El actor gaditano Juan Luis Galiardo fallece a los 72 años.
Resulta bastante difícil adoptar un tono impersonal para hablar de la muerte de Galiardo. Para mí, supongo que al igual que para otros de los nacidos en mi generación, su papel de «El Chepa» en Turno de oficio fue uno de los que fueron motor y testigo del paso de la infancia a la juventud, recuerdo imaginar a Galiardo como el guía, el amigo perfecto si alguna vez iba a vivir a Madrid, con la desenvoltura, la elegancia y el savoir faire que los tíos admiramos entre los de nuestro propio sexo. Un Lázaro de Tormes con voz de marqués que lo mismo podía llevarte al fútbol que a un bar de señoritas que fuman y comportarse en ambos con la misma distinguida desenvoltura. Luego supimos que era uno de esos galanes tan abundantes en la balbuceante televisión española de los setenta venidos a más, como el también inolvidable Paco Rabal, alguien que había sabido reinventarse a sí mismo, un superviviente en cierto sentido, que además había superado una depresión que le había tenido al borde del suicidio.
En fin, recordamos a Galiardo como el polimutilado Millán Astray en Madregilda o como el más adecuado Álvaro de Mesía imaginable en la adaptación televisiva de La regenta, o siendo el heterodoxo paterfamilias en la mejor película de León de Aranoa y queremos que nuestro último recuerdo, disfrazado de alegría, sea el que vivieron nuestros compañeros Sergio y Favio durante la rueda de prensa de La chispa de la vida. Adiós Chepa.