Cine francés en Madrid
Juventud y veteranía se encuentran en la segunda edición de Tu cita con el cine francés, que se celebra en los madrileños cines Ideal entre el 18 y el 21 de junio. Después de una primera convocatoria donde las reinas indiscutibles fueron las cintas de directores consagrados, el certamen apuesta por una sabia mezcla de trabajos de cineastas con una larga trayectoria y nuevos realizadores.
La película elegida para abrir el certamen, Les combattants, pone de manifiesto el interés del festival por dar a conocer talentos emergentes en el audiovisual gabacho. El filme, debut como director de largometrajes del guionista Thomas Cailley, viene avalado por el premio FIPRESCI, que logró tras su paso por la Quincena de realizadores del Festival de Cannes, y su triunfo en los César, donde se impuso en los apartados de mejor actriz principal (Adèle Haenel), actor revelación (Kévin Azaïs) y ópera prima.
La cinta muestra la particular historia de un chaval que se enamora de una joven aparentemente fuerte que no parece muy dispuesta a caer rendida a sus encantos. El filme, que se desarrolla principalmente en un campamento del ejército durante el verano, combina de manera bastante convincente el romance juvenil con elementos de survival, aunque estemos muy lejos de la babosería habitual de las historias de amor adolescente made in USA o de los blockbusters con elementos típicos de las películas de supervivencia en la línea de Los juegos del hambre o Divergente. Sin subrayados innecesarios, el debut de Cailley dibuja perfectamente el vacío existencial y la falta de oportunidades laborales de cierta juventud gala mientras nos ofrece una historia de iniciación a la edad adulta que refleja de manera certera el desconcierto vital propio de la pubertad. Gran parte del mérito del filme recae en una sobresaliente Adèle Haenel, que encarna a esa chica aparentemente dura, y un no menos destacable Kévin Azaïs, muy convincente como el joven dispuesto a casi todo por conquistar a la mujer de la que se ha enamorado.
El aroma del western impregnó la segunda cinta proyectada en el certamen de cine galo, Lejos de los hombres. El director David Oelhoffen, responsable de Reencuentro, toma como base un relato de Albert Camus para ofrecernos la historia de un maestro de escuela un tanto huraño que se ve obligado a escoltar a un hombre acusado de matar a su primo en el inicio de la guerra de independencia de Argelia. Sin excesivos diálogos e incluyendo las típicas escenas de acción propias de las cintas del oeste, el cineasta plasma en imágenes una emocionante historia entre dos individuos aparentemente opuestos y pertenecientes a culturas distintas que acaban sintiendo un sincero aprecio mutuo. Un filme sobre el valor de la fraternidad de los hombres y la crueldad de la guerra que destaca por el particular cruce de miradas entre un adecuadamente sobrio Viggo Mortensen, en la piel del solitario profesor, y un correcto Reda Kateb, como su particular reo. Mención aparte merecen la espléndida fotografía de Guillaume Deffontaines y una estupenda banda sonora firmada por Warren Ellis y Nick Cave. Quizá, eso sí, haya que reprocharle un cierto tono contemplativo que puede exasperar a los espectadores menos indies.
La comedia, quizá el género más comercial del cine galo actual, no podía estar fuera del certamen. La primera muestra de humor francés del festival la ofreció el veterano Jean Becker con Unos días para recordar. El cineasta, al que debemos títulos como Mis tardes con Margueritte o Mi encuentro con Marilou, nos regala una simpática cinta acerca de un viudo cuya vida da un vuelco cuando sufre un misterioso accidente a las orillas del Sena. Su estancia en el hospital marcará un particular punto y aparte en su existencia. El hijo del gran Jacques Becker puebla de personajes entrañables una película con mensaje humanista y toques de humor negro. No obstante, el largometraje, que se contempla con media sonrisa, cae intermitentemente en cierto sentimentalismo algo marrullero que afea un tanto el conjunto. Lo mismo se puede decir de algunos elementos dramáticos, mostrados a través de unos innecesarios flash-backs, que restan algo de interés a esta agradable comedia protagonizada por un estupendo Gérard Lanvin, que convence como el gruñón hombre maduro que tiene que pasar una temporada en el hospital.