25 de abril de 2024

Críticas: El arte de amar

Los franceses parecen haberse aficionado a las películas por episodios, y tras Paris, je t’aime y Los infieles, próximamente nos llegará El arte de amar, dirigida por Emmanuel Mouret.

Cuando un cineasta debe enfrentarse a una película episódica, su mayor reto debe ser el de intentar dar la máxima cohesión posible al conjunto, así como el de saber hacer aflorar en el menor tiempo el más amplio abanico de sensaciones que le permita el conjunto, cosa que se antoja verdaderamente complicada, más si nos ceñimos a un tema tan manido como el tratado en El arte de amar. Y es que los franceses todavía siguen removiendo décadas después en una de esas temáticas que han explorado hasta el hartazgo, y en esta ocasión le toca el turno a la infidelidad y el deseo que Mouret retrata de un modo tan sumamente peculiar como infructuoso y agotador en determinados momentos.

Su primer episodio, no obstante, que ya indica la tónica general que seguirá el film y pone encima de la mesa las cartas que jugará, se nos muestra como un sólido arranque en el que la interpretación del espectador pondrá la suficiente mecha al asunto como para hacer de ese sugestivo episodio algo a lo que atenerse para seguirla con más interés del que uno deduciría en un principio que pueda tener una propuesta de este estilo. No obstante, y aunque con el ingenio por bandera y máxima expresión de su comicidad intenta dar una réplica más o menos original durante el resto de metraje, la cosa termina naufragando por motivos más que elementales, y es que tras esas ideas que intentan explorar la relación desde un prisma distinto se siguen escondiendo los mismos defectos de siempre, que no son otros que los de la reiteración de situaciones comunes que echan (en cierto modo) por la borda las posibilidades de un film que apuntaba más alto. Es más, el mero hecho de volver nuevamente sobre historias que ya habían quedado atrás cuando la estructura del trabajo de Mouret indicaba todo lo contrario, parece señalar que ante el poco provecho que se podía sacar a otros relatos, volver al punto de orígen era la mejor solución. O eso, o el finiquito de unas historias que contenían lo mejor del film (Cluzet, la historia de los libreros, etc..) se antojaba necesario para que la propuesta no terminase cayendo en cotas demasiado bajas.

Lo que sí se puede apreciar en el trabajo de Mouret, por otro lado, es la traza del director en el empleo de espacios e iluminación, sacando el mejor partido en fueras de campo muy conseguidos que dan un empaque formal que está un peldaño por encima de lo que se suele estilar en esta clase de películas. Es así como el cineasta galo consigue que, más allá de alguna que otra liviana risa (porque, no nos engañemos, por ocurrente que sea el material de partida, el divertimento queda demasiado lejos) y cierta chispa en el desarrollo de algunos de sus relatos, El arte de amar no termine resultando uno de esos descafeinados films que terminan agotando al espectador antes de hora. Y aunque algún momento de agotamiento sí muestra, su resultado es como mínimo decente para pasar poco menos de una hora y media siendo cómplice al lado de unos personajes que, saquen lo mejor o lo peor de sí mismos, generan la empatía suficiente como para que nos acerquemos a ellos… aunque sólo sea en una ocasión.

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