12 de noviembre de 2024

Críticas: La caza

CAH Thomas Vinterberg

Una obra imprescindible de Thomas Vinterberg.

La mentira es un concepto espinoso y complejo, que, por muy pequeña y muy tonta que sea, en muchas ocasiones hace que la situación en la que se expone cobre fuerza, se vaya de las manos y llegue a límites que no se pueden controlar. La caza, el último trabajo del danés Thomas Vinterberg, presentado en el pasado Festival de Cannes, donde obtuvo el premio al mejor actor, y ganadora del Premio del Cine Europeo al mejor guión, parte de una premisa tan generalizada como falsa: los niños siempre dicen la verdad. Y no, eso precisamente es lo que no es verdad. Los niños mienten, y empiezan a hacerlo muy pronto, porque imitan lo que ven (ya lo comentaba el otro día en la reseña de Nana), lo bueno y lo malo, y de esa manera aprenden. En su ingenuidad, no mienten por maldad (o no siempre) como harían los adultos, sino por como provocación, broma o berrinche. Vinterberg se aleja en este sentido de películas como La calumnia de William Wyler o La cinta blanca de Haneke, y nunca presenta a los niños como demonios, sino como a otras víctimas más de la sociedad en la que vivimos. Pero lo que está claro es que pueden mentir, y sus mentiras, con el aliciente de la imaginación, son las más devastadoras.

Es la falsa acusación de una niña la que desencadena la trama de la película, que cambiará drásticamente la existencia de Lucas, un hombre que, tras pasar por un complicado divorcio y quedarse sin trabajo, estaba empezando a rehacer su vida. La caza es un estudio y una crítica feroz desde sus mismas entrañas de la sociedad rural danesa, supuestamente más abierta y avanzada que el resto, pero que está mucho más estancada de lo que parece. Y es que, cuando se trata de cuestiones básicas, todos somos iguales. Aunque en este caso el repudio público y la marginación social se hacen de manera tan fría, educada y formal (salvo algunas excepciones un poco peliculeras), que casi parece que no esté pasando, hasta que, sin darnos cuenta, hemos ido contemplando el gradual descenso a los infiernos del protagonista.

CAH La caza

El gran logro de La caza es que consigue crear perfectamente la atmósfera de desasosiego e incomodidad que busca. Vinterberg nos mete de lleno en las sensaciones angustiosas y degeneradas que rodean a ese ambiente de trampa, de exactamente eso, caza… La película, que siempre está contada desde el punto de vista del protagonista (o en su defecto, de su hijo), no le sirve al espectador ni como catarsis (al menos no durante su visionado), ya que, lejos de sentirnos liberados por lo que vemos, nos sentimos tan atrapados, indefensos e impotentes como él, porque podemos hacer tan poco como Lucas para solucionar el problema. Y, a la vez, es deslumbrante cómo Vinterberg consigue transmitir a sus imágenes toda la belleza de la que carece la historia, que es cruda, brutal, fría e indignante. Sin embargo, esos débiles rayos de sol invernales que se cuelan entre los árboles, o esos primeros planos de rostros y de miradas son el perfecto contrapunto benigno frente a la crueldad del relato.

Una historia tan fuerte necesita una interpretación a la altura de esta intensidad, y lo que hace Mads Mikkelsen no es de este mundo. El actor, paradigma de la sobriedad más absoluta, refleja toda una cadena de sentimientos dispares y nos mete en su piel sin apenas alterarse. Vinterberg le saca el alma, y Mikkelsen la expone sin tapujos. Alrededor de él, figura clave y faro que guía la historia y aguanta estoicamente las tormentas que le vienen encima, danzan los demás personajes, destacando al mejor amigo interpretado por Thomas Bo Larsen, actor fetiche del director. Su relación con el protagonista también analiza los límites de la amistad, y nos hace cuestionarnos hasta qué punto puede uno creer y confiar en alguien que es como un hermano. Tampoco podemos olvidar hacer una mención especial a la pequeña actriz Annika Wedderkopp, tan encantadora y a la vez aborrecible.

CAH La caza 2

Pero, por si todo lo anterior no era suficiente, Vinterberg se guarda un golpe final, el peor, en la manga. Justo cuando parece que la historia va a dar un giro hacia una resolución más suave, para mitigar un poco nuestros padecimientos (los de los espectadores, y los del sufrido protagonista), el director vuelve a darnos donde más nos duele. Todas esas sonrisas y abrazos forzados no son otra cosa que una muestra más de la falsedad de una sociedad que no olvida. Cuando un rumor se extiende y te persigue, ya nunca te abandonará. Y ahí te deja Vinterberg, retorciéndote en la butaca mientras piensas en lo que has visto, que sí, que te ha hecho sufrir, ponerte furioso y finalmente desalentarte, pero que, cinematográficamente, es fascinante. Es ahí cuando, por fin, aparece la tan esperada catarsis de La caza, una película tan desesperante como absolutamente imprescindible.

2 comentario en “Críticas: La caza

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