Más boba que gamberra.
Los responsables de la película, marketing mediante, prometían transgredir el imaginario colectivo de los teleñecos con una aventura protagonizada por marionetas que fuese un festival de sexo, drogas y violencia. ¿Quién está matando a los moñecos? es el cóctel resultante, pero tiene un sabor desagradable y no deja ni siquiera buen regusto en la mayoría de sus gags, trillados en este tipo de producciones con aspiraciones de resultar provocadoras pero que terminan en los mismos convencionalismos. Como podréis imaginar, los teleñecos no son los protagonistas, sino unos monigotes parecidos que esquivan la imposibilidad de jugar con la rana Gustavo y compañía.
El director Brian Henson es un viejo conocido de todos ellos, porque estuvo al frente de un par de las mejores películas de Los teleñecos (Cuento de Navidad y La isla del Tesoro), aquí reúne a nueva pandilla con vocación de pervertir el film noir en una comedia gamberra. Si la muy superior La fiesta de las salchichas era como una versión adulta de Toy Story -por aquello de estar protagonizada por alimentos antropomórficos que cobran vida-, ¿Quién está matando a los moñecos? podría decirse que es la versión trash de L. A. Confidential, por citar uno de los últimos grandes títulos del género. Una serie de asesinatos es el punto de partida a una de las investigaciones policiales más alocadas que uno recuerda: el moñeco detective privado Phil Phillips vuelve a ser agente de la policía y trabaja codo con codo con su antigua compañera Connie Edwards. Ambos conforman una pareja de buddy movie realmente divertida, los mejores gags surgen de su confraternización.
Por otro lado, el filme cuanto más provocador quiere ser más esclavo de su ambición es y termina resultando torpe o, peor, cargante. Los guionistas ponen toda la metralla junta para lograr escenas memorables, pero olvidan vestirlas bien y coserlas con el conjunto narrativo. Finalmente, la película es más un cúmulo de chistes más o menos inspirados -hay pocos de los primeros- y francamente es más boba que gamberra. A su favor tiene contar con Melissa McCarthy al frente, la versátil cómica domina el juego y salva del desastre absoluto este disparatado proyecto. Maya Rudolph y Joel McHale son dos secundarios divertidísimos.
Al fin y al cabo, los mejores momentos están protagonizados por los personajes humanos. Esta coyuntura es un varapalo para los moñecos que pasarán al olvido sin pena ni gloria. Y, quizás, la indiferencia sea lo peor de ¿Quién está matando a los moñecos?, porque evidentemente no es una buena comedia (como sí lo es la mencionada La fiesta de las salchichas), pero tampoco es un guilty pleasure memorable o distintivo. Sin buenas ideas, uno ni triunfa ni fracasa con éxito.