25 de abril de 2024

Críticas: Capitán América. Civil War

Capitán América - Civil War (Steve Rogers vs Tony Stark)

Sobre poderes y responsabilidades.

Siempre se ha recurrido al leitmotiv de «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» para hacer referencia a toda proposición de la superheróica. Aunque la coletilla se ha convertido en recurrente, la realidad es que pocas películas del subgénero habían hecho los méritos para dar forma y sentido a tal idea. Capitán América: Civil War aterriza para iniciar la ‘Fase Tres’ de los proyectos cinematográficos de Marvel sin olvidarse de todo ese conglomerado argumental que ha ido generando la maquinaria del estudio, ejerciendo ese recopilatorio y habitual pirotecnia de un intento definitivo de lograr un sentido del equilibrio entre el espectáculo y las capas dramáticas bajo las máscaras de sus (súper)personajes. Hemos llegado, tras pasos previos, a la era de la reflexión para posicionar a los Vengadores ante esa kryptonita capaz de desintegrarlos: su conciencia. Planteemos que el material realmente es el mismo al que se ceñía Carlos Vermut en su cortometraje Maquetas: pocos se preocupan por la devastación y secuelas que sufren las víctimas ―y sus familiares―, esos civiles cuya vida quedó para siempre quebrada ante una hecatombe ―de cualquier índole― del género fantástico. Vayamos a recapitular la recurrente demolición de ciudades como ya recurso de la saga cinematográfica ―y objeto de sorna― para marcar ese contexto tras las catástrofes en Nueva York, Londres, Washington o Sokovia. El concepto respecto a tal telón de fondo no resulta novedoso en el Universo Marvel televisivo, habiendo presenciado en Daredevil, Agents of S.H.I.E.L.D. o Jessica Jones los primeros efectos a la virulenta manifestación de personas con poderes generando miedo, desconcierto e incluso venganzas personales en la población civil. Ese punto de giro en las reglas de la convivencia ha dejado secuelas psicológicas que desea comenzar a explorar la cinta de Anthony Russo y Joe Russo, situando lentamente a Steve Rogers y a Tony Stark a su ya anunciado enfrentamiento. ¿Tienen que existir límites impuestos para los poderes o el propio sentido de la responsabilidad del superhéroe ha de marcar la senda de su justicia? En ese territorio surge el germen del choque y los tambores de esa guerra civil inminente sobre la que se ha recreado la cultura popular a golpe de meme ―con especial mención para el protagonizado por la tortilla con o sin cebolla―. Las burlas y los chistes han llegado a su fin y es hora de ponerse serios.

Capitán América - Civil War (Capitán América, Falcon, Ojo de Halcón, Soldado de Invierno, Bruja Escarlata, Ant Man)

Capitán América: Civil War no desea caer en la intrascendencia y en la simple superficialidad, introduciéndonos en la propia psique de Rogers y Stark respecto a sus posicionamientos con los Acuerdos de Sokovia ante la creciente presión política internacional. ¿La solución para evitar bajas civiles y daños colaterales pasa por el que el Gobierno supervise y coordine las misiones de los superhéroes? ¿No supondría lo anterior también la culpabilidad por la pasividad y la inacción en determinados casos? El libreto de Christopher Markus y Stephen McFeely, que adaptan muy libremente la novela gráfica de Mark Millar, desea hacer hincapié en los conflictos personales de Capitán América e Iron Man, otorgando a ambas posturas una correcta construcción y justificación. En ese terreno y debate expuesto surgen los problemas. La kryptonita de Steve Rogers tiene nombre propio: Bucky Barnes. En Capitán América: El Soldado de Invierno presenciamos que el superhéroe estaba dispuesto a sacrificar su propia vida para recuperar a su mejor amigo, controlado a todos los niveles por Hydra. Y aquí el gran mérito de la cinta de los hermanos Russo es enlazar el anterior y citado material con el conflicto de Tony Stark respecto a la pérdida de sus seres amados. En ese aspecto, el guion trata de recapitular los aciertos y deslices de anteriores entregas, como si tras Iron Man 3 y Vengadores: La era de Ultrón el egocéntrico multimillonario deseara corregir sus errores pasados y redimirse ante la sociedad para lavar sus pecados, siendo ahora un filántropo que desea hacer realidad los sueños de una nueva generación. Tony Stark está condenado a ser Iron Man y es conocedor de que ese hecho le hará perder definitivamente a Pepper Potts como parte de un rompecabezas y dicotomía sin solución. Tony, además, sigue atrapado en ese conflicto respecto al adiós de sus padres, ‘reviviendo’ el momento en el que Howard y Maria Stark se fueron para no volver jamás… La mecánica se amolda a la aparición de T’Challa (Pantera Negra) tras el desastre en una misión de Los Vengadores en Wakanda, que sirve como parte del prólogo del film. Hábilmente, la venganza hace acto de presencia y El Soldado de Invierno se convierte en el centro de todo ese entramado argumental y sentimental que, poco a poco, va a cobrar forma para establecer la madurez sobre la quiere asentarse Capitán América: Civil War. Sigue existiendo, por el contrario, esa vocación de entretenimiento con ramalazos divertidos centrados principalmente en la presentación de Peter Parker como Spider-Man y la repesca de Scott Lang tras la escena de post-créditos de Ant-Man. Ese equilibrio, no obstante, se decanta por el desarrollo dramático del resto de implicados para que no sean simples secundarios sino que revelen un arco argumental y evolución. Aquí podíamos recuperar a Bruja Escarlata y Visión y su vínculo con la gema de la mente para trazar un discurso sobre monstruos y el citado poder y responsabilidad. Ni siquiera una entidad tan pura va a poder evitar someterse al conflicto de la cinta, dando a entender que todos ellos se enfrentan a posibles errores que harán mella en su conciencia.

Capitán América - Civil War (Pantera Negra, Iron Man, Viuda Negra, Máquina de Guerra, Visión)

Vayamos al eje de la cinta, donde los posicionamientos antagónicos de Steve Rogers y Tony Stark respecto a los Acuerdos de Sokovia dan la impresión de ser un macguffin ―junto a Crossbones― para presentar aquel elefante en la habitación que representa Bucky Barnes; encarnando a una bomba de relojería al poder ser ‘programado’ por Hydra para cometer las atrocidades que acompañan a cada una de sus misiones tal y como nos refleja el prólogo del film. En cierta medida, la exploración del universo cinematográfico de Marvel desea conceptuarse sobre la psique de sus superhéroes, siendo la conciencia aquello que dictamina y condiciona la forma de sus antagonistas. El rostro desfigurado de Brock Rumlow es el vivo reflejo de esos planteamientos para que Rogers ―como Stark en la visita de una madre que perdió un hijo por sus acciones― vean frente a frente los errores que desataron en sus actos pasados. La foto de un difunto y el inconsciente del daño colateral actúa como arma de fuego, por asociación, estableciendo Capitán América: Civil War esas credenciales psicológicas desde sus primeras secuencias. Pensemos en que los responsables de la saga cinematográfica son ya conscientes de los excesos pirotécnicos de sus pasadas entregas y, aunque el film nos regala una secuencia descomunal en el aeropuerto de Berlín ―que marcará un antes y un después en el subgénero―, la idea es establecer un marco claramente humano como gran y mortal amenaza. El fichaje de Daniel Brühl para encarnar a Zemo escenifica dicha proposición, calentando en sus acciones un gran clímax para dejar claro a la audiencia que el Universo Marvel ha madurado y que su grandilocuencia ―y rimbombancia estruendosa― ha quedado ya en punto muerto, fusionados a un gélido escenario como marco de su acto final. La película demuestra que se puede llegar a otras cuotas sin necesidad de recurrir a la hipérbole sino a conflictos más viscerales y físicos. La coreografía no viene ya dictaminada por elementos superficiales, repletos de oquedad y saturación, sino que son los propios sentimientos primordiales aquellos que establecen el marco de los movimientos y acciones de los personajes. Y en este punto conviene recordar el propio y controvertido conflicto ―objeto de memes infinitos y burlas― que se establecía en Batman v. Superman: El amanecer de la Justicia. Los hermanos Russo recurren a un concepto similar no para hallar la comunión entre dos pesos pesados del universo superhéroico sino para profundizar en el enfrentamiento que les ha posicionado como enemigos. La grandeza del libreto de Christopher Markus y Stephen McFeely es ahondar en la psicología del drama que afecta a los conflictos de sus protagonistas, como si fueran títeres de sus emociones más primigenias y alcanzando una satisfactoria madurez en el proceso. Y si en Capitán América: Civil War figura el nombre del superhéroe que encarna Chris Evans es porque acaba siendo aquel que merece la condición de soportar la mayor de las responsabilidades, siendo aquel que permanezca inmóvil en su razonamiento pese a que todos a su alrededor le indiquen que debe apartarse y hacer lo correcto.

Capitán América - Civil War (Chris Evans, Steve Rogers)

Siguiendo el legado de Peggy Carter, Steve Rogers se postula como aquel ‘árbol’ moral que eleva el discurso épico de la cinta. Él es el corazón emocional, aquel portador del estoicismo del superhéroe que conoce que «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» frente a un Tony Stark, que trata desesperadamente de mantener unidos Los Vengadores y acaba devorado y consumido  por la venganza. Iron Man, por lo tanto, recibirá la mayor de las lecciones pero estableciendo en su propia separación una catarsis para saber que existe una persona con unos valores inamovibles y privilegiados, con una capacidad de perdón más allá de lo que él mismo logrará en su vida. Capitán América: Civil War, posiblemente el film más completo y ambicioso de Marvel hasta la fecha, incide en conceptos trillados como el héroe atormentado pero, contrariamente, somete el conflicto de sus personajes a una lóbrega catarsis para que elijan convertirse en héroes o diluirse en la venganza. Al fin y al cabo, Tony Stark era el (otro) villano de Vengadores: La era de Ultrón, siendo su creación la metáfora de su reverso oscuro y nuevamente en esta cinta quedará reflejado, pese a justificar plenamente su pronunciamiento, por aquel amigo capaz de revelar que su idealismo y convicción son determinantes. Recordemos que la referencia de Stark a El mensajero del miedo de John Frankenheimer para referirse a Bucky Barnes no es aleatoria teniendo en cuenta el concepto y también la contraposición de Rogers, creado originalmente como propaganda dentro de una guerra ideológica. Capitán América, por su parte, está a la altura de levantar mínimamente el Mjolnir y tal vez no pueda completar la proeza porque está dispuesto a cruzar ciertas líneas grises por defender a los suyos sin convertirse en un justiciero, apartándose de ese discurso político sobre títeres del estado y desmarcarse de su propia condición (y representativo escudo) como acto de su épico sacrificio final. Aparte de mecánicas previas, el film es una mutación dentro del subgénero al deshacerse de conceptos que parecían obligados e ineludibles como un auténtico villano, puliendo la introducción de Pantera Negra como un inteligente catalizador respecto a su discurso sobre la venganza. Y es que la idea es que esa guerra civil tan anunciada acabe siendo simplemente interna a los personajes, siendo el poder y la responsabilidad las piezas claves de tan acertado enfrentamiento.

Apunte: Es normal que, como colofón, aquel ‘mensajero’ de la paz no sea otro que el propio Stan Lee.

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