26 de abril de 2024

Críticas: Hijo de Caín

Dos visiones sobre la adaptación de la novela de Ignacio García-Valiño Querido Caín.

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Por MariFG:

Hijo de Caín nos presenta a una familia bien posicionada y en apariencia feliz, que se encuentra empañada por la actitud antisocial y agresiva hacia su padre del hijo mayor Nico, un inquietante adolescente que sólo parece disfrutar con el ajedrez. Cansados de su actitud, sus padres contratan a un psicólogo que, a través precisamente del ajedrez, trata de conseguir que Nico se abra y de descubrir qué hay detrás de su comportamiento. Basada en la novela Querido Caín, Hijo de Caín es la ópera prima del director Jesús Monllaó Plana, con un poderoso punto de partida en el que se trata el mal como rasgo innato frente a quienes intentan explicar los motivos que llevan a la maldad. Monllaó Plana se rodea para este thriller psicológico de una atmósfera turbadora excelentemente sostenida por la fuerza que le imprime el también debutante David Solans en el papel de Nico, dándole la réplica a un impecable José Coronado en una historia muy bien construida en su primera mitad, hasta que el guión nos lleva por otros derroteros en los que trata de engañar al espectador, con un giro en la trama más propio de un telefilm y que por desgracia no sabe cómo llevar, haciendo que las reacciones de los personajes resulten forzadas y muy poco creíbles. Que ante un descubrimiento tan grave como el que hace el psicólogo con respecto a la, aparentemente, modélica familia, los perjudicados estén más pendientes de retomar una relación perdida o de acudir a un torneo de ajedrez, o que tras solamente un día sin su familia, el personaje de José Coronado parezca salido de un albergue para indigentes, provoca en quien la está viendo el efecto contrario al deseado en un thriller como este. Este es quizá el mayor problema de la película, el querer dar varios golpes de efecto que no hacen sino tirar por tierra todo el interés y la inquietud hasta entonces conseguida, y difuminar con ello el potente tramo final. Aun así, Hijo de Caín consigue mantener el suspense y entretener gracias a un guión que no por resultar engañoso y previsible en su segunda mitad deja de ser dinámico en ningún momento, y sobre todo por las brillantes actuaciones de sus protagonistas. Mucha atención a David Solans, gran descubrimiento de Hijo de Caín.

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Por Sergio de Benito:

Tenemos que hablar de Kevin parece el referente absoluto a la hora de hablar de Hijo de Caín. Sin que esta afirmación inicial vaya a revelar recoveco argumental alguno, admito que resulta difícil penetrar en ella sin mentar la película de Lynne Ramsay, tan fresca aún en la memoria del espectador. Por suerte, no es ninguna barbaridad decir que sale airosa de la comparación. Y es que el resultado se aproxima bastante, a pesar de que evidentemente la sombra sea alargada y de que casi todo el que haya visto aquella se vaya a sentir mínimamente condicionado por una obra tan a priori lejana como complementaria. Si allí se nos mostraba la gestación de un pequeño monstruo, el crecimiento de una mentalidad psicópata por encima de las circunstancias en las que se engendraba, aquí se propone la exploración de las causas que provocan la extraña naturaleza y comportamiento de un turbio adolescente en el seno de una familia acomodada. A pesar de que, después de haberla digerido, uno no puede evitar pensar en los dos giros que contiene su desarrollo, esto no debe eclipsar el hecho de que durante su visionado me engatusara completamente, manteniéndome en tensión hasta el final y apartándome de la valoración de ese par de hechos que más forzados aparecen en la trama. Es mérito de un buen guión de los debutantes en el largometraje Sergio Barrejón y David Victori, adaptando un material original que desconozco como la novela de Ignacio García-Valiño. Cada personaje tiene algo que decir y casi ninguno queda desdibujado, logrando que lo que en otras manos podría resultar una trampa se revele aquí absolutamente coherente y suave en un tono que, a pesar de la crudeza y dramatismo de lo que cuenta, rara vez cae en la excesiva estridencia que se podía esperar. Resulta destacable, sobre todo, lo creíble de la temible personalidad psicótica del joven protagonista, sin que sus bruscos cambios y oscuras motivaciones parezcan exagerados en ningún momento. Otro capítulo que ayuda a esta credibilidad son las sólidas interpretaciones de un elenco que, a excepción de José Coronado, habla en catalán, lo que deja de manifiesto la práctica obligatoriedad de recurrir a la versión original para un visionado recomendable. Hijo de Caín termina resultando, por tanto, un trabajo bastante serio, que tira de solidez para tapar las lagunas narrativas que podían haber supuesto su gran talón de Aquiles. Una película que habrá que retomar cuando se trate de recapitular el cine español de este 2013.

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