29 de marzo de 2024

En otro país: The Extraordinary Tale

The extraordinary tale

Historias extraordinarias y poderío visual en En otro país.

Dice el tópico que todo el cine español es igual, que la producción nacional es un «género» en sí misma, con temas intercambiales y siempre recuperados como la Guerra Civil, el cine social o aquel que aborda los conflictos de pareja (del mismo o diferente sexo). Para el poco iniciado, o el que sencillamente no quiera explorar más allá, podría ser ése el grueso de una cinematografía que año tras año, sin embargo, se empeña por demostrar lo contrario. A poco que se quiera ver, claro. Y The Extraordinary Tale (José F. Ortuño & Laura Alvea, 2013) funciona como un martillo que golpea este muro del conformismo. En su primer largometraje, Ortuño/Alvea (que habían trabajado en 2011 en la serie online Treintañeros) ruedan en inglés y apostando por una configuración estética y conflictos a tratar, que bien podría pertenecer a una película británica o francesa, por decir algo. No es ese cine español del que tanto se habla -y mal-; es el otro, el que nace independientemente y se ha ejemplificado en forma de producciones tan estimables como La herida de Fernando Franco, Stockholm de Rodrigo Sorogoyen u Obra 67 de David Sáinz.

Pero incluso entendiendo la producción global española como una variada, con proyectos de toda índole, The Extraordinary Tale se destaca por su particular imaginario, que bebe de numerosas fuentes externas para crear un frankenstein que (por suerte) termina por funcionar con cierta entidad propia. Así, el arranque que nos muestra a dos personajes solitarios, que intercambian correspondencia por carta escrita, bien podría recordarnos al de la superlativa Mary and Max de Adam Elliot. Primero se nos muestra la vida de «Ella» y posteriormente la de «Él», repitiendo las acciones para que desde un primer momento se entienda que ambos están destinados a acabar juntos. Ortuño y Alvea consiguen en sus primeros minutos que todo quede bien presentado de cara al conflicto que se planteará en el segundo acto, con el uso único de voz en off en lugar de diálogos. Esta decisión puede chocar un poco al principio, máxime cuando la comedia se sustenta sobre todo en el gag visual, casi apuntando al slapstick, pero funciona la mayoría de las veces a pesar de que en otras, puede llegar a ser un poco irritante.

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De Mary and Max se salta a una suerte de comedia deudora de Jeunet/Caró, con unos rostros muy presentes que remiten a Delicatessen (1991), y un uso del color bastante bien pensado, que lo acerca más bien al universo de Wes Anderson. Ahí acaban los parecidos con las obras de los citados, eso sí, porque aquí se pretende crear algo distintivo. El segundo acto -por ser el más largo, también- asienta mejor las ideas. Los personajes maduran, a marchas forzadas y en una medida razonable y por fin es fácil entenderlos. Si la cosa funciona es gracias a la interpretación de sus dos únicos actores principales: la recién llegada Aïda Ballmann, que no debería tardar en encontrar trabajo en la industria, y Ken Appledorn, descubierto por David Sainz en Malviviendo y recuperado para su Obra 67 en un rol secundario. Su personaje es más plano que el de ella, pero el trabajo de ambos es meritorio, encajando bien las piezas para que la historia no se venga abajo con esa representación de los problemas de pareja que derivan de una relación larga y en la que la distancia se pone de por medio.

The Extraordinary Tale sube las revoluciones en su último bloque y es donde termina de ganar todos sus puntos. El personaje de «Ella» es inmaduro, ha tenido que aprenderlo todo por si mismo, y por tanto la forma en que aborda los problemas y los cambios es totalmente primitivo. Ballmann consigue ser suficientemente expresiva para captar ciertos matices que hacen que el personaje por momentos parezca una persona, llegando a ser creíble incluso cuando llega hasta límites a los que no se puede apuntar en una reseña sin destripar detalles de la trama. Es difícil anticipar el futuro que les espera a José F. Ortuño y Laura Alvea en la industria nacional, en vista de que su primer largometraje ha pasado desapercibido ‘en casa’ para haber sido recibido con los brazos abiertos casi exclusivamente en el extranjero, pese a un reciente premio del público en el Festival de Málaga. Sin embargo, aquí tenemos un debut interesante, imperfecto (como casi toda obra primeriza) pero que merece la pena aunque sea por llegar a su muy buen final. Se hace un poco cuesta arriba al principio, pero poco a poco va cogiendo la densidad que debería y termina por explotar de la mejor forma posible.

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