Tom Hanks, secuestrado por piratas en el nuevo trabajo de Paul Greengrass.
En abril de 2009, el carguero mercantil estadounidense Maersk Alabama fue atacado por piratas a unos 500 kilómetros de las costas de Somalia. La tripulación recuperó el control de la nave, pero los asaltantes lograron huir en un bote salvavidas junto con el capitán Richard Phillips, que sería rescatado gracias a una delicada operación de los Navy SEAL aprobada personalmente por Obama. El propio Phillips y el periodista Stephan Talty recogieron los hechos en el libro A Captain’s Duty, publicado un año después del suceso. El guionista Billy Ray (Los juegos del hambre) fue el encargado de la previsible adaptación de un relato tan cinematográfico, y la expectación se multiplicó cuando se supo que sería Paul Greengrass quien estaría al frente del proyecto. Con un estilo propio y tras títulos tan estimulantes como United 93 o Bloody Sunday, el británico se postulaba como el hombre más adecuado para captar toda la tensión y violencia de los hechos.
Su Capitán Phillips es un docudrama que intenta superar la mera exposición del suceso, ofreciendo un retrato veraz de los protagonistas del mismo, así como una explicación de las motivaciones que desembocaron en él. En las primeras secuencias, el personaje encarnado por Tom Hanks entabla una conversación con su mujer antes de partir acerca de los riesgos que entraña su trabajo y de la creciente competitividad en el entorno laboral estadounidense, signo de los tiempos. Este diálogo va seguido de la primera aparición de los piratas somalíes, ansiosos por demostrar su valía ante unos superiores que les explotan y poder así encargarse del secuestro del buque. Desde este momento se intuye que todo va a versar sobre las enormes diferencias existentes entre ambos mundos y la brecha que los separa.
El prólogo, que condensa una tesis sobre el dominio repetida y mejor entendida al final, da paso a dos horas de thriller visceral y realista marca de la casa, con el protagonismo absoluto de un creíble Tom Hanks que se enfrenta a su primer gran papel en más de una década. El californiano no entrega una interpretación memorable, pero sí de enorme solvencia, y no sería nada extraño que su nombre sonara con fuerza al llegar la temporada de premios. Se encuentra, además, bien secundado por un puñado de intérpretes debutantes entre los que destaca el somalí Barkhad Abdi, que le otorga una veraz réplica en los momentos de mayor riesgo.
El primer acto, tras el prólogo ya comentado, juega con la creciente proximidad de la pequeña barca de los piratas al inmenso navío y capta el temor de los tripulantes. El segundo, con el secuestro del capitán y la llegada de los equipos de rescate, recurre al montaje paralelo e intenta indagar más en la fricción entre los motivos que mueven a habitantes de dos mundos opuestos que repentinamente convergen. En esta larga odisea, cuyos fallos de ritmo llegan a convertir algunos tramos en una agotadora cuesta arriba, no se logra huir del efectismo en momentos como el aterrizaje de los Navy SEAL, que sin embargo no eclipsa la eficacia del docudrama. Tampoco la omnipresente música épica de Henry Jackman ayuda precisamente a que nos introduzcamos en un espacio tan reducido, a pesar del enorme esfuerzo efectuado para lograr la credibilidad de los personajes en una situación tan límite. Ya en el tramo final, lo mejor de toda la película, se vuelve a recuperar el nervio y se remata la explicación comprimida al inicio, por medio de una significativa frase de Phillips –además del despliegue gestual de Hanks– y del plano que precede al consabido rótulo de cierre.
Capitán Phillips se palpa así como un relato realista, vigoroso y sudoroso, en el que no se echa de menos el sello de su director; una crónica a ratos tensa que, sin embargo, en ningún momento logra hacerme partícipe del secuestro como sí consiguió la memorable United 93. Se siente tan creíble como poco emocionante y desprende tanta corrección como escasa novedad, quedando como una eficiente recreación de un hecho que nunca otorga nada más de lo que se espera. Puede alimentar un ligero debate sobre un episodio cuyo alcance apenas amplía, el de las motivaciones de los piratas somalíes enfrentadas a la inhumana eficacia de los cuerpos de rescate estadounidenses. Pero es una lástima que su agradecida huida del maniqueísmo necesite continuos subrayados para salir a la luz de forma incompleta.