25 de abril de 2024

Fancine 2014: Día 2

Life after Beth

Ya tardábamos en ver a los zombis en el Fancine.

Cual plaga nos invaden con la excusa de que su maleabilidad permite afrontar temas muy diversos. Su abundancia no guarda relación con su calidad, sin ir más lejos: The Battery, ganadora el año pasado, se trataba de una comedia muy estimable. Pero dicho caso suele ser la excepción y es complicado no sentirse ligeramente hastiado de antemano.

Life after Beth parecía salirse de esos márgenes y su potente línea de intérpretes (Aubrey Plaza, Dane DeHaan, John C. Reilly) era un buen respaldo. La cinta, escrita y dirigida por Jeff Baena, no llega a alcanzar ninguno de los objetivos propuestos: insuficiente casquería como para divertirse, demasiada romcom para evitar los tópicos y con un precedente no demasiado alejado en el tiempo (Memorias de un zombi adolescente). Zach es un adolescente desolado tras el fallecimiento de su novia Beth. Todo es sorpresa cuando sus padres y su chico comprueban como ella vuelve de entre los muertos con total normalidad y sin recordar nada de lo ocurrido. Es entonces cuando funciona mejor, como una parodia de los amores adolescentes: fogosos, intensos, celosos y con una pronta fecha de caducidad. A medida que Beth se va “zombificando” su pareja debe tomar decisiones más difíciles y convencerse a sí mismo para poder superar la perdida, que ya fue y que volverá a ser. Por parte de los padres, queda el reflejo de que no pasaron con ella el tiempo suficiente y cómo su proteccionismo se multiplica, irónicamente, cuando su hija ya ha fallecido.

Ni su historia de desamor ni su historia paternal aportan demasiada sustancia al conjunto. El uso de las canciones a veces parece responder simplemente al gusto musical de su responsable y queda fuera de lugar. Plaza es la única de la célebre terna de actores que ofrece algo llamativo, quizás sólo por el hecho de verla convertida en un zombi aunque al final caiga en los tópicos (no por ella, si no por el guion). Baena intenta transmitir el caos entre las relaciones de adultos con jóvenes pero varias veces cruza la línea de lo irritante, teniendo que cargar con ello Reilly o DeHaan, proyecto de gran estrella uno y ejemplo de solvencia el otro. Otras veces juega con tópicos y cuando muestra algo de su sentido del humor, es entonces cuando compruebo que la cinta no pincha por incapacidad de su máximo responsable, sino porque no ha sabido dotarla del barniz adecuado en cada momento. Lástima que el último acto lo emborrone aún más todo, con un apocalipsis zombi que no va a ninguna parte y que parece surgir como una necesidad de dotar de trasfondo a la película, casi logrando enterrar por completo las buenas ideas que había en este proyecto.

The babadook
The babadook

 

Encontramos a The Babadook en la sección El más allá del Fancine cuando lo que la hace más terrorífica es que supone la representación de género del verdadero terror en el mundo presente. Amelia, una sacrificada Essie Davis que lo da todo en un personaje extremo durante todo el metraje, es viuda desde hace seis años e intenta educar como puede a su hijo Samuel, pero en el día a día las situaciones comienzan a estresarla más y más hasta que aparece un libro en la estantería de su hijo: Mister Babadook. Su lectura llevará a ambos personajes a traspasar el límite y a destapar todo el dolor de dentro. Esta sinopsis puede ser una copia de una copia de una copia de una película de terror estándar pero lo que Jennifer Kent hace en su debut logra que sobresalga por encima del resto. El fantasma de la depresión en su figura más cinematográfica, lo común para hablar de la pérdida o la soledad. Así como tampoco es nada nuevo, pues ahí está El resplandor coronando una “casi inalcanzable” cima, sabe diferenciarse. Es encomiable como la dirección se empeña en probar nuevas cosas, con aciertos y también con fallos, durante la primera hora de puro terror psicológico en los que no es necesario ver a ningún bicho o vísceras: es terror de que te sudan las manos. Sabe cuándo y cómo incluir esos pequeños desahogos de humor pero en el tercer acto cambia el tono y, aunque puedo entender que fuera necesario, los patinazos se me hacen más palpables. Es curioso porque hablando con compañeros comprobé que mientras ese crescendo psicológico les aburrió, la conclusión les contentó. Lo que no deja de ser una buena señal de que esta es una obra a descubrir y, de nuevo, otro nombre a apuntar para seguir muy de cerca.

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