Nicole Kidman pierde la memoria.
No confíes en nadie tiene título de telefilm de sobremesa, de esos que una tarde de domingo lluviosa uno se traga ve por televisión debajo de una manta sin más pretensión que intentar pasar la tarde tranquilo sin pensar mucho en lo que está viendo. Pues bien, dicho y hecho, la adaptación que hace el guionista y director Rowan Joffé de la novela homónima de S. J. Watson, no parece querer salirse de unos patrones telefílmicos tan obvios como los que rellenan cientos de horas de thrillers con tintes melodramáticos con los que tratar de echarse una siestecita en el sofá. La novela de Watson ya tenía los elementos esenciales para que su adaptación corriera esa suerte, pero cabía la posibilidad de que en manos de un buen guionista se pudiera crear un thriller psicológico, si no notable al menos bastante interesante, hasta que el retoño de Roland Joffé puso sus ojos en ella, y su innegable talento para relegar a la mediocridad obras ajenas como ya hizo con el remake de Brighton Rock.
El libro comienza con el despertar de Christine, una mujer de 47 años que una mañana se encuentra a sí misma sintiéndose la veinteañera que un día fue, acostada al lado de un hombre bastante mayor que ella y totalmente desconocido. Pensando en que su despertar es fruto de una noche loca, su raciocinio comienza a perder el control tras mirarse en el espejo del baño y no reconocer a la mujer madura que la mira desde el otro lado. El desconocido de su cama le explica entonces quién es, la edad que tiene, que ambos están casados y que ella sufrió hace años un accidente que le causó un daño cerebral por el cual, todas las noches al dormir olvida todo lo que ha vivido y recordado durante el día y vuelve a despertar como si un gran lapso de tiempo indeterminado y distinto cada vez no hubiera tenido lugar.
El planteamiento de la novela, que acaba derivando en un thriller bastante manido pero con un mínimo grado de interés, se evapora cuando la esencia del relato que son las percepciones y la angustia que padece Christine al encontrarse perdida dentro de una mente incapaz de retener recuerdos de su propia vida, se diluyen en la película en pro de un guión plagado de efectismos con las trampas argumentales que suelta sin más intención que la de epatar. Rowan Joffé se deja llevar con desgana por una historia a la que no presta un mínimo de coherencia ni de interés por llevarla más allá de la lógica previsibilidad que a mitad de la cinta ya hace acto de presencia. La confusión que reina en la narración consigue que ni la descripción de personajes, ni la manera de contarnos los avances en los descubrimientos que sobre sí misma realiza la protagonista, ni por supuesto algo de rigor en las causas neuronales o en las consecuencias que la amnesia suponen a nivel psíquico para ella, estén tratados para crear una complicidad con un espectador ávido de descubrir lo que se esconde detrás de la historia.
Es tal la apatía que se extrae del guión y la dirección de Joffé, que ni siquiera la presencia de tres intérpretes de reconocido renombre como el trío protagonista parece encontrarse agusto en su papel. A un Colin Firth totalmente apático, con aspecto de andar por allí a ver qué pasa, y a un Mark Strong simplemente correcto, se les une en el papel principal una Nicole Kidman que lo único que hace es poner cara de sufrimiento durante toda la película pero sin que esa desazón logre traspasar la pantalla y hacer que en algún momento se pueda empatizar con lo que siente. Así, No confíes en nadie termina siendo simplemente un trabajo rutinario de dirección e interpretación que, mucho nos tememos, terminará pasando sin pena ni gloria por las salas de cine y resurgirá cuando una televisión la compre para pasarla una y otra vez los fines de semana.