19 de abril de 2024

Fancine 2014: Día 3

Dead Snow 2

Festival gore a la altura para el fin de semana

Las madrugadas del fin de semana son terreno gore para el Fancine y en esta ocasión el listón ha estado a la altura. Dead Snow 2 (Zombis nazis 2) va más allá que su primera parte y logra estar más cerca de El ejército de las tinieblas que Dead Snow de Posesión infernal, respectivamente, sus evidentes referencias. Siendo la anterior una estimable idea pero cargada de clichés y, lo que es pecado, que tarda demasiado en arrancar, todo se arregla al comenzar esta secuela justo donde acaba la anterior, un punto de partida desde el que crece enteros. Es cierto que tras el éxito precedente, el realizador noruego Tommy Wirkola cuenta con más medios, pero también ha sabido aprovecharlos de forma más eficiente, aunque pueden olvidarse de la coherencia narrativa o de personajes con carga psicológica. El coronel Herzog pasa de ser una sombra intuida a un icono y líder absoluto para sus tropas con el objetivo de terminar la última misión que se les había encomendado: conquistar la villa de Talvik. Sólo el enloquecido Martin, único superviviente y acusado del brutal asesinato de todos sus compañeros en la cabaña de la montaña, junto a un grupo de personajes variopintos tendrá en su mano evitar la masacre.

Lo que se le pudiera achacar a la anterior entrega por parte de un servidor parece haber sido reparado: los personajes son más carismáticos, encabezados por una suerte de Ash noruego que, como admirador de la trilogía original de Raimi, logra sacarme una buena sonrisa. La vertiente política es estimable, aunque se limite a ser un simple nazis vs comunistas, pero es suficiente para una cinta de estas pretensiones y realmente es algo que eché muy en falta en la primera parte (Sí, yo le exijo un mínimo de cosas hasta a Zombis nazis). Completa el extraño grupo un comando de nerds cuyos conocimientos en la materia zombi intenta jugar con los clichés conocidos aunque quizás no resulte tan hilarante como fuera pretendido. Al nacer desacomplejada se permite un humor muy negro, añadiéndole la casquería y el festín de tripas habitualen una maravillosa mezcla para aquellos amantes del gore. Porque sí, en Dead Snow 2 hay (MÁS) tripas para quitar el hambre e incluso a veces con una sorprendente función didáctica (“Los 1001 usos de las tripas humanas” podría ser un buen libro extraíble del guión de Wirkola).Aunque se desinfla algo en su parte final, quizás presa de la ambición con la que encara la batalla final, nos regala un epílogo impagable a ritmo de Bonnie Tyler y su Total Eclipse of the heart que podría cerrar el círculo, aunque ya saben cómo son este tipo de películas y esperen a que terminen los títulos de crédito: estos nazis son muy difíciles de matar.

faults

Una falla. Un punto de rotura al haber sufrido una presión excesiva. La definición en el clímax de Faults señala lo que parece evidente que ha querido transmitir su director pero sin embargo no es lo que uno siente. Un terror latente que supuestamente va incrementándose desde el humor de los comienzos hasta su final. Sé que es lo que pretendía pero no es lo que he visto. He visto una película plana y previsible, que cuenta con un reparto solvente y que sigue los cánones del cine indie americano, su atmósfera gris y los clichés del género sectas, lejos de la estimable Marta Marcy May Marlene. Ansel Roth es un experto en cultos que está tocando fondo: acuciado por las deudas, humillado y sin nada a lo que agarrarse, decide aceptar un último trabajo para saldar sus pagos a petición de unos padres que quieren recuperar a su hija Claire, a la que someterá a un proceso de desprogramación en una habitación de motel. El juego de poder entre ambos personajes se lanza pero aquí no encontraremos mucho más y de ahí viene mi acusación de predecible: pretendes enfrentar a dos personajes que supuestamente deben responder a los roles de seguidora del culto, sin rumbo en el mundo y una mentalidad pragmática, representación de la coherencia respectivamente. Pero ese no es el retrato que Riley Stearns hace desde el minuto uno. Los roles están invertidos y la falla de uno de ellos deja frío porque, realmente, no hay mucho más. Y cuando te juegas el impacto de tu cinta en un giro que estás anunciando a gritos, has fallado.

The world of Kanako

La película más histérica que recuerdo de la ya de por sí cultura más histérica del mundo. Tetsuya Nakashima extrae el germen de su anterior cinta, la recomendable Confessions, con la violencia bruta presente en los institutos japoneses y la atiborra de esteroides, LSD, sangre, sadismo y un noir de los 70. Más que una sorpresa, un shock absoluto. Kanako Fujishima es una adolescente desaparecida cuyo padre, expolicía, esquizofrénico, violador y bebedor, debe encontrarla. Entonces comenzará a investigar en el mundo de su hija prácticamente desconocida para él. Un frenético descenso a los infiernos como el de Alicia en el país de las maravillas a través del agujero, obra a la que se hace referencia durante el metraje, vista por Peckinpah y Tarantino. Tramas que mezclan pasado con presente y diferentes narradores son las marcas estilísticas de este director, así como el uso de la música, pero donde antes había cámara lenta ahora hay una catarata incisiva de planos que rozan el segundo de duración, un montaje que golpea y corta la cabeza del espectador para que el caos se apodere de lo que queda de nuestra mente.

The world of Kanako nos dice que de aquellos barros, estos lodos. Que seres violentos sólo engendrarán más violencia y más maldad. Una espiral que se retroalimenta cada vez a mayor velocidad, forzando el engranaje hasta que, como temía que ocurriera, desbarra. Los farragosos falsos finales que pueblan el último tercio terminan de echar a quien estaba odiando la película desde el segundo uno y nos chafa algo la experiencia a quiénes compartían mi visión. Se estanca en la redundancia y cuando intenta ser poética (de la forma más convencional que este artefacto pueda serlo) erra el tiro. Eso sí, altamente recomendable para quien quiera una de las experiencias más extremas a la que se puede enfrentar un espectador con ganas de ser retado.

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