19 de abril de 2024

Críticas: El veredicto (La ley del menor)

De grandes damas de la interpretación y peliagudos casos judiciales.

Esta reseña podría mutar perfectamente en una oda a tres de sus responsables. En primer lugar, a su cara más visible: Emma Thompson. Una de las mejores actrices del cine de las tres últimas décadas, pese a que lleva años acumulando roles secundarios en películas de gran presupuesto o proyectos de segunda división. Afortunadamente, El veredicto (La ley del menor) permite a la oscarizada actriz lucirse en un papel protagonista que requiere todo tipo de matices en su interpretación y atravesar varios estados de ánimo en un arco argumental tan sorprendente como deliciosamente emotivo. El rostro de Thompson y su convicción dramática son el motor de la cinta hasta que sus lágrimas –y su voz cantando- son la pieza fundamental de un desenlace tierno, despojado del almíbar que uno podría esperarse. En definitiva, la jueza Fiona May es la mejor actuación de Emma Thompson en mucho tiempo. Solo por ella ya es motivo suficiente para ver la película.

Ahora bien, hay muchos más motivos para acercarse a ella. Aquí podría glosar la segunda oda: Richard Eyre. Su nombre es sinónimo de ficción británica de calidad, ya sea en su larga trayectoria televisiva o en sus proyectos cinematográficos como las notabilísimas Iris y Diario de un escándalo. Por cierto, si una constante hay en su filmografía es el gran trabajo de las actrices en sus películas. Más allá de eso, su labor en El veredicto (La ley del menor) destaca por su sensibilidad al aproximarse a temas tan delicados como la enfermedad y los vínculos que se establecen entre personas perdidas en su soledad (el adolescente huérfano de la compresión de sus padres y la jueza atravesando una grave crisis matrimonial). Sin adentrarnos en el terreno del spoiler, la historia del filme se adentra en un territorio algo peliagudo y, aunque no siempre es sorteado para mantener el plano de la verosimilitud y la naturalidad lograda en su planteamiento y desarrollo, tampoco atraviesa fronteras que embarren el conjunto. También se echa en falta mayor riesgo en su forma, sus anteriores trabajos no eran prisioneros de una técnica tan acomodada.

La tercera oda podría ir dedicada a Ian McEwan, uno de los más grandes novelistas de la literatura contemporánea. Como ya hiciese con En la playa de Chestil el pasado año, el propio escritor adapta su novela en la que sobre todo plantea un interesante debate sobre que debe prevalecer si la tutela del Estado ante los menores de edad o la libertad religiosa de éstos y sus progenitores ante un tratamiento que vaya en contra de sus creencias. Ya lo dicen las teorías del Derecho: la libertad de uno termina cuando empieza la del otro; en estas tesituras, a menudo, también hay dos derechos y/o leyes que chocan los unos con los otros como el caso expuesto en el filme. La protagonista, Fiona May, es una juez decana en este tipo de asuntos y se enfrenta a una de las resoluciones más difíciles de toda su carrera. La prosa de McEwan es muy pautada y, quizás por ello, Eyre no haya podido ejercer total libertad para trasladar el texto en imágenes, rehén de unas decisiones de respeto absoluto por el original. Algunas secuencias parecen hilvanadas una con otra por pura necesidad, son retazos de una historia que emerge y sucede por la magnitud de sus temas y el tour de force entre Emma Thompson y Fionn Whitehead, joven revelación que no desentona en sus réplicas ante la gran actriz.

Finalmente, a un servidor, se le antoja una posible cuarta oda, aunque esta última iría dirigida a toda una rama del arte cinematográfico: la música. La banda sonora de El veredicto (La ley del menor) es de Stephen Warbeck y supone una de sus mejores composiciones con un conjunto de temas que acompañan al relato y nunca subrayan –demasiado- las situaciones dramáticas. Existen películas que, desde el punto de vista más objetivo posible (si consideramos que pueda haberlo), no son grandes obras, pero agrupan varios alicientes para ser consideradas como buenas más allá de filias y fobias propias de cada espectador. Esta es una de ellas. Quizás –en mi caso- sea olvidada en pocas semanas, pero el rostro de dolor y esperanza de Emma Thompson tocando el piano no desaparecerá de mis recuerdos. Un brindis, como mínimo, por ella.

Un pensamiento en “Críticas: El veredicto (La ley del menor)

  1. Me esperaba otra cosa, algo mejor hilado. La veo pretenciosa pero desconectada, aborda un tema muy profundo de forma superficial. Además está plena de contradicciones. La trama es inverosímil e incongruente. Tiene algunos pero escasos momentos de lucidez.

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