Entrevistamos al director de A Esmorga.
Esta semana llega a la cartelera una película que hace meses ya se estrenó en Galicia. Se trata de la adaptación cinematográfica de una novela que forma parte de la literatura clásica gallega, A Esmorga, dirigida por Ignacio Vilar con quien tuvimos el placer de charlar unos minutos sobre ella e incluso sobre empanadas y remedios contra el mal de ojo, y a quien parece no gustarle esa etiqueta de nuevo cine gallego de la que tanto se habló en los seminarios del pasado Play-Doc. Festival en el que por cierto también estuvo Vilar pero no para ver películas, para hacer contactos y ver a conocidos.
Ignacio Vilar: Yo no hablo de novo cine galego, es cine galego. Te diría más, para mí cine galego es cine rodado en galego, lo demás no lo es por mucho que se ruede en Galicia. Si se rueda en castellano es cine español, para mí. Que por supuesto a mí me gusta el cine español, pero una cosa es eso y otra cine galego, pero por ciertos intereses intentan confundir pero no es así. A ver, que el director tenga 18 años, pues sí es nuevo cine, pero da igual que tengas 18 o que tengas 70 y hay buen cine y mal cine, no nuevo ni viejo.
– A Esmorga ya tuvo un estreno en Galicia hace unos meses, ¿cómo fue el resultado allí?
I. V.: En Galicia se estrenó el 21 de noviembre, hicimos una promoción grande en todas las ciudades. Fue muy bien, aguantamos 15 semanas en los cines que eso hay pocas películas que lo puedan decir, y con 18 copias metimos 60.000 espectadores. Las primeras semanas fue la segunda película española que más espectadores ha llevado a las salas por copia, por eso nos han abierto muchos cines en el resto de España ahora.
– ¿De dónde viene la idea de adaptar la novela de Eduardo Blanco Amor?
I. V.: Una de las cosas que más me interesa del cine es su poder de convocatoria y en Galicia estamos necesitados de lugares comunes, es decir, de cosas que nos unan, no que nos separen. Yo pienso que los clásicos es un lugar común y A Esmorga de Eduardo Blanco Amor es uno de los grandes lugares comunes que tenemos en Galicia como lo puedan ser Rosalía de Castro o Castelao. La novela en sí tiene ese lugar en el que coincidimos todos, se tenga una ideología u otra, se sea de un partido u otro, se sea creyente o no creyente…y además es una novela que se lee muchísimo y que incluso fue lectura obligatoria en los años 80 en todos los centros de enseñanza. Ahora no es obligatoria pero prácticamente sigue leyéndose en 1º y 2º de bachiller, y para mí es una de las grandes novelas de la literatura universal. Tiene una historia muy cinematográfica, sus personajes lo son, puedes trabajarla y darle mucho volumen que ya lo tiene en la novela, y por todo eso era un proyecto que siempre tuve pendiente. Es mi quinta película y ya decidí que estaba preparado. De hecho, con esta he roto con todo lo anterior de mis películas, he cambiado hasta de equipo técnico.
– ¿Y ha sido muy distinto trabajar con otro equipo?
I. V.: Lo he notado muchísimo. Mira, para mí con esto del cine te vuelves a desnudar y a empezar de nuevo cada vez. Antes era como que tenía controlada la situación pero en esta película era como si empezara a rodar de nuevo y sientes como una angustia brutal, pero después por otro lado sientes una gran ilusión aunque todo sea un desastre total. Y cuando acaba por no serlo es una pasada. Trabajé con un director de fotografía que hizo muchas películas en La India y en Estados Unidos, pero yo era la primera vez que trabajaba con él. Esta película necesitaba riesgo y tenía que trabajar con personas que se arriesgasen, que no tuviesen miedo de romper las reglas y de buscar algo diferente.
– La adaptación además es muy fiel a la novela, lo cual también conlleva un riesgo al ser una narración tan densa y además una lectura tan conocida en Galicia.
I. V.: Sí, a ver yo quería meterle una estética de vanguardia a ese clásico, pero también había una cosa que me interesaba mucho y era la de darle verdad. Verdad en el sentido que pueda tener el documental, verdad que tiene el plano secuencia porque el plano/contraplano es más artificial. Después, A Esmorga es el imaginario de miles de personas en Galicia, cada uno se ha hecho su película en su cabeza al leer la novela, y hacer una película en la que pudieran entrar todas las que cada espectador se hubiera hecho en su mente es impresionante.
– Son sólo tres personajes en un lapso de tiempo de 24 horas, ¿cómo se consigue esa compenetración entre los actores?
I. V.: No es sólo la interpretación de cada actor sino la relación entre ellos que trabajamos mucho. Nos encerramos 15 días en una residencia, trabajábamos durante 12 horas con el guión y la novela, primero trabajábamos cada personaje y después la relación entre ellos. Mi estrategia como director, tanto con el equipo artístico como con el técnico, era la de lograr que cada uno de ellos asumiera esta película como algo suyo y que tuviese su parcela de creatividad dentro de una línea marcada, y eso es muy difícil de conseguir y creo que lo hemos logrado. Durante esos 15 días hubo también peleas, pero se crearon unos lazos muy fuertes. Yo hice además un primer montaje, que lo suelo hacer yo siempre en mi aldea, y los llamé a todos después para que lo vieran, incluso a quien iba a montar definitivamente la película, que es el montador de La isla mínima. Ahí ya vi que la película empezaba a funcionar viendo las reacciones de los actores al verla en perspectiva, porque ellos no tienen un concepto más amplio que el de su personaje. Además hicimos una comida con las empanadas de mi pueblo, que son las más exquisitas que hay y que se hacen con costillas adobadas incluyendo el hueso. Yo antes tenía un festival de cine en mi aldea e invitaba a directores, y siempre que los veo después de tantos años me siguen recordando el sabor de la empanada. En definitiva, esa comida, el vino de Valdeorras, la estrategia de que cada uno analizase la película durante 15 días, viendo lo que para cada uno funcionaba o no, hizo que se haya conseguido hacer la película de todos los que hemos participado en ella. Eso es el cine, el trabajo colectivo. Es un trabajo de psicoanálisis, de desnudarse y reconstruirse. ¡Es la hostia!
– Además es la primera vez que trabajas con un texto ajeno, ¿ha sido complicado guionizar la novela?
I. V.: Yo trabajo siempre con Carlos Asorey en los guiones y este nos llevó 9 meses de adaptación, sobre todo porque en la novela es la voz de Cibrán la que cuenta todo y aquí tuvimos que meter diálogo que en la novela hay poco. Me interesaba ser respetuoso con ella y toda la voz en off de Cibrán es exacto a lo que está escrito en la novela, reducido obviamente. Después buscamos palabras que se utilizaban en la época en la que transcurre la novela, porque para mí el cine es ponerlo todo al servicio de la historia, desde la fotografía, la dirección de actores, la puesta en escena…todo. Yo cuido mucho el lenguaje para intentar que el idioma también esté en función de la historia. En esta película también he ido sin un planning, sin saber lo que iba a rodar al día siguiente, lo cual ponía muy nerviosos a los actores. Hubo una secuencia por ejemplo, la de cuando se encuentran los tres por primera vez, que la íbamos a rodar a unos 200 metros de donde la rodamos. Llegamos allí con todo el equipo, unas 60 personas, y aquello no me funcionaba, y de pronto recordé que en la parte de arriba del valle había una iglesia románica, que el románico es lo que nos interpreta a los gallegos, y hay un campo lleno de petroglifos en espiral, que también es un símbolo que nos interpreta, los gallegos vivimos metidos dentro de una espiral y no hemos salido de ella, y trasladamos todo el campamento allí para que nos arropara todo ese paisaje.