24 de abril de 2024

Críticas: L’industriale

Repasamos lo más destacado del Festival de Cine Italiano celebrado recientemente en Madrid, en esta ocasión hablamos de L’industriale.

En Italia, casi todos los directores de cine de renombre se han encargado también de la puesta en escena de óperas. Los casos más famosos, cómo no, son los de Visconti y Zeffirelli, pero también lo han hecho otros distinguidos cineastas como Ermanno Olmi, Marco Bellocchio y quien hoy nos interesa, Giuliano Montaldo.

Algo de operístico (y también algo de shakespeariano recolado por la lírica italiana) tiene su última película, L’industriale, que arranca de forma suntuosa y bellísima y nos pasea por las villas altoburguesas de Turín y por el corazón financiero de una ciudad que es (o fue) la capital industrial de Italia, donde además se asentó una clase empresarial caracterizada por su progresismo.

El telón de fondo de esta película es la crisis industrial y financiera que vive el mundo actualmente. Se intuye que Montaldo quiere retratar un mundo que se hunde, encarnado por el lampedusiano personaje de Nicola Ranieri (interpretado por Pier Francesco Favino), que quiere mantener en activo su fábrica por no se sabe muy bien qué complejos freudianos relacionados con su padre y con un aborrecimiento no menos freudiano por su suegra y por el dinero de su mujer. Ranieri, en vez de ir al psiquiatra o al psicoanalista, se dedica a los negocios y a intentar estar a la altura de difunto su padre.

El planteamiento inicial es brillante y, como digo, casi shakespeariano (incluso rememorado a través de Welles: escenas en la sauna, planos cenitales, ambientes adinerados a lo Ciudadano Kane). Pero Montaldo (y con él, me atrevería a generalizar, todo el cine italiano) tiene un problema con lo sentimental: no lo sabe manejar con naturalidad y tiende a convertirlo en sentimentalismo y en melodrama. Así, a la crisis de la sociedad capitalista (que es de lo que parecía que iba a tratar la película) se une, en paralelo (pero con una importancia creciente que llega a fagocitar el argumento), la crisis matrimonial de los Ranieri. Todo lo que tiene que ver con el mundo afectivo del protagonista es forzado, inverosímil y efectista. Montaldo se mueve muy bien en los despachos y palacios, pero muy mal en las alcobas, en los garajes públicos y en los barrios de inmigrantes. El guión llega a un punto en el que se empantana y se repiten escenas tan parecidas que uno tiene la sensación de haber quedado atrapado en un bucle de llamaditas al teléfono, cenas frustradas, accidentes de tráfico y unos malentendidos provocados por los celos que parecen de un Otelo de dibujos animados.

Eso sí, la factura estética de la película es irreprochable y a mí me ha gustado mucho su elegante ambiente viscontiano, con una ciudad de Turín esplendorosa en su atmósfera otoñal y gris. En L’industriale Montaldo demuestra que es un buen director que domina la artesanía cinematográfica, pero un decepcionante guionista.

Un pensamiento en “Críticas: L’industriale

  1. El comienzo de la película es interesante, te lleva a seguir mirando porque tiene suspenso , la lucha por salvar una empresa y el descuido de su hogar. Pero el guión se desvanece de la mitad hasta el final. A ella la muestran como una esposa incomprendida cuando ella debería acompañar mas y mejor a su esposo, y hasta se da el lujo de serle infiel (aunque no se halla acostado con su «amante») cosa que en la realidad no existe.
    Pero el esposo que tiene todo el derecho a equivocarse en su vida conyugal por la situación que vive en su empresa, pasa a ser el malo de la película y sin poder explicar que la muerte de su amante fue un accidente , terminando el films en definitiva con un final abierto. CONCLUSION: la mujer queda como una victima de toda la situación. «no me gustó»
    Carlos Guerra – Director de cine.

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