«Cuando buscas el estilo encuentras la muerte, cuando buscas la vida encuentras el estilo», Luc Dardenne cita en una entrevista esta frase de Eduardo de Filippo. Exceptuando El Silencio de Lorna (2008) que se desmarca narrativamente del resto de sus películas, el cine de los hermanos Dardenne siempre se ha caracterizado por huir del artificio, por contar de forma sencilla y natural aquello que les rodea, por interpretaciones muy veraces. Su especialidad es hacer invisible la cámara, como si filmasen la más pura realidad. El hecho de haber ganado en dos ocasiones la Palma de Oro les confirma como grandes cineastas; pero su repercusión va más allá de las fronteras del cine, tras su film Rosetta (1999) se aprobó una ley en Bélgica bajo este mismo nombre que prohíbe pagar menos del salario mínimo a los trabajadores adolescentes. Creo que esto les hace situarse en una dimensión distinta al resto de autores, conseguir que su cine traspase las pantallas y sea algo vivo, que influye en la sociedad de esa manera, es a mi parecer lo más admirable.
El niño de la bicicleta es una historia muy sencilla y mil veces contada, una especie de Oliver Twist del siglo XXI, con ecos por supuesto de El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio de Sica. La película empieza con una plano medio de Cyryl, el niño protagonista de la película, llamando por teléfono a su padre, quien le ha dejado en una casa de acogida. Ya el inicio es una declaración de principios, pasamos de los títulos a la primera imagen por corte (no hay fundidos ni encadenados en todo el film), y es un plano cámara en mano a la altura de los ojos de Ciryl, ya ataviado con su chaqueta roja; el rojo que portará siempre Cyril cobra un significado muy importante, ya que salvo algunos ribetes rojos que tiene en su bicicleta, la realidad que le rodea será de unos tonos mucho más apagados. Tras marcar el número en dos ocasiones y escuchar el mensaje de que ese número ya no existe, Ciryl huye hacia la calle en busca de su padre. El niño es frenado por sus monitores, de repente se escucha una música extradiegética, un breve fragmento de “El concierto del Emperador” de Beethoven, y mientras la música continua hay un cambio de secuencia y vemos al niño dormir en su cama. Hay que subrayar este elemento ya que es la primera vez que usan esta técnica en su filmografía, y llama poderosamente la atención. Además, no es que solo lo hagan en esa escena, sino que sonará cuatro veces el mismo fragmento y en momentos muy determinados, que marcan puntos de inflexión en la historia de Cyril.
Hay que destacar también otros dos elementos intrusos en el film: la luminosidad, una película con mucha luz contrario a las atmósferas frías y grises de sus anterios films; y por supuesto la actriz Cécile de France. La coprotagonista de la película es una intérprete bastante popular (Más allá de la vida o Las muñecas rusas), algo inusual ya que el elenco de intérpretes suele estar formado por actores desconocidos. Estos dos elementos van de la mano en su significado dentro de la película, ambos representan la cara más agradable del mundo que rodea a Cyril. Es fundamental la forma en que nosotros conoceremos como espectadores a Samantha: Cyril se abraza a ella de forma casi agresiva, aferrándose con todas sus fuerzas y ella permitiéndoselo aunque no se conocieran de nada; antitéticamente, la primera vez que Cyril ve a su padre a lo largo del film, lo ve subido a un muro y su padre está tirando la basura. Ya en las presentaciones, los Dardenne nos describen perfectamente cómo son los personajes.
Como punto negativo, o más que negativo, podríamos decir que hay una decisión muy cuestionable: la ruptura del punto de vista. Algo que todo cineasta debe tener muy en cuenta, saber desde donde el espectador tiene que ver la historia. Estoy convencido que en la sala de montaje ha sido algo de lo que habrán discutido muchísimo, ya que los tres momentos en los que se rompe el punto de vista de Cyril podrían haberse evitado si se hubiera deseado. Y en este caso a mí me parece una decisión fallida, le resta veracidad, le quita ese aura de autenticidad de estar constantemente en la piel de Cyril. La película es su búsqueda del afecto, su incomprensión hacia la relación que su padre mantiene con él, es su ansia de libertad y de pasear por su bicicleta por las calles de la ciudad… Esa es la esencia de la película, ser los ojos de Cyril.
Unos señores que siempre me atrajeron pero con los que nunca me puse en serio.
La idea sería dedicarles un ciclo, ya veremos.
Buena reseña, Dean.