24 de abril de 2024

FICX 2013: Día 2

Ida

Pawlikowski conmueve el FICX.

Suele ser habitual en el FICX encontrar más joyas en las secciones paralelas que en la Sección Oficial, siempre condicionada por las normas, algo draconianas, que dicta la pertenencia a la FIAPF y por la concurrencia de otros certámenes fílmicos patrios, como el de Donostia, que se suelen llevar a su rincón los títulos más destacados del año, es por eso que cuando nos encontramos con una cinta sobresaliente, de ésas que marcan la temporada cinéfila personal, la celebramos doblemente. Así que permitan que en las próximas líneas me muestre un poco exaltado, prometo eso sí, justificar con motivos la exaltación. Vamos a ello.

Formato 4/3, blanco y negro, una cámara inmóvil, estática, como los personajes que retrata, como una Polonia atenazada entre un pasado marcado por el genocidio nazi y un presente de imposición comunista. Dos personajes recorriendo ese paisaje que son, en cierta manera, la representación de las dos polonias: la del bastión católico en el este de Europa y la de la construcción del socialismo. Entre ambas, además del distanciamiento lógico, un proceso dialéctico que se transforma en conocimiento… aunque a veces éste trae consigo el dolor. Ida, dirigida por Pavel Pawlikoski, es bastantes cosas: una crónica de alguien que ve por primera vez el mundo que le rodea y de alguien que está cansado de ese mundo, un ejercicio de estilo sorprendentemente efectivo en el que una ejecución virtuosa empasta con sus necesidades narrativas, una mirada necesariamente poco amable sobre un pasado cubierto por capas de vergüenza y del que sólo se puede hablar entre murmullos. Todo culmina en un rush final preñado de respeto por las decisiones personales donde el estatismo se quiebra y la cámara y los retratados por ella pueden, al fin, avanzar. No importa tanto que las decisiones sean las adecuadas, lo que importa es el movimiento, hacia donde sea. Por todas estas razones Ida nos parece desde ya una de las películas de este festival y de este año. No se la pierdan.

Henri

El cine con personas discapacitadas siempre ha supuesto un filón del que tirar cuando se quiere impactar a la sensible platea con la pornografía del drama descarnado. Éste no es, afortunadamente, el problema de Henri que sortea con buen gusto los momentos más escabrosos a los que podía dar lugar, incluso haciendo gala de unas elipsis realmente afortunadas, narrativamente hablando. Con esto no queremos decir que a cinta de la directora Yolande Moreau no tenga otras fallas, que las tiene, básicamente la obviedad de sus metáforas empeñadas en símiles colombofílicos (?) o ese regusto con deja vu de «sundancismo», una guía o libro de estilo que parece ser de obligado cumplimiento para todos los que trabajan el drama independiente, sea lo que sea que quiere decir eso. La película transcurre pues de forma apacible, en esa calma chicha que acompaña a los que toman la ruta del medio entre los polos opuestos del amarillismo y la atonía. No nos indigna, no nos emociona, tiene algún hallazgo pero no los suficientes, Moreau se encariña con sus criaturas pero nosotros sólo les deseamos un buen viaje, con educación pero sin sentimiento.

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