26 de abril de 2024

Críticas: Death Proof

Con el estreno esta semana de Drive, le toca el turno a Tarantino y a su Death Proof. Y para encargarse de la crítica de la película del director de Pulp Fiction, tenemos a Chesbert.

Hace cuatro años, Quentin Tarantino y Robert Rodríguez unieron fuerzas para dar vida a Grindhouse, un proyecto en el cual cada uno se encargó de dirigir una de las dos partes de las que constaba, dos películas diferentes para homenajear al cine de serie B, de exploitation, que se realizaba en los años ’60 y ’70 y que se exhibía como un programa doble. En su estreno en EE.UU, se proyectó en las salas de la manera original en la que se concibió, pero finalmente llegaría a Europa como dos films independientes, siendo Death Proof la parte de Tarantino.

Cuando uno aborda Death Proof, es inevitable entrar en comparaciones con la obra de Rodríguez (Planet Terror) y con el resto de la filmografía del director de Tennessee. Tarantino no consigue en ningún momento captar ese espíritu de los films de bajo presupuesto, esa diversión, acción, puro entretenimiento sin pretensiones. No importaban los fallos de raccord o la mala calidad de la imagen, el objetivo era el disfrute de los espectadores. Death Proof se toma demasiado en serio a sí misma, mientras que Rodríguez supo ver el lado gamberro, que se cachondea de la cinta, de los personajes y de los espectadores, acertando de lleno.

Al margen de la violencia explícita, de sus guiños cinéfilos, de su estructura desordenada, de recuperar viejas glorias para el cine, de sus exquisitas B.S.O., de reinventar géneros, etc, la principal característica y virtud de sus películas son los diálogos. Tarantino sublimó la cháchara trivial, la elevó a categoría de arte. Frases lapidarias, diálogos cargados de humor negro e inteligencia, dinamismo, naturalidad. Conversaciones que trascendieron, que llegaron a la memoria colectiva y que un buen cinéfilo se sabe de carrerilla. Tarantino lo intenta, pero en Death Proof consigue el efecto contrario: ni trasciende, ni tiene gracia, ni son inteligentes, son artificiales y aburridos. Uno termina de verla y a los cinco minutos no recuerda ni una línea brillante. ¿De qué hablan unos gangsters antes de cometer un asesinato? Pues de hamburguesas del McDonald’s y de la mujer del jefe. ¿Y unos tipos trajeados que van a atracar un banco? De Madonna y las propinas. Temas banales, pero con gracia y sustancia. Lo que vemos en esta película son grupos de tías buenas que sólo hablan de follar, de chupar pollas, de rolletes y de emborracharse. Si en vez de mujeres fueran cuatro gordos grasientos que charlasen sobre la rubia de tetas gordas que se tiraron el sábado, la película sería tildada ipso facto de machista, burda y zafia. Y con razón. Cambien el adjetivo machista por grosero y el resto se lo aplican a los diálogos de Death Proof, esa es su definición. La genialidad que demostró el de Knoxville en sus anteriores obras no sólo brilla por su ausencia, sino que se le vuelve en contra.

La película tiene un poco de todo y de nada. Un batiburrillo. ¿Comedia? Cuatro risas contadas. ¿Thriller? No hay ni intriga ni suspense. Por no hablar del terror, que no existe. Se podría definir como un atípico slasher del que sólo toma al asesino psicópata y a las jóvenes víctimas, poco más. De la atmósfera y la estructura cero, en especial esta última, ya que está dividida en dos partes, como si se hubiera dado cuenta de que la primera parte era una mierda que no podía estirar más y que no iba a tirar los metros de celuloide filmados. Y la acción sólo llega en los últimos veinte minutos, eso sí, magistrales.

Otro gran error es que Kurt Russell -que hace lo que puede- está desaprovechado y, por ende, toda la película. En vez de centrarse en ese personaje, lo hace con las chicas, que poco o nada nos importa a cuántos se han zumbado o si son capaces de beberse un chupito de Jäggermeister. El por qué de su psicopatía, su vida como especialista, el morbo o lo que sea que le produce asesinar a atractivas féminas. La película sería distinta y sería un homenaje en toda regla a esas pelis B, a esos tipos que se parten el pecho currando por el cine, a su amada Punto Límite: Cero que nos dice que veamos de una vez, sería eso y no tanta tontería y de tanto autobombo con su coche amarillo o la sintonía de móvil.

Pero, a pesar de toda la cera recibida, la salvo de la mediocridad. El film se deja ver a pesar de todo lo malo. La fotografía- de la que se encarga por primera vez el propio Quentin- consigue adentrarnos en esa maravillosa estética setentera. La dirección vuelve a ser impecable y la selección de canciones puede que no sea tan excelsa como en otras ocasiones, pero cumple a la perfección. Por no hablar de la morbosa y excitante escena del baile que Vanessa Ferlito le hace a Russell. Por descubrirnos a ese ángel llamado Mary Elizabeth Winstead. Pero, sobre todo, es esa persecución trepidante, adrenalítica, donde demuestra su manejo de cámara y que sabe crear tensión. Veinte minutos finales excepcionales, la espera mereció la pena y terminas con un buen sabor de boca.

Es mi crítica algo encendida de un fanboy de Tarantino al que le defraudó, pero como buen fan, sabe perdonar los errores. Una palmadita en la espalda y que no se vuelva a repetir. Una vez pase, dos no. Todo buen escribano echa un borrón y este es el de Quentin Tarantino.

Escrita por Chesbert

 

3 comentario en “Críticas: Death Proof

  1. "Aunque parezca mentira, seleccionamos a Chesbert porque le gustaba la película". Puto Chesbert, siempre liándola xD

    Y donde esté Death Proof que se quite Planet terror…

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