Una pléyade de diferentes propuestas para esta segunda jornada del Documenta. Como siempre, en Cinema ad hoc te hablamos de todas ellas.
La jornada del sábado comenzó con Rail Blues, cortometraje en el que Javier Barbero Esteban viaja a Mali para internarse en la línea ferroviaria que recorre el trayecto entre Bamako y Kayes. A lo largo de trece minutos sin diálogos observamos travellings filmados desde el interior del fantasmagórico tren, que se alternan con imágenes de una fábrica y el exterior para dejar de manifiesto la miseria existente.
En Entorno a Metring, Carmen Correa propone una mirada en clave experimental a la obsesión de un joven músico. Su objetivo es el de crear una película basada en un recorrido por las estaciones del Metro a partir de la descomposición de las imágenes en sonidos, dando pie a una nueva experiencia. Una de las obras más aplaudidas de la tarde, de la que sin embargo no puedo decir que me transmitiera absolutamente nada.
Finalizábamos la primera sesión de la tarde con la proyección de Crayons of Askalan, de Laila Hotait Salas. Trabajo muy decepcionante, sobre todo en cuanto al uso que hace de un material que encerraba tras de sí una historia mucho más interesante de lo que se plasma. Los terribles dibujos realizados clandestinamente por presos palestinos en una cárcel israelí durante los años setenta dan pie a una recreación confusa, que vuelve reiteradamente sobre las mismas imágenes y sueños de libertad del joven protagonista. El testimonio final del personaje real en la actualidad deja de relieve la gran oportunidad que desaprovecha la película al convertir una historia muy potente en un irregular experimento con ínfulas poéticas. Para colmo, acaba por tener que recurrir a las palabras del mencionado y a rótulos explicativos con el fin de aportarnos la información crucial. Un buen trabajo documental, para el que suscribe estas líneas, no debe ser lo que vemos aquí.
En la siguiente proyección iba a abarrotarse la Sala Azcona para ver Una historia para los Modlin de Sergio Oksman. Un interesantísimo cortometraje que retrata una de las familias más extrañas que ha parido la ficción. Poco convencional es también la narración de este retrato: contada esencialmente en fotografías sobre un fondo blanco o negro, que una mano va colocando y quitando en perfecta con armonía con la voz en off, y en ocasiones creando nuevos planos en función de cómo se colocan esas fotografías. Sin duda, una de las obras más interesantes vistas hasta el momento.
Tras ello venía el largometraje El jemer rojo y el no violento de Bernard Mangiante, de la sección oficial internacional. Roux es un abogado francés que va a defender en un juicio internacional a Douch, uno de los directores de prisión más activos en el genocidio camboyando de la dictadura de Pol Pot. El documental se ve lastrado por su potentísimo inicio, en el que Roux interroga a Douch sobre sus actos y sus principios morales. Esta primera parte, no apta para estómagos sensibles, transcurre en su 90% sobre el rostro del genocida que admite sus asesinatos y su responsabilidad entre lágrimas y risas. La crudeza de ciertos gestos y ciertas frases de Douch, y la enorme puesta en duda acerca de los límites de la ética humana, de lo que está bien o mal, alcanzan un punto de intensidad tan fuerte que todo lo demás sabe a poco. La película se embrolla en el larguísimo juicio, permaneciendo siempre en el punto de vista de Roux. Todo se vuelve mucho más complejo, pero también más farragoso y menos impactante. Los alegatos de los magistrados, fiscales y abogados son excesivamente largos y reiterativos, y la narración no es capaz de salir de ahí o de contarlo de forma más llevadera, produciendo un exceso de información muy difícil de digerir. Excepto el alegato final de Roux, un tipo que maneja la dialéctica y las pausas como el mejor de los actores, y cuyo discurso final sí tiene muchísima fuerza y profundidad.
¿Quienes serán los próximos pastores de renos?. Esta pregunta realizada por el protagonista del documental The Tundra Book de Aleksei Y. Vakhrushev resume a la perfección su esencia. A través de Vukvukai, un pastor de renos de la tundra rusa, y su familia, el realizador Aleksei Y. Vakhrushev muestra al espectador un modo de vida cuanto menos lejano y peculiar para el espectador “medio” de Documenta Madrid que, inevitablemente, va a recordar el mítico Nanook, el esquimal de Robert Flaherty. Un film contemplativo que en ocasiones puede resultar plano y tedioso, y que encierra grandes conflictos que se muestran de una manera excitante al final de la película, cuando los más jóvenes de esta comunidad son apartados de sus familiares adultos y su modo de vida para poder recibir una educación al uso. Una estructura circular, donde los niños vuelven a su entorno natural, genera la eterna pregunta: ¿tradición o modernidad? Lo mejor, las conversaciones entre niños, amigos o matrimonios con las cuales, aunque ocurran en un lugar inhóspito, cualquiera puede sentirse identificado ya sea aquí o en la tundra rusa.
Artículo de Sergio de Benito, Arratetxe & Dean Moriarty