Sandra Bullock es otra desde que la academia dijo que siendo rubia se puede ganar un Oscar, y los papeles que le ofrecen no pasan desapercibidos. Nos alegramos al enterarnos que Clint Eastwood ha decidido olvidar su propuesta de colgar sus miradas penetrantes que hacen sentir miedo y culpabilidad a cualquiera en un armario cualquiera y no volver a actuar en una película tras Gran Torino, para ponerse en manos de su compañero y colaborador Robert Lorenz en su primera película como director Trouble with the curve.
En cuanto se le puso un nombre al actor que representará el papel de padre ojeador de jugadores de béisbol, comenzó la búsqueda de la réplica femenina, alguien que se defienda en las disputas familiares con Eastwood. Y como un par de piedras grandes se hubiesen estrellado la una contra la otra en el cerebro de algún productor o director de cásting, surgió un nombre casual, Sandra Bullock, ese que está en boca de todos desde que consiguió en el 2009 el Oscar y el Globo de Oro a Mejor Actriz por su papel de madre y a la vez rubia en The Blind Side. Soy de las personas que sufren con Sandra, no por sus contenidos y sufridos papeles que hacen llorar hasta al más duro, si no porque siento cierta aversión inexplicable por su presencia en cualquier película, pero resulta una opción más que capaz de estar a la altura de representar a una hija terca (no podría ser menos haciendo el papel de descendiente de Clint) si fue tan alabada su versión maternal. Con ansias esperamos conocer los resultados de tan dispar pareja que comparte un largo viaje para un último vistazo a un partido de béisbol cualquiera.