25 de abril de 2024

D’A Film Festival 2019: Los días que vendrán

Una clausura de cum laude para Marqués-Marcet.

¿Cómo afrontar el advenimiento de un hijo? Esta pregunta ha asolado los pensamientos de miles de padres y madres, sobre todo primerizos, ante la alegría y la incertidumbre de embarcarse en esta experiencia vital. El director catalán Carlos Marqués-Marcet parte de esta cuestión para elaborar su tercer estudio alrededor de las relaciones sentimentales en la época moderna con Los días que vendrán, la obra más redonda de toda su filmografía en la que propone un interesantísimo diálogo entre la ficción y la experiencia propia (casi documental) de sus protagonistas. Ellos son David Verdaguer y Maria Rodríguez Soto, pareja en la vida real, cuyo embarazo es filmado por el joven director con una inusual naturalidad que emociona a raudales.

Tras su paso por el Festival de Rotterdam, Los días que vendrán arrasó en el de Málaga con los premios a la mejor película, dirección y actriz; ahora ha puesto el broche de oro final a la novena edición del D’A de Barcelona para cerrar el círculo en casa. David y Maria viven en la ciudad condal como sus alter ego en la pantalla, Vir y Lluís, una joven pareja que, tras solo un año de convivencia, descubren que están esperando un hijo. Las inseguridades, las expectativas, las alegrías y los recelos que suscitan el embarazo son la perfecta cristalización de los altibajos en la relación. Marqués-Marcet se sirve de la paternidad y la maternidad para ahondar en la constante de su breve, pero muy lúcida carrera: la distancia era el germen de la disección en 10.000 km y la amistad, la confianza (y en cierto modo también, la maternidad) hacían lo propio en Tierra firme. Los días que vendrán es, sin lugar a dudas, la más madura y redonda de las tres.

La grandeza de su nuevo trabajo reside en buena parte en la concepción del seguimiento del embarazo como de una experiencia transformadora y hacerlo a través del propio cambio físico y emocional de sus protagonistas con la reciprocidad de su estado en la ficción y en la vida real. La correspondencia entre lo ficticio y lo real es tan diáfanamente clarividente como insólitamente mágica. No hay confusión alrededor de la voluntad del cineasta y sus actores, pero este insólito acercamiento a la verdad es un ejercicio de honestidad que goza de una inusitada naturalidad, sin juegos de artificio, y que logra transmitir las emociones más puras que un artista jamás podría crear. Evidentemente hay construcción de un relato, de unos personajes y de unos sentimientos, pero sin este fructífero juego entre los hechos dentro y fuera de la pantalla, Los días que vendrán no sería una película tan magnífica ni Marqués-Marcet hubiese podido brindar un retrato tan pudoroso acerca de la llegada de un hijo en el sino de una pareja.

Probablemente, por las mismas razones, las soberbias interpretaciones de David Verdaguer y Maria Rodríguez Soto transpiran una naturalidad desbordante. Especialmente remarcable es el trabajo de ella, mucho menos conocida y que se gana el calor de los espectadores con un asombroso trabajo en el que afronta un personaje complicado en la tesitura del propio cambio físico que acarrea el embarazo, los vaivenes emocionales y compartir escena con su propia pareja (David, cada día mejor actor) en unos personajes y situaciones totalmente inventados, pero con procesos dolorosos y ligados a la misma experiencia. La pulcritud y delicadeza de la película es 50% responsabilidad (y mérito) de la labor interpretativa de ambos y de su capacidad para ahondar tan profundamente en su propia experiencia para brindar otra historia posible.

Entre los grandes hallazgos de Los días que vendrán también es destacable su aproximación a la paternidad y la maternidad desde una óptica nada complaciente, mucho menos idílica y con dos personajes que transitan desde la desbordante alegría al temor más autoculpabilizador pasando por la frustración profesional y la emoción contenida. La inclusión de material audiovisual real del embarazo y nacimiento de Maria en los años 80 es un as en la manga que se revela como el colofón definitivo a las consonancias entre la ficción y la no ficción. Por último es pertinente reseñar la estupenda selección musical, destacando los temas de Ovidi Montollor o la versión de Toti Soler de Em dius que el nostre amor (Me dices que nuestro amor) que incluye la frase del título original (Els dies que vindran).

Los días que vendrán es uno de los retratos más honestos del cine español reciente y una de las mejores películas de esta primera mitad del año.

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