29 de marzo de 2024

Críticas: Amanece en Edimburgo

Amanece en Edimburgo 2

Música y amor en Escocia.

A la zaga de títulos como Mamma Mia! o Across the Universe, películas musicales basados en el repertorio de un solo grupo, Amanece en Edimburgo es, como la primera, la adaptación cinematográfica de una obra teatral musical. En este caso se trata del musical Sunshine on Leith, título original del film y de una de las canciones que conforman la recopilación a partir del cual gira el musical, pertenecientes todas al dúo escocés The Proclaimers. Al igual que en las ya mencionadas, la historia que cuenta Amanece en Edimburgo se teje mediante el hilo de los textos de las canciones del grupo, creando la misma en función de los temas, lo cual no deja de resultar siempre demasiado forzado a la hora de conseguir un guión medianamente interesante. El problema de esto es que si el espectador no es un fan acérrimo del grupo en cuestión, y a veces hasta siéndolo, le cuesta muchísimo creerse una historia pensada de esta manera.

Amanece en Edimburgo

El punto de partida de Amanece en Edimburgo es el regreso de dos amigos a su hogar después de haber cumplido servicio en la guerra de Afganistán. Ally vuelve a retomar la relación con su novia Liz mientras Davy, hermano de ésta, comienza la suya con una compañera de trabajo de su hermana. Al mismo tiempo, los padres de Liz y Davy planean celebrar sus bodas de plata cuando un secreto guardado durante 25 años empaña su sólido matrimonio. La historia camina a tres bandas por estas tres relaciones, al ritmo de las canciones de los gemelos Reid, quienes hacen un brevísimo cameo en la película, con números musicales tan brillantes como los que acompañan a las canciones Sky takes the soul, I’m on my way, Let’s get married y sobre todo el que pone el broche final con la mítica I’m gonna be (500 miles). Pero sin embargo son muchos más los que resultan más bien sosos y carentes de la emoción que se le exige a un musical, precisamente por la falta de un guión que tenga la misma capacidad.

Stephen Greenhorn, escritor de la obra teatral que ahora se adapta al cine de la mano de Dexter Fletcher, crea tres historias de amor distintas pero plagadas todas ellas de lugares comunes, en los que tan pronto prima la inevitable y absoluta previsibilidad como el giro de guión más brusco que busca provocar más tarde una solución feliz a un problema de lo más nimio. Así, asistimos a un trío de historias con el mismo esquema: felicidad-reencuentro-enamoramiento + conflicto + resolución del conflicto y final feliz (o sólo final sin más explicación), sin más aporte que el de seguir las mismas pautas en unos y en otros, incluyendo personajes secundarios que en alguno de los casos podría haber dado muchísimo más juego pero que se quedan en meras comparsas de los protagonistas. Los esfuerzos que se le notan a la película para intenta encajar las 20 canciones del grupo con el objetivo de encontrar una historia que tenga sentido, combinados con imágenes intercaladas de amaneceres y atardeceres en Edimburgo y vistas aéreas de la capital escocesa, sólo consiguen precisamente crear un batiburrillo turístico-musical con un exceso de sensiblería romántica cursi e impostada para emocionar.

Amanece en Edimburgo 3

Tampoco el aspecto interpretativo logra transmitir un carisma y una emoción que dejen poso. Un elenco en el que únicamente destacan George MacKay y Kevin Guthrie cuando comparten secuencias musicales por la similitud de sus voces con las de los hermanos Reid, y en el que ni siquiera la presencia de Peter Mullan levanta la película en este sentido. Amanece en Edimburgo es en definitiva una comedia romántica bastante insulsa pero con ínfulas de ser la feel-good movie del verano, cosa que no esconde al hacer de su número final todo un espectáculo, grandioso eso sí, que mezcla coreografías a lo West Side Story y flashmob para que salgamos felices del cine cantando I would walk 500 hundred miles, and I would walk 500 hundred more…Lástima que el subidón de adrenalina final no sea capaz de quitarnos el anodino sabor de boca que nos deja el resto.

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