29 de marzo de 2024

Críticas: Cuestión de actitud (Xenia)

Xenia

El Almodóvar griego

Cuando se lee que a Panos H. Koutras, director de Cuestión de actitud (Xenia), se le conoce como el Almodóvar griego, uno no puede evitar sentir la inmensa curiosidad que levanta una cinta que ha estado presente en Un certain regard en Cannes y que se hizo con el premio especial del Jurado en el pasado festival de Gijón. Y es que como el director manchego, el cuarto largometraje de su colega griego, se caracteriza por agradar o levantar hastío entre público y crítica. Sin embargo, lo que es innegable es el hecho de que se trata de una película que resulta muy difícil que al espectador, para bien o para mal, le deje totalmente indiferente.

Cuestión de actitud cuenta con una dirección que se debate inteligentemente a caballo (o mejor dicho, conejo carrolliano) entre dos mundos: primero, la realidad helena más terrenal, sumergiéndose en la inmigración y mostrando de manera, primero periférica, y segundo directa, el nacimiento de una nueva fuerza cada más preponderante en Grecia como son los simpatizantes del nacionalsocialismo de Amanecer Dorado, a su vez, también muestra la relación que se establece entre la homofobia, la violencia o la búsqueda de soluciones ilegales para lograr los propios fines. Como telón de fondo se encontrará siempre una vía de escape ofrecida por la televisión (como le ocurría a la niña protagonista de la italiana El país de las maravillas de Alice Rohwacher, por seguir en la estela del realismo mágico). En un segundo término, la película deambula por un espectro fantástico que se corresponde a las propias inquietudes de un joven adolescente que en ocasiones no sabe captar las más que sutiles diferencias entre lo que es real y lo que realmente obedece a sus pasiones y preocupaciones más irracionales.

Xenia 2

Si algo destaca en el filme, a parte de sus carismáticos y trabajados personajes, tanto estética como psicológicamente, es el encontrarnos ante un relato en continua mutación genérica y argumental. En sus inicios, parece la historia del joven adolescente que abandona su ciudad natal para vivir acompañado de una referencia fraternal algo mayor el desencanto existencial de una vida anodina y gris de una gran urbe, como la que pudimos ver por ejemplo en la reciente y magnífica Güeros de Alonso Ruizpalacios, película mexicana donde también se fantasea subjetivamente con la realidad, que complementa un interesantísimo díptico sobre la pérdida motivacional juvenil como lo es la alemana Oh, boy de Jan Ole Gerster. No obstante, a medida que avanza el relato, nos encontramos en una road movie con altercados violentos y con una doble meta en la que se subrayará, quizás con demasiado minutos en el metraje, el abandono de los dos hermanos protagonistas en el hotel Xenia, donde en sus vacías estancias, lograrán llegar a un nivel de sincronización y de unión emocional que se manifestará metafóricamente mediante una llamativa coreografía de una canción de Rafella Carrà, haciendo gala del divertido horterismo que caracteriza a todos y cada uno de los personajes de la película.  Pero sin duda alguna, el clímax llegará en su tercer acto, donde se tendrán que demostrar todos y cada uno de sus aprendizajes durante el camino para tratar de entender tanto a ellos mismos como al mundo que les rodea y cuál es la motivación personal que los mueve a comportarse como lo hacen. Viviremos un allanamiento de morada que si bien cuenta con reminiscencias de Funny games (1997), con guiño incluido en la mención de los huevos, no será tan parecida a Haneke la resolución del conflicto sino más bien seguirá una vía más bien esperpéntica y visualmente llamativa como pudimos ver por ejemplo en Kika (1995) de Pedro Almodóvar.

Xenia 3

Y hemos regresado a donde hemos iniciado esta crítica, a Pedro Almodóvar, ese hombre capaz de originar un universo propio donde lo grotesco y el esperpento forman parte de las indisolubles preocupaciones que atormentan a los seres humanos. De esto mismo trata Cuestión de actitud, la cual se vale de recursos como la música y el efecto visual que causa la indumentaria de los personajes pero sin dejar de sentirse influenciada por otros directores aunque, sobre todo, actúe de una manera libre y sin ataduras, con un desparpajo casi tan suelto como el del joven Daniel para plasmar mediante técnicas verosímiles o fantasías más introspectivas un seguido de comportamientos y de realidades muy presentes tanto en la sociedad griega como en la occidental. ¡Y todo ello en una odisea en clave posmoderna libre de moralinas! Para bien o para mal, lo que no podemos negar, es que Cuestión de actitud es un cine que sabe entender completamente las claves del presente y a su vez sabe reformular viejos códigos que, aunque a día de hoy sigan funcionando, van a tener que empezar a rivalizar con nuevas propuestas coherentes que traten de explicarnos el día a día que estamos viviendo.

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