Alexander Sokurov y su Fausto eran sin duda los nombres que más llamaban la atención de la jornada de hoy en el FIC y la verdad es que no hubo decepción pese a la expectación que habían despertado.
Primer pase de la mañana y primera sorpresa agradable, El estudiante es el debut como director de Santiago Mitre, habitual guionista de las pelis de Pablo Trapero, y una película rodada en formato digital en la que seguimos la progresiva toma de conciencia política de Roque, alumno de la universidad de Buenos Aires que aparece en el film como un hervidero de ideas, comités, partidos que intentan reaccionar ante las nuevas situaciones que se van originando con esto de la crisis. Nuestro héroe, en un principio más interesado en zumbarse a todas las compañeras de su partido (y también de los partidos contrarios), irá aprendiendo paulatinamente a manejarse dentro de un mundo en el que las zancadillas, dobles juegos y cambios de chaqueta son el pan de cada día. Mitre sigue cámara en mano la evolución del protagonista y consigue que pese a que es un tema bastante repetido en la historia del cine, no perdamos la atención en ningún momento y nos apuntemos su nombre para ver si en próximos proyectos repite las mismas buenas sensaciones.
Cerrábamos la mañana con una peli española dentro de la sección oficial pero fuera de concurso, Los muertos no se tocan, nene de José Luis García Sánchez y perdonen por el chiste fácil, pero que agradable hubiera sido que no se hubiera tocado la novela de Rafael Azcona en la que se inspira la película y más viendo los resultados de la adaptación. Humor de trazo grueso, actores desnortados y mal dirigidos, abominables personajes infantiles, golpes pretendidamente humorísticos que provocan una vergüenza ajena difícilmente disimulable, en definitiva, un atroz intento de remedar la comedia costumbrista berlanguiana que haremos lo posible por olvidar como si de un mal sueño se tratara. Si quieren ver lo mismo pero infinitamente mejor pónganse el DVD de Plácido y se evitan el mal trago y al niño Marianín, avisados quedan, luego no quiero oír quejas.
Y llegaba el plato fuerte del día, la triunfadora en Venecia por encima de pelis como Shame o Un dios salvaje, una inabarcable, densísima, radical en su planteamiento Fausto. Y es que la adaptación al mito por parte de Alexander Sokurov puede ser muchas cosas: un estudio de la relación del hombre con sus propios demonios, una historia de amor en la que se desea sexualmente a la juventud como oposición a la detestada, omnipresente muerte, una reflexión que ofrece más preguntas que respuestas sobre la naturaleza del alma humana, pero sobre todo Fausto es una película que desprende una asombrosa belleza formal, que consigue, como todas las grandes películas, construir un universo con un código propio al cual nos transporta durante las dos horas y pico que dura la película. Luego tenemos que volver a poner los pies en la tierra, lo cual no deja de ser una putada dadas las circunstancias.
En Llendes, otra de las secciones paralelas del Festival, teníamos la oportunidad de ver Vikingland un documental rodado en base a las imágenes grabadas en una cámara de vídeo casera por unos marineros gallegos a bordo de un transbordador que efectúa una ruta entre Dinamarca y Alemania, y que el director debutante Xurxo Chirro ha recopilado y montado. El cariño que cualquier persona puede sentir por aquellos que se pasan meses fuera de sus hogares navegando por esos mares de Dios no debe embotar nuestro juicio, Vikingland es, a todos los efectos, tan película como puede serlo un vídeo de bodas como los que rueda con la Panasonic de los indios su prima Mari Pili, cambia el contexto y la situación, sí, pero hay las mismas tomas desencuadradas, los mismos comentarios en plan «¿Esto está grabando o qué?», la misma falta de naturalidad al sentirse retratados por el objetivo. En fin, que Vikingland se salva de una nota aún menor por su absoluta falta de pretensiones y por el cariño que despiertan los marineros, lo de los paralelismos con Moby Dick deben ser fruto de un consumo indiscriminado de peyote y otros derivados, es la única explicación posible.
Como cierre de sesión teníamos una de las últimas pelis del director hongkongés con más alto índice de molonidad, hablamos, claro está, de Johnnie To y su Life without principle, en ella To elude un poco sus habituales montajes adrenalínicos plagados de matones de las Triadas, aquí los gangsters más peligrosos de la función son los que no aparecen, los que visten traje y corbata y tienen como arma valoraciones sobre los índices de riesgo de los países, los mercados, las agencias, la especulación bursátil que traerá de cabeza a los protagonistas de las tres historias que se entrecruzan a lo largo de su metraje. La película se deja ver aunque nosotros, siendo sinceros, preferimos al To más radical formalmente y que llena sus pelis de chinos muertos en plano secuencia, ya saben, el de The mission, Election o Exiled, véanla de todas maneras, merece la pena.
Tengo unas ganas enormes de ver la de Sokurov, aunque dudo que pueda hacerlo en el cine. Me alegro de que vaya teniendo buena acogida 😉