Se nos va el mítico autor de La jetée.
Un curioso infatigable, diseccionando con su mirada el mundo que nos rodea, comparador de tradición y modernidad, de los templos budistas a las concurridas calles de Tokyo. Un guardián de la memoria, aquél que con su llave nos abría el cajón de viejas fotos olvidadas que si no eran nuestras al menos las recordábamos como tales, en su prodigioso muelle los recuerdos eran los que realmente configuraban el mundo. Un cineasta comprometido con su tiempo, hablándonos sobre las revueltas de mayo del 68 o de la conciencia desdoblada de bolcheviques irredentos. Queremos recordar a Marker no a través de una imagen propia que siempre resguardó de miradas indiscretas, sino a través de un yo que percibimos con su cine, como siempre sucede con los artistas verdaderos. Hoy todos los gatos del mundo están un poco más tristes y, déjenme que les diga algo… no son los únicos.