11 de diciembre de 2024

Gijón, día I

Menudo mes de noviembre, se inicia el Festival y tenemos que dejar en casa el tradicional abrigo (Esto es Esparta, digo Gijón) porque ahí fuera en la calle hace un calor de mil demonios y no hablo de temperatura cinéfila, que también, sino de la del mercurio de toda la vida, cualquier día organizan un pase en la playa de San Lorenzo y vamos todos en bermudas y ataviados de collares de flores y le decimos Aloha al amigo Cienfuegos, en fin que esto parece Hawaii, Bombay o lo que sea, ya ya les dejo de soltar el rollo con mis disgresiones temporales y vamos a lo que interesa, lo que viene siendo el cine.

Aunque, en realidad, tenemos que seguir hablando del tiempo y es que se avecina una tormenta o al menos se avecina en la película que servía para dar inicio a la muestra gijonesa, la esperada por muchos (me incluyo) Take shelter. Y no se confundan, no es la protagonista de la cinta la tormenta de los rayos y truenos, de la lluvia desatada y de los tornados llevando a Dorothy al país de Oz por siempre jamás, ésta, en realidad, sólo sirve como metáfora para subrayar o sacar a la superficie los miedos más pertinaces y profundos de nuestra sociedad, o al menos de esta época sumida en la crisis económica y en la inseguridad vital, contra los tornados es hasta cierto punto fácil protegerse pero ¿qué refugio construir cuando el tornado se llama miedo a perder tu trabajo o a no poder cuidar a tu familia? Vamos que Michael Shannon (el cual no tiene que esforzarse mucho para tener cierto aire demencial, todo sea dicho) las pasa canutas a causa de su afán sobreprotector y de esos miedos vitales que todos compartimos y que verbaliza en forma de marejada tirando a fuerte marejada. La cosa iba de maravilla pero de repente pega un giro copernicano y nos deja con un palmo de narices en un final que no terminamos de entender, quizá Jeff Nichols (y su aseada dirección) no nos estaba contando lo que nosotros creíamos que nos estaba contando, el caso es que salimos de esta primera sesión con cierta perplejidad, justificada, creemos.

Tras tantas tormentas, de las que mojan y de las otras, tocaba un secante paseo por el desierto siguiendo a Robert el neumático… y con eso no queremos decir que Robert sea una especie de versión masculina de las muchachas ligeritas que decoran cada mes la portada del Playboy, no, cuando digo que Robert es un neumático me refiero exactamante a que es un neumático de los de toda la vida y es muchas más cosas, para empezar es la estrella absoluta de la peli de la que les hablo, Rubber, para seguir es un neumático nihilista, enemigo de todo lo que se cruce por delante y viva, salvo del cuerpo desnudo de Roxane Mesquida (te entendemos Robert) y para terminar un neumático telequinético con especial predilección por demostrar esos poderes al más puro estilo Scanners. Pero vayamos al tema que no es otro que un gran guiño metacinéfilo y desengrasante, una divertida oda al absurdo, piensen en Esperando a Godot o en el final de Los caballeros de la mesa cuadrada ¿me siguen la pista? Desde luego Quentin Dupieux no es el miembro perdido de los Monthy Python pero la cosa tiene su aquel y sus varios momentos descacharrantes, lo cual siempre se agradece.


Y terminamos como empezamos, con un calor tórrido y asfixiante que es el que transmite la última peli del día, Viva Riva! aunque en realidad tampoco he estado en Kinshasa para comprobarlo, ni malditas las ganas visto lo visto. Y es que Viva Riva! es la primera peli congoleña a la que podemos echar mano y de nuevo tenemos que hablar de una metáfora, o mejor, de un mcguffin en forma de camión repleto de gasolina que sirve para mostrarnos lo barata que es la vida en la capital africana, aquella del Rumble in the jungle de Alí y Foreman. ¿Y qué más es Viva Riva!? Pues piensen en una especie de relato hustoniano (salvemos las distancias de nuevo) de perdedores y más perdedores aún, transido y mutado por el ritmo, el folklore, el exceso africano, quizá haya quien encuentre ese folklore un tanto exacerbado (sobre todo si lo comparamos con otros relatos tipo Yo, un negro de Jean Rouch) o a sus personajes meras caricaturas (el niggah bueno, carismático y follador, el niggah malo con el tumbao que tienen los guapos al caminar, la pelirroja femme fatale de, en el fondo, buen corazón, etc…) pero ¿acaso sabemos de primera mano cómo está el tema de los arquetipos allá por el Congo? Miren, yo en esto le doy el beneficio de la duda en forma de aprobado filmaffinitero y es que empiezo a pensar que el calor en noviembre no es bueno para nada, y que si aquí se avecina tormenta, allá en el antiguo Zaire llevan décadas con ella encima.

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