Cavayé dirige una de persecuciones que huye del polar francés para reinventarse dentro de los parámetros del thriller americano.
Samuel (Gilles Lellouche) y Nadia (Elena Anaya) son una feliz pareja que vive en París. Él trabaja como enfermero y ella espera pronto el alumbramiento de su primer hijo. Pero todo cambia cuando unos desconocidos irrumpen en su casa y secuestran a la mujer sin que Samuel pueda hacer nada. Para liberar a su esposa deberá ayudar a escapar a un enfermo que está custodiado por la policía en el hospital donde trabaja. No tiene tiempo que perder. La cuenta atrás está en marcha.
El director de Cruzando el limite (2008), fiel a su estilo fresco y directo, nos regala otro thriller de persecuciones en el que la capacidad de poner pies en polvorosa será igual de importante que pensar cuál es el camino correcto por donde escapar. Y pensarlo rápido, puesto que la trama no da ni un minuto de tregua.
En Cuenta atrás su director huye del homenaje al cine polar francés y plantea un ejercicio de redescubrimiento del género pasando por el barniz del thriller más americano. Y lo cierto es que el resultado es bastante satisfactorio. Lo que quiero decir es que la película destaca por pasar por lugares comunes de manera fresca y reinventando en todo momento el concepto que tenemos del cine noir, el thriller o incluso la acción. No se puede dejar de pensar que estamos ante una cinta bastante posmodernista que funciona gracias, en parte, a la trayectoria del género.
El ejemplo más claro viene en una escena genialmente construida. Hay una persecución. El perseguido entra en un edificio. Sus perseguidores aparecen segundos después en el mismo lugar y tropiezan con dos guardias de seguridad que transportan dinero del banco. Se crea un momento de confusión por parte de todos. Los perseguidores van armados, así que los guardias levantan las manos y ofrecen el dinero. Los perseguidores tampoco parecen creerse del todo la escena, pero tras unos segundos, prosiguen la carrera para cazar a su presa, dejando a los guardias aún más confusos. En apenas unos segundos hemos asistido al atraco perfecto, aquel que se comete por accidente.
Cuenta atrás es una carrera sin descanso, muy al estilo de Frenético (Roman Polanski, 1988) o El fugitivo (Andrew Davis, 1993), con la salvedad de que aquí nuestro protagonista no es Harrison Ford, que aun haciendo de hombre medio siempre será Indiana Jones en el imaginario colectivo, sino un Gilles Lellouche con el que sentimos la angustia y el terror de un hombre que ve su rutinaria y feliz vida rota en un abrir y cerrar de ojos. Y no es de extrañar su angustia pues su mujer es una arrebatadora Elena Anaya, actriz para la que no existen fronteras mientras el proyecto merezca la pena.
Los personajes se mueven entre dos mundos, aquellos que caracterizan a los hombres y mujeres del género y aquellos otros que no son más que tipos normales, obligados a ser una especie de John McClane en La jungla de cristal para salvar a su amada (de paso, para crear más dramatismo, la ponemos a ella con un bombo de nueve meses en la barriga. Tal vez este recurso fácil sea lo más discutido de la narración). El guión juega a los constantes giros y se dosifica la información de manera harto atractiva; y es poco a poco, saboreando el humo de tabaco, como vamos comprendiendo los entresijos de la historia. Y, por supuesto, el mayor atractivo son aquellas escenas donde comparten plano los dos personajes principales, arropados por unos secundarios que desprenden vida, algo no tan fácil de conseguir.
Cuenta atrás navega entre géneros haciéndolos parecer una historia novedosa, cuando no lo es. Los ingredientes ya estaban ahí, pero Cavayé sabe mezclarlo todo genuinamente para presentarlo como una nueva receta, con el peligro de que cuando ya has acabado de comer y piensas que te ha gustado el plato, los ingredientes se revuelven en tu estómago y te das cuenta que la comida estaba buena pero que la digestión no lo va a estar tanto.
escrito por Sarajeski y Favio Rossini