19 de abril de 2024

Críticas: Moneyball. Rompiendo las reglas

Brad Pitt protagoniza esta historia ambientada en el mundo del béisbol y nominada a seis premios de la Academia.

«Si cualquier otro equipo gana las Series Mundiales, perfecto. Beben champán y obtienen el anillo.  Pero, si lo ganamos nosotros, con nuestro presupuesto y con este equipo… cambiaríamos el béisbol. Y eso es lo que quiero, hacer algo importante»

Moneyball, rompiendo las reglas no es ni por asomo una película de deportes al uso. No estamos ante la tópica película donde David lucha contra Goliat y en la que todo apesta a falsedad, intentándonos vender un mensaje de superación que jamás podría llegar a ser real por una más que sencilla razón: los tullidos nunca ganan en los deportes. Punto. Pero, ¿qué pasaría si fichásemos a la combinación exacta de paquetes? ¿Si juntásemos a Cicinho, Marcelo y Coentrao nos saldría Roberto Carlos? Teóricamente sí, pero ¿y en la práctica? Moneyball nos plantea la capacidad de los porcentajes para valorar a los jugadores, y lo hace a través del béisbol, un deporte donde las estadísticas son más valoradas que en cualquier otro juego, en el que sus seguidores repiten los números de sus estrellas como si recitaran la lección.

En Moneyball, basada en hechos reales, Billy Beane (Brad Pitt), general manager del equipo de béisbol de Oakland harto de no poder competir en igualdad de condiciones con los Yankees de Nueva York, decide contratar al economista Bill James (Jonah Hill) que le asegura conocer una fórmula matemática para hacer un equipo campeón sin necesidad de gastar cifras millonarias en jugadores que no lo valen. Beane seguirá esta fórmula hasta las últimas consecuencias.

Como si el mismísimo Billy Beane hubiera sido el encargado de elegir los nombres para hacer esta película, Moneyball se mete en las ligas mayores sin un presupuesto desorbitado pero que en manos de Brad Pitt (productor ejecutivo y auténtico alma máter del proyecto) ha dado para mucho, gastándolo, entre otras cosas, en contratar a dos de los mejores guionistas de Hollywood: Aaron Sorkin, creador de la serie El ala oeste de la Casa Blanca, donde demostró de sobra su capacidad para sumergirse en mundos turbios donde la pasta lo es todo, como ocurre también en el mundo del béisbol; y Steven Zaillian, director ocasional (Todos los hombres del rey, 2006) y famoso por las atmósferas que impregna en guiones de géneros heterogéneos como La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993), American Gangster (Ridley Scott, 2007) o la reciente Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres (David Fincher, 2011).

La estadística diría que, juntando a estas dos bestias, el libreto tendría que ser de lo mejor de la película, y no se equivocaría. La trama entretiene sin grandes efectos ni clímax, a base de una ambientación excelente, unos diálogos mordaces (muchas veces incluso cómicos) en los que nunca se pierde el sentimiento de veracidad y unos personajes principales en los que no se profundiza demasiado pero en los que intuimos una gran historia detrás. Pero sobre todo, el gran acierto del guión es conseguir hacer de esa fórmula estadística inventada por Bill James el epicentro de la trama y la verdadera protagonista de la historia, cuyo peso mueve toda la película. Que la fórmula funcione o no es lo que interesa, y el tándem Sorkin-Zaillian la hace evolucionar como si un personaje de carne y hueso se tratara, como si tuviera vida, hasta hacer que se reinvente a sí misma en un final dramático que en manos de estos dos consigue no caer en la sensiblería barata.

Para completar la receta secreta, se añade un director competente pero sin aires de rockstar como Bennett Miller (Truman Capote), un joven y talentoso actor deseoso de quitarse el sambenito de graciosín como Jonah Hill (famoso por el film casi ya de culto Supersalidos), un amiguete que se baje el caché para hacerte un favor (Philip Seymour Hoffman) y tú mismo, Brad Pitt, forro de carpetas para adolescentes en su juventud y que parece que, a sus cincuenta años, sus mejores proyectos están aún por venir.

Conclusión: 47 millones de presupuesto, 6 nominaciones a los Oscar. Un tercio del presupuesto de, por ejemplo, La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011). Pitt, al igual que hizo Beane en los ochenta, ha dado en la tecla.

5 comentario en “Críticas: Moneyball. Rompiendo las reglas

  1. Se nota bastante la mano de Sorkin. La película no pierde fuerza en ningún momento del metraje.

    Sin interesarme absolutamente el Beisbol, me interesó bastante el film.

  2. A mi me gustó también, sobre todo por la química entre Brad Pitt y Jonah Hill y por centrarse más en mis adorados despachos. Sí que tiene algún tópico -el equipo DEMASIADO paquete para remarcar aún más la hazaña- pero nada excesivamente molesto.

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