28 de marzo de 2024

Berlinale 2015: Día 2

Queen

HERZTROLL

Tras la resaca de lo de Coixet, que traerá cola (recuerden esta predicción), hoy teníamos a Panahi y a Werner Herzog en la Sección Oficial, el uno cumpliendo más o menos con lo que se podría esperar de él… el otro, bueno, lean la crónica y juzguen por ustedes mismos.

Se podría decir que la nueva película de Jafar Panahi, Taxi, forma una especie de tríptico con sus dos anteriores trabajos: This is not a film y Closed courtain, una trilogía sobre la vida del hombre, del autor, separado de su materia fílmica. Ahora bien, si en aquéllos era un entorno cerrado el que dominaba el limitado horizonte vital del director iraní (recordemos su situación judicial a raíz del caso Neda Agha-Soltan), en esta ocasión Panahi baja a las calles de Teherán como un hipotético (y poco probable) taxista para transmitir, de primera mano, el pulso de su ciudad. El foco, pues, cambia de objetivo, la colectividad sustituye al individuo, el optimismo a la desesperanza de la confinación domiciliaria. Decimos optimismo porque pese a que esa(s) cámara(s) on board recogen, obviamente, la indefensión judicial de la mujer, la censura cultural burlada a fuerza de ingenio, la violencia contenida subyacente en cualquier régimen que somete a sus ciudadanos a unos estrictos parámetros religiosos como sustitutos de las normas civiles, etc. la visión de Panahi es tan irónica y divertida como la sonrisa apenas esbozada en su recorrido automovilístico por la capital iraní. «Nadie puede censurar la vida», algo así parece querer decir el autor de Offside que no pierde el gesto ni siquiera cuando aparece por la pantalla, quizás como un boceto, quizás como una perturbación del pasado, la voz del interrogador policial encargado de su caso. En fin, un más que aceptable trabajo que quizás se hubiera convertido en sobresaliente manteniendo durante más tiempo la dicotomía entre su naturaleza documental o dramática, esa duda se resuelve pronto privándonos de parte de esos bonitos artificios metacinéfilos que puede que a usted, espectador, le importen un higo, todo hay que decirlo.

Taxi
Taxi

Una vez que se descarta lo imposible, lo que queda es la verdad, por improbable que parezca – Arthur Conan Doyle

Nos negamos a creer que nuestro amigo Herzog haya caído en las garras del alzheimer. Nos negamos, incluso con más fuerza si cabe, a que sea de repente un apóstol del cine apolillado, no hablamos de las tímidas polillas vegetarianas que a veces se esconden en algún cochambroso armario del cine de autor, que haberlas haylas, sino en las vigorosas y carnívoras que son felices habitantes de los ataúdes del pastiche clásico. Imaginen pues que arrancamos Gunga din o Beau Geste de su nicho de la historia y la reinsertamos 80 años después, hoy, a viva fuerza, como si los códigos visuales o narrativos hubieran permanecido incólumes y todo fuera azahar y tonos pastel en la pantalla… pero, un momento, ¿por qué James Franco no puede apartar esa sonrisa de cañamones de ketama de su cara?¿y la banda sonora?¿no parece un refrito de las partituras de Maurice Jarre en sus colaboraciones con Lean?¿no era Herzog aquel tipo en que el encuentro del hombre y la naturaleza siempre empujaba a los primeros a descubrir abismos de locura? No puede ser que ahora se decida a facturar algo tan plano, tan eminentemente bobo. Ya lo tenemos, en realidad se trata de parodiar ese cine, de follarse sus códigos, de gastar una última (?) broma, The Herzog killing joke. Ojalá apareciera en la rueda de prensa comiéndose un zapato, ojalá nos guiñara un ojo. La otra opción da mucho miedo, así pues trolleanos Werner, trolleanos muy fuerte, trolleanos como si no hubiera más noches por delante.

Queen of the desert
Queen of the desert

Andrew Haigh, por su parte, daba un nuevo giro al drama minimalista, algo que ya había hecho en la notable Weekend y que repite aquí con más acierto si cabe. Charlotte Rampling y Tom Courtenay interpretan a un venerable matrimonio cuyos pilares se resquebrajan por un hecho perfectamente aleatorio, la aparición en el hielo de los Alpes de una mujer relacionada en el pasado con nuestro protagonista. El director británico aprovecha esta excusa argumental para revolverse contra ese tono amable que suele llevar aparejado, como si fuera una rémora, cualquier película que toque esa cosa tan manida del amor en la tercera edad, de la vida compartida en pareja. No lo hace solamente desvelando los abismos de mentiras que se esconden tras las apariencias de perfección sino que fuerza el objetivo para que recoja una luz tenue, plena de granulado, definitivamente enfermiza. Pese a alejarse conscientemente de los excesos dramáticos, 45 years termina en un apabullante crescendo que nos deja el mejor momento de lo que llevamos de Sección Oficial y a Charlotte Rampling como la primera candidata obvia al Oso de plata a la mejor actriz.

45 years
45 years

3 comentario en “Berlinale 2015: Día 2

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