24 de abril de 2024

Filmadrid 2017: Crónica 6

Deborah Stratman y Matías Piñeiro en la 6ª crónica de Filmadrid.

A lo largo de su filmografía, Deborah Stratman ha desglosado la idiosincrasia del ciudadano estadounidense; un comportamiento repleto de contradicciones que aboca no sólo a su destrucción sino también a la de su nación. Casi premonitorio de lo que estaba por acontecer, algunos de sus trabajos adquieren una mayor significación en la actual era Trump. Un mosaico ecléctico en el que destaca especialmente In Order Not To Be Here por omisión y abstracción. En este mediometraje confluyen, en la más profunda nocturnidad, la labor policial, la criminalidad –sin una forma definida– y la falsa convicción de seguridad en la vida doméstica, sensación inducida a través de una continua observación de los sistemas de vigilancia. Una sucesión de imágenes en 16mm que componen una suerte de thriller policíaco o incluso una película de terror de serie B. Stratman presenta el espacio, pero la acción se desarrolla fuera de campo desde las transmisiones de la radio policial. Una experiencia sensorial que cuenta con un poderoso diseño de sonido que aturde.

No todos sus trabajos resultan tan etéreos. Otros, como Energy Country, son más concretos e incisivos. En este caso, Stratman se adentra en los engranajes del sistema capitalista, en los intereses económicos de la primera potencia mundial. Al igual que O’er the Land, la directora vuelve a mostrar la xenofobia y el racismo latente que existe en Norteamérica. Las imágenes de las monstruosas refinerías de petróleo se sobreponen. El patriotismo exacerbado, el fundamentalismo religioso, episodios febriles que desencadenan en la inestabilidad en países de Oriente Medio. Por momentos, el mediometraje parece volverse indómito y el efecto es desconcertante.

En cambio, The BLVD destaca por su calidez y cercanía hacia ese microcosmos que se construye alrededor de las carreras ilegales. Es una obra mucho más dispersa –también más arbitraria en el formato–, en la que vamos desgranando un mundo mediante entrevistas a los individuos que lo pueblan: mecánicos, pilotos o simples espectadores. Una pieza fundamental en el recorrido etnológico de Stratman.

Hermia & Helena

Hermia & Helena podría suponer un punto de inflexión en la filmografía de Matías Piñeiro. Su cine siempre ha estado adherido a un material literario –de Sarmiento a Shakespeare–, destacando especialmente en ese trabajo de cámara tan preciso que remite al cine de Fassbinder. Y en su último film se ha independizado ligeramente del estilo que definía a sus anteriores películas. Quizá el no haber contado con su equipo habitual ha terminado por condicionar su labor. La relación con Shakespeare (Sueño de una noche de verano) termina siendo algo críptica, o directamente infundada al aplicarlo al comportamiento de los personajes. Incluso en El hombre robado o en Todos mienten, en el que la naturaleza del texto resultaba demasiado arcana para aquellos que no conociesen en profundidad la obra del autor, era lo suficientemente cristalina para comprender lo que sucedía.

Hermia & Helena es el film más intimista del argentino. El Piñeiro más nostálgico, aunque quizá el más ambicioso en el montaje. Se apoya en el flashback para ir introduciendo a los personajes a medida que van teniendo cierta relevancia. El tono lo marcan las estaciones de dos ciudades: el verano en Argentina y el invierno en Nueva York. Sus elipsis, sutiles mediante cortes de continuidad general o sobreimpresiones de ambos lugares, surgen de lo material –guantes, postales– y de lo intangible –recuerdos–. Pero la oscilación entre el Piñeiro teórico que conocíamos de sus anteriores trabajos y esta nueva e imprecisa faceta suya no termina de beneficiar al film, convirtiéndose en lo peor de su filmografía.

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