Sexta jornada del SEFF’17.
Un sol interior, la crónica (des)amorosa de una mujer soltera y madre de una hija, es una rara avis dentro de la filmografía de Claire Denis. En su nueva película, la cineasta francesa se aleja sustancialmente del tono habitual de sus trabajos anteriores y de su personal y atrapante forma de filmar, conservando la importancia que le da a los cuerpos en la pantalla, pero haciéndolo más como parte de un discurso que como sello estilístico. En su obra previa, los cuerpos filmados de forma fragmentada —siempre en consonancia con la estructura elíptica de sus filmes— impregnaban la narración de un halo de misterio que trascendía cualquier argumento o discurso temático en pos de perfeccionar su entendimiento y posterior aprovechamiento de las posibilidades que ofrece el lenguaje cinematográfico. Ese vasto conocimiento fílmico es utilizado aquí para capturar los sentimientos de una Juliette Binoche tan convincente como de costumbre, dejando bellísimos y emotivos primeros planos y un par de escenas sexuales enfocadas de manera muy distinta a la usual en un panorama dominado por miradas masculinas. Un sol interior es agradable, tierna y divertida a pesar de tener un trasfondo agridulce, pero es mucho más efectiva como retrato de las relaciones afectivas en un entorno social determinado —concretamente el de los artistas y galeristas aburguesados— que como búsqueda interior de un personaje que cree necesitar un cambio radical, y todo parece indicar que lo primero es accesorio para la película que Denis tenía en mente.
Uno podría pasarse días enteros preguntándose los motivos de la existencia de una película tan zafia, dolorosamente impersonal y falta de sustancia como Oro, pero muy difícilmente encontraría una respuesta que satisficiera su curiosidad. Parece que el único objetivo del nuevo proyecto de Agustín Díaz Yanes —al que ya dábamos por retirado— es reunir una ingente cantidad de actores de cierto renombre, independientemente del protagonismo de sus personajes, para hacer aún más risibles unos diálogos impostados que seguramente tuvieran sentido y profundidad en la mente de Arturo Pérez-Reverte, escritor del libro en el que se basa la cinta y coguionista de la misma. Lo único que consigue el cineasta seleccionando un casting tan popular es que la tarea de pasar por alto la estridencia de los conflictos entre los conquistadores españoles sea sencillamente imposible, y que el intento de copiar el estilo de dirección de Iñárritu en El renacido —la cámara flota exactamente igual por los espacios, los tipos de plano son similares y los cortes de montaje buscan producir el mismo efecto de incierta continuidad— resulte indiferente ante la grandilocuencia de las patéticas interrelaciones del grupo. Para rematar la faena, el autor madrileño renuncia al potencial visual que ofrecían las distintas localizaciones en pos de construir una tosca, superficial y nada creíble historia de personajes.
Situada dentro de la sección Las Nuevas Olas, podría decirse que la turca The Gulf, dirigida por Emre Yeksan, viene a ocupar el puesto que el año pasado le correspondió a Albüm, firmada por su compatriota Mehmet Can Mertoglu. La película presenta una construcción formal que se mueve entre el estatismo y la elegancia de los cineastas otomanos más relevantes y la ligereza y el brío de un cine que se empieza a abrir paso, igual de parco en movimientos de cámara pero mucho más colorido, donde las pinceladas de humor negro cobran peso. Yeksan propone una reflexión sobre el individuo perteneciente a determinada generación que desemboca en una mucho más global, pasando de lo particular a lo general muy pronto y sin demasiada habilidad, para terminar realizando una crítica social que se queda en la superficie al olvidarse de esa cualidad conocida como sutileza. Lo más interesante de esta ópera prima son determinados apuntes brillantes sobre la invisibilización de las clases sociales más bajas —el protagonista, afortunado por haber tenido que cumplir un servicio militar muy corto, no recuerda a un compañero con el que se reencuentra y que será clave en la narración— y sobre aquello en lo que nos hemos convertido; pero también su capacidad para ofrecer una visión optimista dentro de tanto caos, aunque el cambio de tono que conlleva su puesta en imágenes sea ejecutado con suma torpeza. Sin ser para nada desdeñable, el resultado de The Gulf se encuentra varios pasos por debajo de su concepto.