6 de octubre de 2024

Entrevistas: Damián Szifrón y Leonardo Sbaraglia

Relatos

Charlamos con el equipo de Relatos Salvajes.

Los que nos seguís ya sabéis que, desde Cannes, estamos bastante impactados con la película de Damián Szifrón, una propuesta auténticamente visceral que rompió, en cierto sentido, con la línea de intelectualidad que suele dominar las proyecciones de la Croisette. Aprovechando su presentación en San Sebastián nos dirigimos al Hotel María Cristina para comentar el film con su director Damián Szifrón y con uno de sus protagonistas, Leo Sbaraglia.

– La aleatoriedad es algo importante dentro de la película. Parece que todo está a un aleteo de mariposa de descargarse, de enloquecer. Es algo que se puede ver en la sociedad, que estamos todos al borde de que, ante cualquier cosa mínima, se desencadene todo.

Damián Szifrón: Puede ser, yo creo que estamos dentro de una civilización que está llegando de alguna manera a algún tipo de punto de no retorno donde algo profundo va a tener que cambiar porque creo que hay determinada injusticias que  todos nos alteran que ya son demasiado evidentes. Es decir, después de que se usa el dinero de la gente para salvar a los bancos en todo el mundo y después todo el sistema financiera sigue evolucionando, muchos somos conscientes de que esto no está diseñado a favor de la gente común sino diseñado en favor de grupos muy reducidos, lo que genera esta alteración. Pienso que la película toma un escenario en el que los vínculos naturales entre las personas, e incluso las propias personas, están bastante distorsionadas por las reglas que rigen nuestros comportamientos. Ésta es una película que habla e las personas que reaccionan de alguna forma.

– ¿Desde el principio te planteaste hacer una película de relatos o se trata de ideas que has ido recopilando a lo largo de un tiempo con la intención de usarlas independientemente en alguna película?

D.S.: El primer episodio lo escribí hace unos diez años y nunca pensé en un largometraje, sabía que era un cuento pero le encontraba potencia y originalidad. Después de muchos otros proyectos empecé a desarrollar esta serie e historias breves, sobre todo para que no se convirtieran en nuevos largometrajes, porque ya estaba escribiendo otros largometrajes, y empecé a comprimir las nuevas ideas, siendo este el resultado. Descubrí que todas las nuevas historias estaban vinculadas a nivel temático y la que había escrito hace diez años era claramente un prólogo, ya que no tiene la misma naturaleza. Incluso el protagonista de este prólogo es tácito, no lo vemos en ningún momento, lo que no ocurre con el resto de historias, y tampoco es un acto tan impulsivo como los actos de los personajes de las demás historias. El resto de historias las escribí en un plazo de cuatro o cinco meses y me liberaron mucho como autor ya que estaban conceptuados como un álbum de rock porque estos relatos eran como canciones de un álbum, hacía una y pasaba a la siguiente, con lo que los resultados son muy inmediatos. Trabajar en estos cuentos “me hicieron sentir un poeta” (risas). No, no, ya en serio, cuando los terminé, el título de la película vino solo. Yo los llamaba cuentos pero en el título no quedaba muy cinematográfico y lo cambié por relatos. Cuando apareció la palabra salvajes me pareció que los unificaba a todos sin necesidad de inventar nuevos vínculos o conexiones.

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– Cuando terminas el trabajo de guionista y empieza el de dirección, ¿está el guión cerrado y no hay modificación? ¿o cuándo lo ves con los actores admites cambios que crees que pueden funcionar más?

D.S.: El deseo es que esté totalmente cerrado. Trato de llegar al rodaje con un guión que me gusta. En esta ocasión el guión estaba totalmente errado con la única particularidad de que el relato del casamiento terminaba de otra forma, terminaba antes. Pero antes del rodaje al explicarles a los actores quiénes eran los personajes, de dónde venían, cómo imaginaba yo que era la historia previa a los eventos que la película narra, decidí que ese relato tenía que tener un poco más de recorrido y terminar como acaba ahora. Había que hacerlo como está ahora (risas). Los personajes midieron sus fuerzas, tuvieron un castigo y hay una serie de elemento que condicionan y llevan a la gente a cometer determinados actos. Ya en el rodaje sí surgió la escena final de ese relato (más risas) y estoy muy contento.

Leonardo Sbaraglia: Y que la torta se vaya despedazando…

D.S.: Sí bueno, eso fue por el micrófono porque yo veía la torta entera y decía “tira migas, tira migas” (risas) e incluso se ve como la sombra de unas manos que hacen migas con la tarta (más risas)

– A medida que escribías el guión, ¿tenías una idea clara de las caras y características físicas que querías para cada personaje o fue a posteriori?

D.S.: No lo tenía tan claro porque no sabía que iba a filmar está película ni mucho menos que la iba a filmar pronto. Cuando la escribí pensaba hacer todas las otras antes y esta, en mi lista ideal de proyectos, estaba la última para filmar, en el 2027 o una cosa así (risas). Así que no pensé mucho en la realización concreta cuando la escribí. Pero pronto, apenas empecé a enfilar estos Relatos Salvajes, tuve la certeza de que quería trabajar con granes actores, con excelentes actores. Quería buscar, mirar, revisar  y no dejarme llevar por las caras o porque imaginé una forma física, me interesaba más buscar actores capaces de componer los personajes. El objetivo fue ese y después a la hora de ponerte a mencionar a los grandes actores de Argentina, todos los que están en la película aparecieron muy rápidamente. Quería trabajar con actores con experiencia y nutrirme de ella y de su conocimiento de lo que es un rodaje. Lo mimo me pasó con el director de fotografía, tenía ganas de trabajar con gente que sabía mucho de lo que ellos hacen, que fuera un proyecto que reuniera personas así.

– Al principio en la película parece que la única manera de castigar es  través de la violencia y hacia el final hay un giro más hacia el amor y la comprensión. Enlazando con esto, ¿cómo fue rodar el relato en el que participa Leonardo Sbaraglia, que es quizá el más violento?

D.S.: Ahora mismo se me ocurrió una idea a raíz de tu pregunta. Hay como un recorrido por la evolución del hombre. El caso de la historia de Leo es una violencia muy primitiva y luego ya vamos a una violencia más sofisticada, aun cuando ambas son fruto de la misma sociedad. En el relato de Leo todo bien provocado por la falta de respeto y la arrogancia de alguien. Y después la que para mí es más terrible, la violencia planificada, calculada, que persigue un claro beneficio, que no es fruto de un impulso sino que son decisiones que generan hambre, despidos y una gran cantidad de desmanes sociales. Igual que las guerras, son situaciones provocadas por gente que quiere la guerra. En ese sentido creo que se va sofisticando la forma en la que la violencia aparece en la película. Se me viene siempre a la cabeza el increíble Hulk, esa frase de “no soy yo cuando me disgusto”. Una cosa es el ser humano conviviendo en armonía, dedicándose a lo que le gusta, bien alimentado y con un reparto medianamente equitativo de los beneficios que la humanidad misma ha generado, porque realmente cada avance es fruto de un montón de decisiones que se tomaron a lo largo de la historia, pero vivimos en un mundo que no es así. El mundo pertenece sólo a algunos y los demás son clientes o consumidores.

L. S.: Es la diferencia entre rodar una película de 90 o 120 minutos a rodar una de 20 como es este caso, en lo que lo más importante era el ir pensando cómo encontrar todos los colores para que fueran lo más expresivos para el relato y que el personaje se pueda entender desde el principio. Eso se ha transmitido muy bien en el guión, había que salir con el cuchillo entre los dientes desde el inicio, por eso la violencia social de la primera frase tan violenta implica un montón de cosas. Yo he visto a un montón de gente en los estadios de fútbol gritar cosas espantosas a los jugadores, un padre, un señor que parecía una persona civilizada con su hijo de 12 años gritándole los dos a un jugador “negro de mierda, vuélvete a tu país”. Es decir, una cosa…

D.S.: Es que la civilización tiene algo de salvaje. Lo que llamamos civilización, tal como la conocemos hoy, es bárbara en muchos aspectos. A veces se dice que el problema es la educación y sí, es fundamental pero para mí es más importante la transmisión de verdades y ¿cómo se le explica a un niño por qué hay pobreza? ¿cuál es la educación ahí para que no haya violencia social? Hay gente que hereda mucho dinero y hay gente que hereda las condiciones que uno tiene y eso es muy cruel. La educación, para que este mundo sea más pacífico, necesita de la mentira, necesita de decir que en este mundo si te esfuerzas puedes lograr un montón de cosas, puedes lograr tu crecimiento, etc. Entonces en ese sentido todas las películas que cuentan cómo alguien se hace millonario de la noche a la mañana, o las estrellas de rock que vienen de un pueblo y se convierten en cantantes que van en limusina, calman porque dan ilusión de que todos podríamos lograrlo cuando hay personas que podrían ser Einstein y que están martillando paredes.

L. S.: El sistema está preparado para que nadie se mueva de su condición social.

D. S.: Las grandes concentraciones de poder, las grandes fortunas no son las de Bill Gates o gente así. Esos son los casos que se publicitan y salen en las revistas porque son gente que inventó o descubrió algo y generó un imperio, pero muchas fortunas se hacen porque reciben enormes cantidades de dinero público que surgen de los impuestos para fabricar una carretera.

L. S.: Pasamos de la carretera para seguir con Relatos Salvajes (risas). Es una historia cargada de violencia interna y de una violencia física que los dos personajes sienten. Nunca me había tocado interpretar algo tan primario.

D. S.: Hay una cosa que le pasa a los personajes, sufren situaciones de mucha hostilidad, de tensión y de crispación, pero la experiencia, y también fue la mía al escribir la película y dirigirla, es más bien liberadora, catártica, atravesada por el humor, tiene algo para mí de placer y de felicidad incluso. Es una experiencia cinematográfica que obviamente se nutre de todo esto que sufren los personajes.

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– Me llama mucho la atención que el mismo día se proyectara en el festival una película española en la que se reacciona con violencia hacia la situación de crisis que se vive, Murieron por encima de sus posibilidades. Mi pregunta es, ¿estáis proponiendo algo al respecto con ellas?

D.S.: No, no…definitivamente no. No sentí la necesidad de poner “no repita esto en su casa” (risas). Pero sí me parece que hay una conexión con el placer de lo que la liberación produce, el placer de perder el control, de dejar de reprimirse, de dejar de medir consecuencias y por un momento entregarse a lo que el instinto está pidiendo. Creo que se trata un poco de eso. Hay una función que tenemos los seres humanos y los animales no que es la represión, un sector de nuestro cerebro permite visualizar situaciones futuras cuando ves algo que no te gusta y que dice “no doy este paso porque lleva a este otro y después pasa esto” y no vale la pena.

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