19 de abril de 2024

Críticas: Wonder Woman

En el país de los tuertos…

El estreno de Wonder Woman en nuestro país supone una nueva demostración de lo superficial y hueca que es la crítica de cine actual. Porque decir que el film de Patty Jenkins contiene un fuerte alegato feminista es quedarse, en el mejor de los casos, en la superficie. Con lo fácil y apropiado que sería admitir la importancia que tiene la aparición de un producto medianamente sólido (en este caso, holgadamente superior a sus predecesoras en el Universo Extendido de DC: El hombre de acero, Batman v. Superman y Escuadrón Suicida) protagonizado por una superheroína en el seno de unos sistemas de producción y consumo inherentemente patriarcales, suponiendo un cambio de base realmente importante, especialmente para aquellos consumidores primerizos de este tipo de películas e historias, resulta una locura decir que este filme es feminista.

Si tenemos en cuenta las repetidas quejas expresadas por los seguidores de estos universos cinematográficos respecto a la fidelidad que mantienen con el material original, no podemos tomarnos en serio un discurso feminista que parte de este pretexto: «Zeus nos creó a nosotras para insuflar de amor el corazón de los hombres». Si bien esta frase podría referirse exclusivamente a las Amazonas y no a todas las mujeres del universo, es complicado mantener ese argumento cuando el resto están directamente invisibilizadas en la película, ya no solo por pertenecer al «mundo de los hombres» sino por una contextualización que viene dada para permitir golpes humorísticos propios de una suerte de guerra de sexos heredada de la screwball comedy americana.

Al asistir al viaje iniciático de Wonder Woman hacia un mundo totalmente desconocido para ella, todos los gags están relacionados con esa mirada inocente. Mientras que algunos, pese a no escapar de la corrección política, construyen un cierto (pero falso, dado todo lo que hay detrás) empoderamiento, otros son sencillamente imperdonables por su sexismo. Debería ser inadmisible que un personaje masculino dijera «estoy tan cachondo como alucinado» o «¿pero quién es esta obra de arte?» al observar las dotes físicas (en el doble sentido de la palabra) de la protagonista con un fin deliberadamente cómico, sin recibir siquiera una reprimenda verbal o visual. Si bien apuntábamos antes la imposibilidad de enarbolar un discurso feminista en base a un pretexto que hace de la mujer un mero complemento del hombre para ser completado, el mayor problema es que el desarrollo del film y de sus personajes nunca lo pone en tela de juicio, simplemente nace y crece bajo su yugo.

Una película, por supuesto, no debería ser vapuleada ni vitoreada únicamente por su impacto sociocultural y la verdadera naturaleza del mismo. Aquí lo que ocurre es más delicado: se nota que Wonder Woman, como producto nacido en una maquinaria que de normal apenas admite ligeras variaciones, está obligada a justificar su existencia en cada plano, lo que deriva en el absoluto desequilibrio de sus tres partes perfectamente diferenciadas. El segundo acto, sin duda el más extenso de todos, está plagado de verbalizaciones obvias y contraproducentes en cuanto al papel de la mujer a varios niveles distintos. Así pues, sobra decir que la columna vertebral de la cinta está damnificada desde el comienzo.

Hablando en términos estrictamente cinematográficos, de la concepción del filme en el interior de un universo que apenas ha dado muestras de fortaleza en tres intentos, es evidente que la obra de Patty Jenkins se desmarca ligeramente de sus predecesoras. Concretamente, ese punto de desconexión se encuentra en la sencillez y claridad expositiva de la propuesta, que muestra, si no más personalidad, al menos un ligero paso adelante al desprenderse de los oscurísimos traumas de los personajes. El peso del pasado también está aquí presente y juega un papel muy importante, pero su tratamiento se dosifica y es (casi) siempre el adecuado. Una prueba de este avance es la primera parte de la película, con un espíritu aventurero y una paleta cromática que hasta el momento no habíamos podido disfrutar en tan solemne serie de producciones, además de una secuencia de acción mucho más contundente que de costumbre, presentando incluso un uso bastante inteligente de la cámara lenta. Sin embargo, después de la presentación de la historia y el personaje todo empieza a naufragar, coincidiendo con la aparición del tópico y anodino romance entre Diana (Gal Gadot) y Steve Trevor (Chris Pine).

En el segundo acto, donde se pasa del género de aventuras a la ambientación bélica con una narrativa más pausada en la que cobran una relevancia indiscutible los descubrimientos de la joven, el punto de vista se bifurca inexplicablemente (¿acaso esto ocurre en las películas de sus colegas superhéroes con sus respectivas compañeras sentimentales? No, ¿verdad?) y lo que en principio era brío y soltura narrativa pasa a ser planicie dramática de los personajes y de la propia trama. Por otra parte, siendo tan interesante como es esa visión pura y desprejuiciada que tiene Wonder Woman del mundo, no es de recibo que el aprovechamiento de su subjetividad sea tan despreciable y demagogo, haciendo uso de los planos subjetivos únicamente para mostrar a cámara lenta imágenes desagradables que tienen lugar en el campo de batalla, con el rotundo cambio de tono que ello conlleva. No parece que sea tan complicado criticar la naturaleza del ser humano y su comportamiento sin caer en la demagogia barata, por lo que toca darse de bruces con la realidad para entender que a las películas de DC, por mucha solemnidad que muestren y muy oscuras que sean sus imágenes, les falta aún camino por recorrer para alcanzar la madurez. Sin ir más lejos, tras el primer acto emplazado en Themyscira, la fotografía del film toma los mismos tonos oscuros y azulados con los que acostumbra a trabajar Zack Snyder. No es casualidad que el tercer acto, a pesar de cuidar el exceso de duración y de fuegos artificiales sea el mismo que hemos visto un millón de veces. No obstante, se agradece que el ruido no sea desmesurado.

Finalmente, pese a resultar fallida en un gran número de aspectos, es innegable que Wonder Woman consigue arrojar algo de luz dentro de un universo cinematográfico que sobrevive gracias a sus buenos números de taquilla. Asimismo, la escasa cohesión interna del segundo largometraje de Patty Jenkins no impide que éste sea el mejor trabajo de la nueva oleada de producciones cinematográficas de DC, al mismo tiempo que una -en líneas generales- digna presentación de un personaje que ya había sido introducido en Batman v. Superman. Para próximas entregas, esperamos que logren dejar a un lado ese aire canalla que convierte la reivindicación feminista en un chiste de parvulario. Y es que en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.

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