26 de abril de 2024

Críticas: Primavera en Beechwood

El camino a la eternidad.

El dolor de una pérdida no entiende de clases sociales. Y eso bien lo saben los personajes del universo bucólico que Eva Husson construye en Primavera en Beechwood (Mothering Sunday, Reino Unido, 2021) al trasladar a la gran pantalla la novela homónima de Graham Swift. La multidisciplinar francesa propone, de la mano de la guionista británica Alice Birch (Lady MacbethNormal People), una historia al ralentí sobre el poder del amor, de la pasión y de la superación humana. Un envolvente y edulcorado baile lento que se postula como un canto a la vida enmarcado en la primavera de 1924. Los resquicios de una sociedad rota por los estragos de la Primera Guerra Mundial se sientan a la mesa para celebrar el día de la madre en forma de tres familias de la aristocracia británica. Mientras, los eternos amantes, Paul Sheringham (Josh O’Connor) y Jane Fairchild (Odessa Young), pertenecientes a distintos mundos (él aristócrata; ella criada), celebran unas horas de amor fugaces. En una sociedad con escasa inclinación por las mezclas sociales, Husson filma esta celebración pasional en la intimidad que otorgan los primeros planos y planos detalle, dejando a los amantes ser libres en la clandestinidad de su amor, como si ni siquiera el espectador tuviera derecho a conocer ese idioma de caricias y miradas que solo Paul y Jane dominan.

Primavera en Beechwood esconde sus cartas desde el principio, y lo hace con verdadera pericia. Se descubre como un envolvente filme cargado de flashbacks que crean realidades paralelas que poco a poco van convergiendo. La cinta construye un relato en el que coinciden tres etapas de la vida de Jane, revelando a su personaje como una mujer libre y audaz que hace frente al férreo clasismo de inicios del siglo XX y a la vida tras la pérdida. Esta decisión cronológica posibilita la inmersión en los recuerdos de una veterana Jane al revivir su pasado. Un pasado que se percibe como un personaje más que completa y da forma al relato y articula la característica trágica -y a la vez esperanzadora- atmósfera del filme.

Con una sobrecogedora delicadeza y sensibilidad en las formas, la sinergia Husson y Birch plantea el camino de una vida. A través de varios travelling hacia delante, el espectador avanza por carreteras infinitas sin saber a dónde le llevarán. Sensación similar provoca la tendencia a la que Husson acostumbra a sus personajes de mirar detenidamente por las ventanas y las puertas de sus casas, esperando un regreso que no se va a producir. Una realidad imposible. La larga espera de unos personajes rotos que bregan por seguir avanzando. O tal vez, lo que esperen sea la vida. La incertidumbre de un futuro esperanzador bajo la fuerza del sino. En todo momento dicha espera se advierte como tangible al otorgar de sentido (o al menos provocar ese efecto) cada encuadre y movimiento.

La esencia del cine británico -al más puro estilo Downton Abbey (Michael Engler, Reino Unido, 2019)- abunda, con irreprochable gracia y ternura, en Primavera en Beechwood. Una diégesis sobre las vicisitudes humanas y las decisiones que se toman a raíz de ellas con tintes de contemporaneidad, con unas dolencias, anhelos y vivencias emocionales de sus personajes que bien podrían ser actuales y no remontarse un siglo atrás. Un relato sobre heridas. Heridas que determinan el sentido de una vida, el origen de una vocación (literaria en este caso). Heridas que enardecen el afán por mantener vivo el recuerdo de lo que fue a través de una profesión que brinda a Jane la oportunidad de reconciliarse con su pasado. Cuando la pérdida se convierte en virtud, ya solo queda aprovecharla.

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