganas de dar a conocer su música mientras ellos conocen el mundo que hay ahí fuera. El citado mundillo es complicado, pero probar es algo siempre necesario. Para los demás, siempre se agradece conocer grupos nuevos y ver a otros pasándolo pipa con sus tonterías de cada día, si nos tomamos las tonterías (todos deberíamos) como algo bueno.