2 de noviembre de 2024

Críticas: Blancanieves (Mirror, Mirror)

La fiebre de Blancanieves y de los Hermanos Grimm queda inaugurada este año con la peculiar adaptación de Tarsem Singh.

Escribo corriendo esta crítica para evitar que a las doce de la noche se convierta en un libro de Ricardo Bofill. Aunque, un momento, ¿lo anterior corresponde a este cuento? Me centro delante de un espejo… Espejo, espejito. Modas, modas, más modas, simples modas. Cada temporada llega un tema que se convierte en monotema y mono-moda y con el que pretenden hechizar a las masas. ¿Este año qué toca? ¡Cuentos y más cuentos! Y no algo habitual de los programas de la crónica rosa ni de las conexiones del Congreso de los Diputados. Tiempo atrás, en un reino no muy lejano, dos series como Grimm de la NBC, mal pseudo-plagio de los cómics de Fábulas, y sobre todo la exitosa Érase una vez de la ABC, resucitaron el mito y la fábula. Precisamente es esta última serie la que nos ha devuelto a Blancanieves y sus aventuras integrándolas también en nuestro presente.

Sí, Blancanieves por aquí y por allá, con todos sus enanos, ya sean tortugas mutantes ninjas o miembros de la guerrilla de Ñancahuazú. Cualquier truco vale si el público pasa a través de la chistera. Mientras que Blancanieves y la leyenda del cazador de Rupert Sanders con Kristen Stewart y Charlize Theron promete épica y canelones al punto, Tarsem Singh nos ha regalado un perfecto cruce de La princesa prometida y Muchachada Nui. Contra todo pronóstico (a día de hoy nadie se cree este cuento) ha construido una de las mejores comedias (familiares o no, románticas o no) que veremos este año. No se fíen de ese horrible trailer ni que Soraya ponga sus zarpas en la versión doblada, porque recordemos que a la extremeña la plagia ya hasta Lady Gaga. Tampoco piensen en cualquier cliché preconcebido. Sencillamente Tarsem Singh ha optado por el empacho de color y vistosidad congelando su extravagancia habitual por los nevados paisajes protagonistas. Además, Blancanieves (Mirror, Mirror) nos habla de los horrores de la crisis para la monarquía y la necesidad de la prevaricación para desviar fondos públicos. La belleza es la clave. Sin imagen no hay poder. La malvada madrastra (Julia Roberts) no va más allá del curtido retrato de una especie de Carmen Lomana arruinada por sus excesos y vida por encima de sus posibilidades. Y el dinero, recordemos, manda hasta en los cuentos.

La fábula está contada desde el lado del espejo de la malvada Reina y Bruja ocasional. Su desesperación por ser una fashion victim vividora la ha llevado a todo tipo de delictivos métodos de supervivencia. Ahora necesita un consorte que llene sus arcas de oro pero en su camino se va a cruzar la mayoría de edad de su hijastra y un príncipe venido de Valencia. Una pena que en ese Reino no exista una versión monárquica de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? El carisma de la interpretación de Julia Roberts es equiparable a su maldad y el sarcasmo de sus frases al grosor de las cejas (con conato de entrecejo) que luce Lily Collins. El director de The Fall: El sueño de Alexandria ha envuelto de color los escenarios para acercarse a un ‘cartoon’ con actores reales pero sus planteamientos en la puesta en escena pasan por el set a modo de sitcom. El potencial cómico de Blancanieves (Mirror, Mirror) pasa por exprimir y reinventar las líneas del cuento original sin saltarse los reglones. El acercamiento es ubicar su película en la cuerda floja de la spoof movie y el humor absurdo, pero delimitando y ensanchando dicho y delgado hilo con la comedia de situación. El resultado no puede ser más satisfactorio y ‘chanante’ a la par que sorprendente. Se mantienen los trazos generales de la comedia romántica, se añade una inaudita sofisticación en el vestuario y envoltura bordeando la elegancia y el ridículo y al mismo tiempo se aleja de la revisión socarrona y escatológica de los cuentos que vimos en Shrek de Andrew Adamson y Vicky Jenson.

Ubicar esta película dentro de un molde previo es el mayor de los misterios y el gran y relevante (también turbador) mérito de una apuesta inaudita. Por tener, tiene hasta una lectura política. Con esa juventud amansada, encerrada y domesticada que debe revelarse para poner fin a la manipulación informativa y restablecer la libertad, el canto y el color de un mundo dictatorial frío y cruel. Una juventud que debe hacerse fuerte y actuar a favor del pueblo exprimido económicamente por impuestos para que sus recaudares lo despilfarren y no en obras públicas. Gracias a esta película por fin conocemos a esa Blancanieves que tiene que unirse a un grupo de rebeldes enanos apartados de la sociedad, como apestados por su condición. Que deben convertirse en temibles asaltantes de caminos para sobrevivir y pagar las facturas del supermercado por culpa de Glotón.  Ellos son parte del encanto y Blancanieves (Mirror, Mirror) y tienen un hueco en los títulos de crédito finales como si estuviéramos en un biopic.

Tarsem Singh ha conseguido un filme sorprendente, lleno de humor absurdo y genial, capaz de rendir tributo a Robin Hood a lo Cirque du Soleil o regenerarse en una cinta de Bollywood. Eso sí, el diseñador de Björk en los Oscars de 2011 debería plantearse poner una demanda. Aunque, en el fondo, este filme sea como el traje con el que impactó a medio planeta la cantante islandesa. Algunos verán frivolidad, otros extravagancia, unos algo aterrador y otra porción absoluta originalidad y genialidad. Pasen y paseen por la alfombra roja que les llevará a este Reino Mágico y, por supuesto, opinen, critiquen, señalen, pero no se olviden de reír.

3 comentario en “Críticas: Blancanieves (Mirror, Mirror)

    1. Bueno, hype, hype… Gustar está gustando a los medios… Otra cosa es que sea un fiasco de público.
      Aún así quiero ver las críticas en EEUU y su primer fin de semana en el boxoffice.
      Lo raro será que no te guste a ti!!! FANGIRL de Tarsem Singh. 😉

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