Rachel McAdams y Channing Tatum protagonizan un exitoso drama romántico basado en hechos reales que ha barrido el box office norteamericano.
Luces de neón, pequeños copos de nieve que se disuelven en la noche y la puerta principal de un cine… una pareja sale al exterior en completa soledad, y observan el nevado paisaje. Son Rachel McAdams y Channing Tatum. Antes de que el resto de la audiencia salga al exterior y complete y rellene el plano de anónima humanidad ellos son los protagonistas… nuestros protagonistas en el interior de ese plano general. Después, deciden refugiarse en su coche para iniciar la vuelta al hogar y se dan calor. No estamos ante una versión invernal de Las malas hierbas de Alain Resnais, aunque también se hable de amor, ruptura, fatalidad, destino y amnesia emocional. Poco importa qué película proyectase aquel cine que ya es pasado. Poco importa si era Los puentes de Toko-Ri o El diario de Noa. Todos los días de mi vida prácticamente finaliza cuando esa pareja detiene su automóvil para hacer el amor y engendrar un hijo. Ella se quita su cinturón de seguridad mientras un camión les arroya por detrás, produciendo un impacto del que la memoria de Paige (McAdams) nunca se recuperará. Vemos cómo Paige, lentamente, rompe con su cabeza la luna delantera mientras la voz en off de Leo (Tatum) nos habla y narra los puntos cardinales que delimitan y trazan toda la relación. Esa colección de momentos que su mujer perderá y que él tendrá que volver a marcar. Un título nos avecina, por si algún despistado lo dudaba, que la historia que vamos a devorar entre lágrimas y palpitaciones cardiacas está basada en hechos reales.
La insistencia del mainstream por el drama romántico va marcada en esos gelatinosos y cárnicos carteles irradiados de sol, miradas y el despegue hacía un beso. Todos los días de mi vida (The Vow, como título original) ha sido uno de los grandes éxitos del box office pese a sus flojas críticas. Poco importa al verdadero amor lo que se opine si hay pura autenticidad… y ese amor indiscutible, en esta película, es revivirlo para recuperarlo. El argumento nos ubica en esa pareja que queda rota tras el accidente debido a un traumatismo craneal que borra los últimos años de la protagonista. Esos novísimos años que se convierten en póstumos al recuperar la memoria desde el punto que quebró su vida y la convirtió en aquello que es ahora mismo. Dos mujeres en el mismo cuerpo con esos puntos cardinales extinguidos ante la perplejidad de su marido que dejó de ser tal…
En ese punto esta historia podría optar buscar en el enfrentamiento de dos mujeres antagónicas atrapadas en el mismo organismo y su búsqueda y lucha interior. Sería muy bergmaniano. Almodóvar cogería a esa señora y le convertiría en señor para luego transformarle en señora. También se podría leer el drama romántico actual para saber si el amor se halla en el interior del corazón o del cerebro. Cronenberg y la nueva carne ofrecerían sexo y vísceras carnales entre neuronas derramadas en sangre, pasión y lágrimas. Sería como un cruce de Scanners y Recuerda. Michael Sucsy, no obstante, ha optado por intentar encontrar el cruce imposible y eslabón perdido entre Niebla en el pasado y El diario de Noa. Conseguiría, incluso, ser una divertida comedia romántica con un personaje obligado a volver a vivir con un perfecto desconocido que es su propio marido y con un modo de vida alejado al punto donde finalizaron sus recuerdos.
El problema de Todos los días de mi vida es que se lanza directamente, sin importarle el ridículo y/o absoluto pavor que produzca a la audiencia, a mezclar el drama familiar y romántico. Por allí aparecen: un padre ricachón y estricto que provocó la espantada de su niña estudiante prometedora de derecho para acabar reconvertida en un artista bohemia vegetariana, una madre sufridora que ve la oportunidad de recuperar a la hija que la dejó de hablar junto al resto de su familia, una hermana que se casa y el novio de universidad con el que cortó y estaba prometida. Por supuesto, toca revivir todos los traumas a modo de catarsis, pero esta vez de una manera madura (por aquello de no caer dos veces en la misma piedra).
La película plantea aquello que pasaría si la persona a la que amas ya no te reconociera, y si sabríamos reconquistar de nuevo a nuestra alma gemela y amor terrenal. Gracias a esta película ya sabemos cómo… aunque el espectador, al igual que el desafortunado esposo tendrá que pagar un alto precio: se verá obligado a ser tratado desde la amnesia para revivir nuevamente el enésimo drama romántico como si fuera el primero. En el póster de Todos los días de mi vida aparece la frase «Inspirada en hechos reales». Deberían haber puesto un «Era una artista con look de perroflauta y novio súper-chachi-guay… perdió la memoria y quiso volver ser Ally McBeal». Obviamente, al igual que esta película, fracasó.