27 de abril de 2024

Críticas: El Irlandés

Homenaje crepuscular.

Es una realidad cada vez más difícil de ignorar y rebatir que los hábitos de consumo del audiovisual de la población han cambiado para siempre. Y en este panorama, el papel que ha desempeñado la figura de Netflix es fundamental. Netflix, ese ente poderoso y ambivalente. Esa compañía tan necesaria como, al mismo tiempo, una maldición para el cinéfilo. Gracias a su paraguas muchos creadores están disponiendo de los cuantiosos medios y la libertad creativa necesaria para llevar a cabo sus proyectos (Alfonso Cuarón, los Hermanos Coen). Pero, de la misma manera, estas grandes obras se nos privan de la gran pantalla, pues apenas permanecen en ella unas pocas semanas previas a la llegada a la plataforma para poder así optar a la temporada de premios. En este otoño, dos de las más grandes películas de este 2019 que está por finalizar adolecen de este problema. Una de ellas es la gran obra de la filmografía de Noah Baumbach, que desembarca en las próximas semanas. Y la otra es la película que nos ocupa en el presente artículo. La nueva y esperadísima película de uno de los mayores maestros de la Historia del cine, y sin duda una de las tres películas más ansiadas de todo el año por la cinefilia. Una reunión de veteranos tras décadas separados para cerrar una de los subgéneros más aplaudidos del séptimo arte. Es El irlandés, la ambiciosa y mastodóntica película de mafiosos del genio Martin Scorsese con la compañía de Robert De Niro, un retirado Joe Pesci y, por vez primera, Al Pacino. Una película que nos llegaba tan aplaudida en los pocos sitios en los que se había visto y con un atuendo tan extraordinario, que tenía casi imposible llenar nuestras absurdas expectativas. Y una vez habiéndola visto, si bien esto era inevitable, no puedo menos que recomendar con vehemencia la que es una película excelente. Una obra de madurez que celebra el pasado cinematográfico de las Mafias y del propio Scorsese con estoicismo y amargura, que le falta algo más de magia para llegar a ser magistral pero que rebosa gran cine.

Frank Sheeran (Robert De Niro), más conocido como El irlandés, echa la vista atrás y nos narra su vida desde la anciana soledad del asilo. Desde los años 40, cuando trabajaba como repartidor de piezas de carne, hasta sus primeros días como sicario y guardaespaldas del capo Russell Bursalino (Joe Pesci), pasando por su intensa y sincera amistad con el popular líder sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino) hasta las tensiones entre ambos bandos y la decisión que marcará el final de sus días. Historia reciente de los Estados Unidos desde las cloacas del poder, décadas de una vida de servicio y muerte de ineludibles consecuencias. Mosaico de la cultura italoamericana llevado a cabo con un minucioso vasto de ambientación histórica y de dirección artística de desencaje de mandíbula. Un ejercicio de narración dinámico y vivo, gracias al increíble trabajo de edición de Thelma Schoonmaker, que compacta las tres horas y media más vibrantes que servidor ha contemplado en mucho tiempo. Su reparto pocas veces ha estado mejor: Robert De Niro hace su mejor papel en décadas, Al Pacino cumple con nota y un Joe Pesci extraordinario, al que echábamos y echaremos de menos, nos brinda el que probablemente es el papel de su carrera. Scorsese se reafirma por enésima vez como un narrador de imágenes extraordinario, con un trabajo distante del lucimiento o la exhibición pero de apabullante sobriedad, mostrando en varios instantes como pocos mueven la cámara e imprimen energía a sus imágenes como él. Pero allí dónde la película podría haber sido otro relato de mafias, va mucho más allá, mutando a través de tres fases. Es un auto-homenaje Scorsesiano, sí, pero también un drama de personajes crepuscular, trágico, sobre la despedida, el reverso solitario e irreversible de las acciones tomadas y de las decisiones emprendidas, y de cómo el rumbo que tomamos puede encaminarnos a la más solitaria e incomprendida clausura.

Es tal el nivel que muestra la película y el baremo con el que la medimos que cualquier nimio detalle desaprovechado termina siendo una lástima. Aún siendo una de sus más grandes películas, no termino de encontrar en ella el toque de magia de las obras maestras imperecederas. Y aunque la decisión de mantenerla apartada para indicar por puesta en escena lo distante que ha estado en la vida de Frank, la subtrama de Peggy no llega a tener todo el peso dramático que demandaba el tercer acto. Y si bien te acabas acostumbrando a él, y sus resultados son bastante aceptables considerando su dificultad técnica, el rejuvenecimiento digital no termina de ser convincente.

Si amas el cine, echabas de menos el relato mafioso de Scorsese y deseas darte una celebración para acabar el año por todo lo alto, acude diligente a tu sala de cine más cercana a disfrutar de El irlandés en pantalla grande, algo que lamentablemente no se podrá hacer durante mucho tiempo. Difícilmente te arrepentirás. Desde este medio, y en nuestra humilde opinión, es un visionado obligado.

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