29 de marzo de 2024

Críticas: Anochece en la India

Anochece en la India

Juan Diego y los últimos viajes.

Ricardo, un parapléjico que en su juventud recorría en su furgoneta el trayecto por carretera desde España hasta la India varias veces, para llevar a hippies hacia la cuna de los gurús de la meditación trascendental, se autocompadece de su condición conviviendo en una minúscula y oscura casa con la asistenta rumana que le cuida. Ella, Dana, una mujer fría que soporta impasible los desprecios de Ricardo, decide acompañar a éste en un último viaje a la India a pesar de su negativa, cuando descubre que el viaje es una excusa para encontrarse clandestinamente con un doctor que le ayudará a acabar con su vida.

Anochece en la India está planteada como una road movie de corte espiritual, en la que transitar por esos miedos de los dos protagonistas, antagónicos pero complementarios, con el fin de superarlos, y en la que a través del viaje por las carreteras europeas, árabes e hindúes, la luz se va abriendo paso en el interior de estas dos personas al mismo tiempo que lo hace en las distintas tonalidades de los países por los que circulan. Para ello cuenta con dos actores que son capaces de desnudarse emocionalmente y de regalarnos unas actuaciones que son el centro y, por desgracia, el único sostén de toda la película. Ahí tenemos a Juan Diego, inconmensurable en un papel que le hemos visto interpretar muchas veces pero que le viene como anillo al dedo, un cascarrabias cínico con un toque de socarronería con el que poner un punto de humor a su desgracia (hilarante su discurso sobre la sobrevaloración de Jesucristo con respecto a San Pablo), y a Clara Vodâ cuya fuerza contenida da la réplica perfecta a la, en algunos momentos histriónica, interpretación de su partenaire.

Anochece en la India 2

Anochece en la India, inspirada en una novela del propio director y a su vez basada en la vida real de Lorenzo del Amo, un viajero que llevaba gente a la India en los años 70,  se queda a medio camino de ser una cinta que aun habiendo seguido por la vía recurrente del viaje espiritual, podría haber aportado un nuevo enfoque al tema, sobre todo amparado en el trabajo de los dos actores. Sin embargo, la película no discurre por el camino planteado inicialmente, no encontramos en ninguno de los dos personajes una evolución como la que se presume que debería producirse. Ricardo y Dana son dos personajes que huyen de sus propios miedos y están condenados a una soledad que ellos mismos se han impuesto, pero que necesitan el uno del otro más de lo que son conscientes. Suceden cosas a lo largo del trayecto que restan credibilidad a esa premisa del viaje metafórico al interior de los personajes, y con las que se hace difícil entender cómo entre estas dos personas pueden crecer sentimientos que vayan más allá de la mutua dependencia.  Sí se agradece no obstante, que el director y coguionista de Anochece en la India, Chema Rodríguez, no trate de aleccionar ni en un sentido ni en otro. No criminaliza el suicidio asistido pero tampoco intenta que empaticemos con la decisión del protagonista a ese respecto, y tampoco cuestiona los motivos o las actitudes reprobables de Dana para con su hijo, simplemente pone sobre la mesa asuntos tan delicados como éstas sin entrar en debates sobre su integridad moral.

Anochece en la India 3

En la ópera prima de ficción de Chema Rodríguez se aprecian sus antecedentes como documentalista, recurriendo a un montaje y una fotografía técnicamente sobresalientes, que disfrazan la carencia de un guión que no lleva un rumbo fijo, y sobre todo al que no sabe cómo darle fin. Los últimos momentos de la película someten al espectador al tedio de no saber en qué momento ni de qué manera va a terminar, y lamentablemente lo hace de la peor manera posible.

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