Charlamos con Joshua Oppenheimer
Uno de los platos fuertes de la edición de este año de Documenta Madrid que acaba de terminar, ha sido la segunda película de Joshua Oppenheimer sobre el genocidio que tuvo lugar en Indonesia tras el golpe de estado del general Suharto en 1965. Si hace dos años ganaba el primer premio del jurado y el premio del público con The act of killing, este año con The look of silence se llevaba este último, desplazando el foco de atención de los asesinos a las víctimas del genocidio. De la película os hablaremos más adelante con motivo de su estreno en las salas españolas, pero además de tener la oportunidad de escucharle en el coloquio posterior a la proyección del film en Documenta Madrid, Oppenheimer nos dedicó unos minutos para charlar con él más en profundidad sobre la película y la situación en Indonesia. Nos encontramos a una persona especialmente amable y atenta a cada palabra, a cada gesto e incluso preocupada por nuestra salud, que nos ofrece una breve entrevista tan interesante como sus películas y nos deja una sensación de paz al escucharle como pocas veces hemos tenido.
– Lo primero que se nos pasa por la cabeza al ver cómo Adi es capaz de enfrentarse a los asesinos de su hermano, sabiendo la impunidad que tienen en Indonesia, es la preocupación de si habrá consecuencias para él o para su familia por ello.
Joshua Oppenheimer: Para los ejecutores evidentemente no habrá ninguna consecuencia por sus palabras en la película, pero para la familia de Adi sí las habría y esto lo sabíamos desde el principio. Adi me dijo que quería enfrentarse a los asesinos y yo sabía que eso le iba a resultar difícil de explicar a su familia. Le advertí de que iba a tener que ir con mucho cuidado, y decidimos rodar primero para saber cómo iba a ir su enfrentamiento con una persona que no tenía poder, con el hombre al que le pone las gafas, porque además yo sabía que tenía una relación muy mala con sus superiores, por lo que no iría a quejarse a ellos. No era peligroso para nosotros enfrentarnos a él. Después de esta confrontación, Adi decidió contarle a su esposa y a su madre lo que estábamos haciendo, ellas reaccionaron como puedes ver en la película, con miedo y pidiéndole que no lo hiciera, pero más tarde le animaron a continuar con ello por la importancia que tenía. Después comenzamos a filmar los careos con los asesinos, por orden inverso de jerarquía, y le conté también a Anwar (el protagonista de The act of killing) lo que estábamos haciendo, ya que por aquel entonces yo tenía una relación muy cercana con él, para que pudiera interceder en el caso de que los asesinos del hermano de Adi tomaran represalias, ya que todo el mundo en esa zona conocía a Anwar. The act of killing había supuesto un proceso emocional de diálogo en Indonesia y nos dimos cuenta de que era el momento adecuado para hacer esta película. La familia de Adi nos dijo que era necesario hacer esta película en aquel momento y entonces comenzamos a organizar un plan de seguridad para ellos que incluía trasladarlos a otro lugar de Indonesia en el que tuvieran todo lo necesario, donde los niños pudieran ir a mejores escuelas y Adi tuviera mejores oportunidades económicas y donde ni él ni su familia sufriera las intimidaciones de nadie. No es tanto por su participación en la película como por el hecho de que Adi es ahora mismo un personaje que ha contribuido a que las cosas puedan cambiar. Él es un héroe en Indonesia y ha tenido la oportunidad de viajar con la película y poder hablar con el público sobre la necesidad de diálogo entre los supervivientes y sus familias y los asesinos. Sigue existiendo un plan de evacuación para ellos hacia Europa u otras partes del mundo, pero sinceramente espero que no llegue a ser necesario. Por supuesto que hay una consecuencia terrible para la familia, que es la de tener que irse del lugar en el que han vivido toda su vida por el hecho de haberse enfrentado a gente a la que conocían y que sabían que habían asesinado a su hermano.
– Al margen de lo que impresionan los relatos de los asesinos sobre cómo torturaban y mataban a la gente, cosa que ya se vio en The act of killing, lo que también sobrecoge mucho es el hecho de que las familias de éstos no sólo nieguen sus actos sino que acaban echando tierra por encima como si no tuvieran importancia.
O.: En la película aparecen dos familias de los asesinos. En una de ellas, la hija se muestra devastada por el testimonio que le escucha a su padre aunque ya supiera lo que hacía, se da cuenta de que su padre al que tenía por un héroe no es tal. Creo que ella sabía lo que su padre hizo y sospechaba que lo que el gobierno decía al respecto era simple propaganda, más cuando Adi va a hablar con ellos y cuando The act of killing ya se había estrenado. Lo que le ocurre a ella en ese momento es que aparece un sentimiento de humanidad que le hace disculparse por lo que hizo su padre. En cambio, los miembros de la otra familia que aparece están llenos de ira. Yo pasé tres meses con esta familia cuando el padre aún estaba vivo, estuvieron todos dramatizando el libro que su padre había dibujado con las torturas y los asesinatos y que aparece en la película, es decir, tanto los dos hijos como la mujer conocían todos los detalles de ese libro. Y ellos sabían que yo lo sabía. Nuestro plan era el ir con Adi y decirles “mirad, no fue culpa vuestra. Sabéis quien soy, yo sé quiénes sois vosotros, vivimos en el mismo pueblo y tenemos que convivir al lado los unos de los otros. Un día mi hija podría casarse con tu hijo, ¿cómo podemos superar esto?”, pero ellos se limitaron a mentir por el miedo que tenían. Cuando les enseñé el vídeo en el que su madre está sosteniendo el libro y les demostré que estaba mintiendo, no pretendía castigarles ni humillarles, quería que se dieran cuenta de la inutilidad de su negación. A lo que voy es a que estas dos películas muestran lo dividida que está la gente en Indonesia, cómo las relaciones entre vecinos están destrozadas por lo que pasó y por no hablar sobre ello. Nadie quiere hablar del tema, pero incluso las familias de los asesinos no lo hacen por el miedo.
– ¿Cómo fue capaz Adi de mantener la templanza ante los testimonios que tuvo que escuchar por parte de los asesinos de su hermano?
O.: Adi mostró una gran capacidad de empatía, aún sintiendo una enorme ira en su interior que se refleja en su cara mientras está frente a frente con ellos. Creo que tuvo esa capacidad de aceptación porque tenía muy claro que lo que estaba haciendo no era algo equivocado, que lo hacía por su familia, sus vecinos y todas las víctimas. Si que acabó exhausto, deprimido y triste pero nunca se hundió. Hasta que vio la primera proyección de The look of silence en Venecia. Al final de la misma, al contrario que aquí, no hubo coloquio pero cuando la gente se dio cuenta de que Adi estaba allí, todo el mundo se puso en pie y comenzó a aplaudirle. Allí mismo se derrumbó completamente y se puso a llorar desconsolado abrazándose a mí.
– ¿Cuál es su relación ahora mismo con Indonesia? ¿Va a seguir indagando en el genocidio y en las consecuencias que ha tenido para la sociedad del país?
O.: Tengo un equipo anónimo en Indonesia, no sólo el equipo de las películas sino también otra gente que me ayudó a realizarlas, y sigo en contacto con ellos todos los días. Estoy al tanto de los avances que se hacen para mantener la paz allí. Indonesia es una parte muy importante de mi vida en tanto en cuanto mis películas forman parte de Indonesia. Ha sido un capítulo muy importante de mi vida pero es un país al que no puedo volver, no puedo ser recibido por los políticos y por tanto no voy a realizar más películas allí. Hay gente que me pregunta por qué no hago un tercer film y lo convierto en una trilogía, pero creo que un díptico es más abierto. La primera película se abre al espacio, al contexto, al país del que estamos hablando y su transformación en lo que es, y la segunda habla de un espacio aún más amplio de Indonesia para ayudar a la gente del país a conocer cómo es la sociedad rural en la que conviven asesinos y víctimas. Un tercer film, un tercer capítulo es el futuro, el resultado de la revelación de décadas de estragos en el país, pero ese capítulo lo escribirá la gente de Indonesia.
– Supongo que le gustaría poder ser testigo de ese capítulo…
O.: Estas películas han abierto un debate no sólo entre la gente del país sino también a nivel internacional, que es algo que no sucede todos los días y que no se puede planear. Sinceramente me siento triste al no poder estar en Indonesia ahora y ser testigo de ese debate y participar en los cambios que puedan surgir a partir de ello, y también porque tanto mi equipo anónimo como Adi y su familia son como la mía propia. Mis dos películas son mi carta de amor a Indonesia, así que por supuesto que me encantaría poder volver.
– Ayer en el coloquio comentaba que en The act of killing hubo algún intento por parte de los asesinos de decirle lo que podía o no podía mostrar, ¿con The look of silence le pasó algo parecido?
O.: Bueno, en realidad en The act of killing fui yo quien les dijo a los asesinos “ustedes participaron en el asesinato de mucha gente y yo quiero que me cuenten lo que hicieron de la manera en la que ustedes prefieran”, y luego discutían entre ellos sobre lo que querían o no enseñar. Pero yo grababa esas discusiones porque quería saber qué era lo que no querían mostrar y por qué para que me revelara quiénes eran para la sociedad indonesa. En The look of silence no necesité hacer eso, hice el film como les dije a sus protagonistas que iba a hacerlo y como el público la ha visto. Se ha visto el riesgo que se ha corrido. Sólo hay un momento en el que uno de los asesinos me dice “deja de grabar” y no lo hice. Hay gente que me ha criticado por eso, que me ha dicho que estaba explotando al personaje, pero no paré porque creo que si lo hubiera hecho al que hubiera traicionado es a Adi. Esos 30 segundos de más que grabé, al asesino no le iban a perjudicar pero sí enfatizaban más el mensaje de que Adi estaba haciendo algo muy importante para su país.