Un corazón en el lugar equivocado.
Los compases de un vals acompañan a Jay Cavendish en su incursión en las salvajes tierras del nuevo continente. Con paso lento se adentra en territorios hasta hace poco inexplorados y ahora arrasados por la mano del hombre blanco. Inmigrantes también que, más allá de buscar un nuevo comienzo y una vida mejor al otro lado del Atlántico, dedican sus esfuerzos a arrasar con todo lo que se encuentran por el camino.
Jay Cavendish, perteneciente a una familia de alta alcurnia escocesa, es testigo de las consecuencias de ese expolio, mas su paso no se detiene ante el mismo; su destino es llegar hasta Silver Ghost aunque sea cruzando bosques en los que los fantasmas plateados se muestran en forma de las cenizas de las civilizaciones perdidas. Llegar hasta su amada Rose, al corazón de quien sólo le ve como un buen amigo, como un hermano; salvar océanos, desiertos, bandidos y cazarrecompensas para demostrar ser digno de un amor que jamás será correspondido.
Como el joven Cavendish, John Maclean se adentra en un mundo nuevo. Se lanza a dirigir su primer largometraje, tras una carrera como compositor de bandas sonoras, en un terreno en el que de entrada parece no haber nada nuevo que contar. Sin embargo, a través de la búsqueda del amor de Jay, el director escocés presenta un camino hacia el oeste en el que habla de la salvaje extinción de las razas autóctonas, de la soledad de los inmigrantes llegados de varios puntos del planeta, de sus miserias y sus necesidades que les obligan a delinquir para poder subsistir, y de esa subsistencia condicionada a la violencia contra los demás. A través además de una cuidada puesta en escena y de una realización que combina la inmensidad del paisaje en sus planos generales con el detalle con el que rueda algunas secuencias, como la primera de las muertes en el tramo final, Slow West se aleja formalmente de la concepción realista del western mientras, paradójicamente, su historia refleja varias de las realidades que pocas veces se han tratado en el género. Pero sobre todo deja de lado la eterna dicotomía entre el bien y el mal, para hablar de la psicología de sus personajes principales y mostrar sus cambios a medida que se adentran en la profundidad de esa América a medio colonizar.
Haciendo honor al título del film, su desarrollo transcurre lento sin que esto signifique que estemos ante una película aburrida. Ni mucho menos. Maclean se toma su tiempo, sin realizar grandes elipsis o saltos temporales más allá de los flashbacks con los que enlaza la vida anterior de Jay y Rose en Escocia, para profundizar en ese camino que los dos protagonistas emprenden juntos hacia un mismo lugar con diferentes intenciones. La cadencia que emplea para contarlo obedece a esa necesidad de entender el proceso tanto de los personajes como del propio país que se intenta gestar a marchas forzadas, pero que en el fondo precisa de actos pausados y meditados para llegar a buen puerto.
Es cierto que hay momentos en los que alguna fisura se deja entrever en Slow West, sobre todo algún que otro exceso de planos de objetos rompiéndose en un intercambio de balas, en el que además alguna parece salir de la nada, pero la mezcla de los códigos del western con los del drama romántico e histórico, junto a los mecanismos formales que propone Maclean, la convierten en una oferta de la cartelera muy a tener en cuenta. Un montaje final con todos los muertos que el camino hacia el amor deja a su paso, nos remite a una nueva vida, a un nuevo comienzo que trae consigo una última estacada en el corazón de quien lo busca. Una herida sobre la que echar sal para que escueza más en su intento en vano de curarla.